Capitulo 54

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«Tú puedes ser el héroe y yo puedo ser tu princesa.»

Elizabeth Evans.

Dos años después.

Somos un dúo perfecto de eso no había duda alguna.

Estabamos en París, y hoy era la final mundial de la temporada de fútbol americano grandes ligas, solo quedaba São Paulo, Brasil y Alabama, Estados Unidos. Un final épico ante los ojos del mundo.

Connor estaba haciendo los últimos entrenamientos junto a mi pequeño Matías sí, Matías. Mi pequeño estaba junto a su padre, Connor le lanzaba el balón y él corría a alcanzarlo, aún siendo muy chico a Mati parecía encantarle el fútbol americano, y como no Connor estaba encantado con eso. Matías estaba vestido al igual que Connor con el uniforme y protectores los cuales usarían hoy, reí al verlos. Parecían dos gotas de aguas. Muchos de los jugadores ya tenían hijos, algo que me encantaba es que todos se llevaban en edad, no pasaban de los dos hasta cuatro años es por eso que Mati tenía muchos amiguitos.

Por otro lado estaba Stella. Mi bebé estaba corriendo detrás de ellos al lado de su amiguita, Mónica, la hija de Samuel un amigo y compañero de equipo de Connor. Ella vestía un tutú gigante color rosa pastel, a juego con unas zapatillas de ballet rosas y una camiseta blanca con negro con el número de su padre y su apellido. Se veía preciosa, afeminada y masculina. Su larga rubia cabellera caía por los hombros y el viento lo volaba, joder era muy preciosa.

¡Sin olvidar las franjas negras que tenían los tres en sus mejillas! Connor insistió en pintarselas.

-Tu familia es muy hermosa. -Dijo Martha, una de las esposas de los jugadores del equipo, ella era hermosa, una pelirroja de pecas y ojos verdes profundos. Ella era la única que no tenía bebés.

-Gracias. -le dí una sonrisa la cual ella me devolvió. Estaba en las gradas viendo todo, digamos que para mí es un espectáculo digno de admirar el estar viendo todos esos sexys traseros apretados en los pantalones negros del uniforme.

¡No es un pecado mirar!

Y mira que mi hombre tenía un culazo digno de hacerle un altar.

Sí, Connor y yo volvimos, no hace mucho en realidad, hace un año. En el cumpleaños de los mellizos, en ese momento volvimos. Se me hacía difícil no estar con él, joder.

Connor se encargó de enamorarme poco a poco, paso por paso, día por día, no solo con detalles sino con acciones.

¿Que puedo decir? Connor Spinelli siempre a tenido mi corazón.

Y mira que me hice de rogar bastante, el pobre hombre tenía un año de abstinencia, y eso yo podía confirmarlo... No pienso decir la manera debido a que ustedes ya se harán una idea y eso no es de damas andar contando cómo Connor me dio esa cogida ese día.

Pero repito, el lobo no cuenta a quien se come. Y menos si es Caperucita quien está en esa historia. Ya me entendéis.

-¡Mami! -me gritó Stella. Le hice una seña y ella vino corriendo hacia mí. Su tutú estaba lleno de tierra y sus ojitos estaban cristalizados, me alarmé.

-¿Que pasa mi vida? ¿Estas bien? Ven, cuéntale a mami. -la senté en mi regazo y limpié su tutú, ella empezó a sollozar.

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