Capítulo 32

5.5K 515 35
                                    

«Ojalá coincidamos con más gente que si nos quiera, que si nos busque, que si nos escuche. Ojalá coincidamos con más gente que nos haga bien.»

Elizabeth Evans.

Hace algunos minutos habíamos llegado a una isla. 

Ono es una isla barrera de 5,5 millas (8,9 km) de largo en el sur del, en la desembocadura de la en el norte del. Limita con Bayou St John por el norte y río viejo (old river) hacia el sur. Comunidades de los alrededores incluyen Perdido Key, en Florida, al sur y al este, y Orange Beach, en Alabama, al oeste. La comunidad no se encuentra dentro de los límites corporativos de ningún municipio y es privada y cerrada. Se accede por un puente privado de la Ruta Estatal 182.

Connor traía en sus manos una pequeña cesta que lo hacía ver muy afeminado, cosa que fue el producto de mis risas mientras caminábamos en la arena.

Mi mirada estaba sobre él, su perfecto físico, los lunares de su torso que resaltaban aún más que sus tatuajes. Esos que había explorado más de una vez. Se había cambiado, por lo tanto sólo traía puesto un bañador azul cielo que hacía resaltar sus ojos. Yo también me había cambiado, solo tenía puesto un bikini rosa claro de cuerpo entero que amarraba elegantemente atrás de mí espalda y en mis caderas.

—Ven, amor. —Connor me llamó y yo lo seguí, entrelazó nuestros dedos y seguimos caminando hasta llegar a un sitio que hizo que mi mandíbula llegará al suelo.

—Esto es hermoso. —susurré impactada. Él sonrió encantado. Caminé hasta donde estaban las cosas. ¿Como es que estaban aquí si él nunca se separó de mi? ¿Como lo hizo?

—Thane me ayudó. —contestó como si leyera mi mente. Reí.

—Me encanta. —volví a mirar. En medio de lo que parecía ser un arco de árboles, y no me refiero a que lo haya hecho el ser humano, no, era algo completamente natural. Estaba lleno de flores púrpuras, y hojas completamente verdes. En el centro estaba una manta blanca grande, llena de cogines, sábanas y toallas. Todo ordenado muy bonito.

Las flores blancas y amarillas le daban un contraste de ensueño. El césped natural que salía de la parte de abajo del arco y rodeaba la manta en el suelo, a los lados habían luces pequeñas de esas que se usan en los arbolitos de Navidad en los árboles.

—Pero la idea fue mía, eh, él solo lo puso. —dijo para ganar crédito, empecé a reír. Me giré y caminé hacia él. Me puse de puntitas sobre mis pies y pasé mis brazos por su cuello. Dejé un beso en su mandíbula, en su mejilla derecha, en su mejilla izquierda, en su nariz, en sus párpados, y por último en su boca. Connor gruñó y se alejó.

—Aún no, mi amor. Vamos a comer primero. —reí. Me dió su mano y caminamos juntos hacia la manta, ahí nos sentamos, Connor dejó la cesta en medio y empezó a sacar las cosas de ahí, sonreí en grande al verlo acomodar todo ordenadamente sobre la manta.

Sacó una botella de vino tinto, unos pescados crudos, lo miré sin entender.

—¿Por qué crudos? —le pregunté.

—Frios saben mal, Thane ya acomodó el fuego donde los voy a azar. —señaló con la mandíbula atrás de mí. Cierto, hay una fogata con una parrilla arriba de dos rocas grandes y encima de esta un sartén. Asentí de acuerdo, él siguió acomodando todo.

EstereotiposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora