Capítulo 1

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⇨«La moda es el señuelo y tú el pez que muerde el anzuelo.»⇦

(Años después...)

Elizabeth Evans

Puede que los pasos nos lleven lejos pero, al final siempre vuelven ahí, donde habíamos dejado el corazón. Donde aquellos estaban atraídos el uno con el otro.


Una llamada entrante en mi celular me hizo soltar el lápiz de grafito con el cual escribía mi nuevo libro. "Problems". Deslicé la silla fuera del escritorio de mi habitación y tomé la llamada.


Identificador: Mamá.

-¡Elizabeth mi amor! ¿Cómo estás, hija? -saludó mi madre efusivamente. Rodé los ojos, si no la conociera tanto no sabría para que me llama.

-Hola mami, bien. ¿Y tu? -le contesté distraída como si no tuviera ni la más mínima idea de lo que hizo.

-Bien, pequeña, ¡Te tengo una noticia! -gritó emocionada al teléfono. Me recosté en la silla y moví mis hombros para estar más cómoda.

-¿Cual es esa noticia? -le pregunté aunque ya mi hermano menor me había llamado para pedirme que lo sacara de la casa donde vivía con mi madre.

-¡Volví con tu padre! -exclamó emocionada. Suspiré pesadamente. Mi madre nunca cambiaría.

-Mamá... Yo no estoy de acuerdo. Ya te ha hecho suficiente daño, mamá, no quiero verte sufrir otra vez. -le hablé suave. Ella soltó un bufido.

-Me prometió que esta vez si sería para siempre. Él quiere cambiar, querida.

-Mamá... Te ha dicho eso más de diez veces. -le contesté de mala manera. Me molestaba que mi madre fuera así. Tan... Cegada de amor, por no decir otra cosa hiriente.

-No se te olvide que de quien estamos hablando es tu padre, Elizabeth Evans. No permitiré que le faltes el respeto a él o a mí. Que te quede muy claro. Volveré con él y ni tú ni nadie tiene porqué meterse en mi vida. Solamente te estoy comunicando no te estoy pidiendo permiso. -estaba furiosa. Sonaba en su manera al hablar.

-¿Sabes qué, mamá? Me he cansado de sus juegos. De siempre recoger tus pedazos cuando él se va y te deja rota. Me he cansado. Con todo el respeto que te mereces al ser mi madre pero no me llames cuando todo esto vuelva a suceder. Mañana pasaré por Nathaniel y lo traeré conmigo. -molesta le colgué antes de que contestara sabiendo la reprimenda que me llevaría por hacer eso.

Solté el teléfono y lo coloqué en el escritorio. Frustrada metí las manos entre mi cabello. No sabía que hacer, siempre era lo mismo. Ni él ni ella cambiarían nunca.

¿Qué pasaba? Mi vida. Esta es muy peculiar, por así llamarla. Mi madre era una preciosa rubia de ojos verdes la cual se enamoró perdidamente de un gandolero. Paúl Evans. Mi padre. Pero él nunca la amó.

Mi padre desde que éramos muy pequeños nos abandonaba, se iba por tres y cuatro meses, no sabíamos de él en todo ese tiempo, luego volvía con la excusa de que estaba arrepentido. Y no hablaba de irse por trabajo, saben que los gandoleros siempre están viajando de un lado a otro cargando mercancía, no. Él era de las personas que recogía toda sus pertenencias de la casa y se iba con otra mujer a formar una nueva vida.

No mentiría si dijera que la primera vez no fue la más desgarradora psicológicamente, pues yo era su princesa, se suponía que él me amaba por encima de todo y al ver que él se iba sin que nosotros le preocupemos me alejé de él. Al poco tiempo dejó de importarme todo de él. Sin embargo mi madre siempre volvía a lo mismo. Lo perdonaba y así se repetía una y otra vez el ciclo. Por más consejo que mi abuela le daba no los tomaba.

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