«Con tres palabras mis angustias desaparecen.»
Elizabeth Evans.
Estábamos frente a una gran mansión y mi boca estaba literalmente en el suelo.
—Ven, mi morena—Connor estaba riendose de mi. Yo seguía impactada. Frente a mí había una entrada que parecía sacada de un cuento de hadas, las paredes eran blancas y muy altas, el techo era azul oscuro, grandes ventanales y algunas que otras plantas decorativas, como palmeras, flores de distintos colores, y una increíble iluminación que era como amarilla, pero blanca y a la vez azul, era jodidamente increíble.
Caminamos tomados de las manos por la fuente la cual estaba apagada debido a la nieve, la rodeamos y llegamos a la puerta principal, Connor introdujo una llave en la cerradura y abrió la puerta, lo de la cerradura me parecía ilógico debido a que cuando entramos, afuera de la mansión y dentro de ella habían como cincuenta guardias, no exagero, incluso creo que habían más. Era como si Connor fuera un narco y no una estrella de fútbol americano. Cuando miré adentro casi me desmaye, lo juro.
Nos adentramos y pude mirar mejor.
Santa cachucha.
Unas veinte personas estaban delante de nosotros, todos vestidos de blanco y negro, las personas de servicio. Saludaron a Connor y a mí y luego se fueron de nuevo a hacer lo que sea que estuvieran haciendo.
Seguí mirando todo detalladamente.
Los pisos eran blancos de mármol y brillaban incluso más que mi vida, las paredes eran de color marfil intenso, en medio de la sala había un florero, o eso creo, encima de reste caía una lámpara gigante de cristal, al lado de la puerta había una escalera enorme, también era blancas y los escalones marrones, la barandilla era dorada con decoraciones de distintos diseños, el amueblado de la casa era todo marrón, caoba, no pienso describirlo, era demasiado, una puerta doble en caoba estaba frente a nosotros, Connor me llevó ahí.
—Te enseñaré la casa. —me dijo Connor, suspiré y asentí, seguía en un trance.
[...]
Caminabamos hacia la última habitación, la cual era la de Connor y yo podía jugar que en estos momentos no siento mis pies, no exagero, no siento mis pies, esta casa es jodidamente grande, resumiré, quince habitaciones adicionales, una cocina, un bar, cada habitación tenía su baño y había uno afuera para los invitados, un cuarto de juegos, (en ese momento me emocioné porque pensé que sería tipo Christian Grey y eso) pero no, era una mesa de tenis, pinpon, pool, y múltiples juegos como Xbox, Wii, Play, un spa, un sauna, y los jardines inmensos con una piscina igual de grande que la casa. Literalmente no podía con tanto lujo, me daba miedo tocar algo y que se cayera, podía decir que era muy caro.
Entramos a la última habitación, ya me dolía la boca de abrirla por la impresión, está habitación era diferente al resto de la casa, era blanca con detalles negros, grises y rojos, increíble. Una cama super grande estaba en medio de la habitación, tenía muchos cogines y almohadones. Muchos muebles, una gran TV plasma, joder, demasiado lujo.
—Bienvenida a mí habitación, la cual ahora también es tuya. —dijo desde atrás de mí.
—Estoy abrumada.—dije sinceramente y él río, me tomó de la cadera y nos adentramos completamente, cerró la puerta. Quería darme una ducha y acostarme, el vuelo fue largo y pesado por la nieve.
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Estereotipos
RomanceElizabeth Evans: ella no es más que una mujer como cualquier otra, pero tiene algo que la hace diferente a las demás, ¿su físico? Quizás sí, pero no sólo es eso, son sus sentimientos, su manera de pensar, de actuar, su manera de demostrarle al mundo...