«¿Sabes? Deja que se rían de lo patético que creen que eres, al final todos terminamos igual. En el bulevar de los sueños rotos.»
Elizabeth Evans.
Un fuerte movimiento debajo de mi me hizo gruñir.
Me aferré más a lo que tenía abrazado debajo de mí, suspiré de placer ante la comodidad de lo que suponía que era una cómoda y calentita almohada, no me atrevía a abrir los ojos, estaba en una nube.
—Ya Elizabeth, mierda, me aplastas. —y ahí abrí los ojos. Connor estaba debajo de mí mientras que mis brazos lo rodeaban, sin embargo él no me tocaba.
—¿Qué te pasa? —intenté salir de mi nube de sueño. Su ceño estaba fruncido y su mandíbula desencajada. Mientras me estiraba perezosamente podía ver la rabia desprender de sus poros, cosa que no entendía.
—¡Joder Elizabeth, hazte a un lado! —gritó a todo pulmón. Abrí los ojos por la impresión. Estaba muy cabreado pero a mí me cabreó que él me gritara.
—¡No me grites, estúpido! —le grité a él. Me levanté con mucho esfuerzo ya que aún tenía sueño. Al levantarme Connor repitió mi acción y salió corriendo por todo mi cuarto. Entonces hice lo mejor que pude hacer.
Me volví a acostar.
Me acomodé en la hamaca y me arrope con la sábana, escondiendo mi cabeza en las profundidades de las telas podía sentir como el sueño me vencía poco a poco, estaba realmente agotada.
Estaba a punto de quedarme dormida cuando siento un estruendo en mi habitación, mierda ahora va a tirar mi casa. Me levanté de nuevo con mucho pesar y caminé hasta mi habitación, ahí estaba él poniéndose los zapatos a toda prisa. Sólo pasé y me senté en la cama.
—¿Qué haces? —la pregunta salió por sí sola de mi boca y casi me auto-cacheteo por semejante estupidez dicha. Connor me miró con un enojo muy feo en el rostro.
—¿Qué crees que hago? —me respondió cortante.
—¿Vestirte? —intente aligerar el ambiente.
—Elizabeth, no estoy para tus tontería —auch. Y pues como yo no puedo mantener el pico cerrado tuve que repicar.
—¿Y a tí que mierda te pasa? Ayer no estabas así. —¿Por qué una sonrisa tuvo que salir de mis labios?
Connor me miró y se levantó de la cama, caminó hacia mí en un paso rápido y preciso. En sus facciones se notaba lo cabreado que estaba. ¿Por qué?
Llegó hasta mí y me tomó de las manos sin llegar a ser grosero, acercó su cara a la mía y lo pude escuchar suspirar como si intentará contenerse. Pero entonces el aire salió de mis pulmones cuando él dijo las siguientes palabras:
—Escúchame bien, Elizabeth, escúchame muy bien porque no pienso repetir esto dos veces. Yo aquí no dormí. Yo nunca estuve aquí, ni para tí ni para nadie, ¿entendido? Lo que pasó aquí, aquí se queda. No tienes ni la menor idea de lo mucho que me arrepiento por haber pasado la noche aquí, siento que te confundí y no quiero hacerte daño. Así que no te hagas ilusiones de nada de esto.
Y... Se alejó. Tenía un nudo en la garganta repentinamente, el cual no sentía desde pequeña... Cuando mi padre nos dejó por primera vez.
Tomé una respiración profunda y asentí como idiota, no estaba segura de hablar, tenía miedo de que me fallara la voz.
—Y sólo para aclarar, estaba borracho hasta la mierda, no sé cómo llegué aquí, no recuerdo nada. Disculpa por invadir tu espacio, no se volverá a repetir.
Y entonces una mínima lágrima bajó por mi mejilla. Aprendí muy bien a controlar mis emociones, pero, nunca me sentí tan malditamente humillada.
No tenía ni la más remota idea de porque esto me dolía, sentía que mi pecho se arrugaba y una gran desilusión se instalaba en mi pecho.
Se puso la camisa y caminó hacia afuera, no lo detuve, no dije nada, no valía la pena
Y creo que ese es el gran problema que tenemos los humanos, no lastimamos a nadie, pero dejamos que ellos nos lastimen a nosotros. Como si uno fuese un pañito desechable.
Escuché como tiró la puerta de entrada al salir.
Pero no lloré, ¿qué creían? Nada me haría llorar, nunca.
Limpié la mínima lágrima que salió de mi ojo, no salió de dolor, salió de la confusión, de no poder entender mis sentimientos.
Respiré para calmarme. No quise darle rollo al tema, lo hice de lado, no pasó nada, estoy bien, siempre lo he estado. Solo respira hondo.
Caminé hasta mi cuarto de lectura y me senté en la silla del escritorio. Saqué mi libreta de escribir y entonces empecé...
Ahí me perdí, entre letras y páginas.
🕗...
Justo a solo pasos de entrar a la cárcel de Huntsville.
Huntsville es una ciudad del norte de Alabama, Estados Unidos. Originalmente llamada Twickenham, fue la primera comunidad en Alabama en obtener el estatus de ciudad en 1811.
Huntsville es la cuarta ciudad más grande de Alabama y la ciudad más grande del área estadística combinada de los cuatro condados, Huntsville-Decatur.
Jake me había llamado horas después de levantarme, para avisarme de su amigo, hablamos por unas horas sobre su caso, primero quiero saber la verdad.
Ajusté mi blazer verde manzana, me miré, pantalones vaqueros ajustados, unas zapatillas sencillas y una camiseta blanca. Mi cabello estaba en una cola y tenía las carpetas en manos.
Sin duda alguna las cárceles son mis lugares favoritos en todo el mundo.
¿Saben el por qué? En ella se encuentran las mentes más brillantes, los pensamientos más increíbles, muchas personas con un pasado, al igual que todos, claro está, solo que este es oscuro, misterioso. Algunos estaban aquí por ser malos, es cierto, pero con esta maldad viene un pasado, una historia.
Y aunque no lo crean en ellas podíamos encontrar a las mejores personas, personas que tienen un corazón de roca, tienen los sentimientos fríos, congelados. Esas son las mejores personas.
Esta es una de las razones por las que estudié derecho, lo estudié porque me apasiona la carrera, porque me gusta, me gustan los misterios, los secretos, me gusta sacarlos a la luz y demostrar la verdad de esa persona, ayudarla.
Con paso decidido entré, aunque muchas miradas se centraron en mí no me importó, les demostré que no soy más ni menos que ellos, no me dan miedo, no son más que personas como tú, como yo.
Los guardias me saludaron, ya me conocían. Las grandes paredes se hacían infinitas, al igual que los pisos de mármol blanco, no habían ventanas, obviamente.
Entré a la sala penal donde se era interrogado. Ahí hablaría con mi cliente.
Puse las carpetas en la mesa y Nano, un guardia me pasó el expediente de el chico. Tony Mahfud.
Empecé a leer su caso mientras lo traían, estaba... Impactada.
La puerta se abrió y entonces sentí la necesidad de tener un pañito en manos para limpiarme la baba.
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Tony en multimedia.
Solo puedo decir:
¡SE PRENDIÓ ESTA MIERDA!
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Estereotipos
RomanceElizabeth Evans: ella no es más que una mujer como cualquier otra, pero tiene algo que la hace diferente a las demás, ¿su físico? Quizás sí, pero no sólo es eso, son sus sentimientos, su manera de pensar, de actuar, su manera de demostrarle al mundo...