«Definitivamente no existe algo más bonito que tener toda la confianza con alguien y poder contarle todo sin miedo.»
Elizabeth Evans.
—Está bien. —fue lo único que dijo. Yo me senté y lo miré, se me hacía un secreto precioso el que escondían sus ojos.
No podía dejar de releer el papel en mis manos, y aunque ya sabía la historia estaba añorando que él me la contara.
—Dime que fue lo que sucedió. —le dije sin rodeos, su mirada se dirigió a un punto en el suelo y sentí mi corazón espachurrarse.
—Todo...— él tomó en sus manos una pequeña pulsera que yacía en su muñeca izquierda, se me hacía raro que la tuviera debido a que aquí le debieron quitar todo cuando entró. — Yo era un crío hormonado de 18 años... — empecé a sacar cuentas en mi cabeza. Su mirada no se movió del piso y no soltó su pulsera.
—Sigue. —lo alenté. Él asintió, tragó duro y siguió hablando.
—Cantaba en una banda. Una banda de rock, era el cantante y compositor de esta. Tenía futuro, joder que sí. Hacíamos presentaciones en clubes, fiestas, reuniones, todo, donde nos llamaran ahí estaríamos nosotros. Yo tenía una vida loca, desenfrenada, usaba mis habilidades de canto para atraer a las chicas, y no es por fanfarronear pero mi físico era quien hacía todo el trabajo. Las tenía a mis pies, no me importaba nada. No tenía nadie a mi lado, mi madre murió cuando tenía cinco años y mi padre es un drogadicto profesional. Las peleas, las carreras, todo era ilegal. No importaba, no me importaba más que el dinero y el poder. Sólo eso era lo que tenía en la mente. Los días, las semanas y los años pasaron y yo seguía con mi vida de mierda. Hasta esa llamada telefónica...
Se paró a mitad del relato y suspiró profundamente.
No podía hablar, no quería.
—Vale... Esa llamada telefónica fue la que cambió mi vida, la banda tenía un representante, un amigo mío. Él nos dijo que teníamos que presentarnos en una fiesta pija. Ese día estaba de mala leche, mi madre cumplía años de muerta y yo solo quería ir al cementerio y llorar como un marica todo el jodido día.
Volvió a suspirar profundamente, se le notaba que le costaba mucho hablar de esto.
—Los chicos me llevaron a la mala, estaban ofreciendo muy buena pasta y no querían negarse. Sin poder hacer nada nos dirigimos hacia la fiesta. Al llegar nos dimos cuenta que era una fiesta demasiado pija, todo era rosa y blanco. Parecía la fiesta de una jodida bebé. Sin embargo entramos y nos preparamos, mientras nos preparamos nos dimos cuenta que eran unos quince años,o las quince primaveras como quieras llamarle. Entonces... ya listos para cantar nos situamos en el escenario. Ahí fue donde la ví por primera vez en mi vida.
Una sonrisa pequeña salió de sus labios.
—Era la rubia más hermosa que había visto en mi jodida vida. Traía puesto un vestido rosa claro mucho más grande que ella.
Soltó una risita como si estuviera de nuevo en ese momento, en ese sitio.
—Sus ojos azules que parecían el jodido cielo más perfecto que existiera. Su cabello rubio recogido en un sutil moño elegante, sus facciones eran finas, como las de una niña. Pequeña nariz, pequeños labios, pero sobre todo ese pequeño lunar cerca de su ojo que me traía loco.
La manera en la que la describía se sentía tan perfecta, tan hermosa, tan única.
—La miré sin disimulo alguno, estaba embobado, atontado, nuestras miradas se cruzaron y sentí que el jodido mundo se paraba en ese momento. Si no hubiese sido porque Troy me pegó un codazo en las costillas no la hubiese dejado de admirar nunca. Ella estaba ahí, parada en medio del escenario con su ridículo vestido rosa. Canté, cantamos algunas de nuestras canciones. Pero no sé de dónde salió y empecé a cantarle unos versos improvisados. Alabé su cara angelical, su cuerpo, su sonrisa, le desee el mejor de los cumpleaños. Su mirada nunca se separó de la mía, y cuando terminé de cantarle ella me dio una sonrisa. Ahí fue donde me dí cuenta: Me enamoré a primera vista.
Una mínima lágrimas salió de su ojo izquierdo y el rápidamente la limpió, aún no me miraba, seguía mirando el suelo.
—Cuando terminamos nos ofrecieron quedarnos un rato, cosa que no dudé en aceptar. Más tarde ella se me acercó y empezamos a hablar a solas, la conocí, me contó de ella. Luego tuvimos que irnos, pero me llevé su número de teléfono. Empezamos a hablar a través de mensajes, a conocernos mejor, a salir. ¿Y que más puedo decir? La chica me tomó. Me tomó completamente.
Estaba casi llorando, él narraba con tantas emociones mezcladas su historia.
—Me contó que era hija de un hombre de dinero, no un empresario pero sí un gandolero dueño de muchas gandolas y asociaciones. Era una niña de papi, con su madre, hermana menor y un chico pasó parte de su adolescencia. La chica no tenía amigos. Por eso me ofrecí a ser su amigo, seguía cantando y haciendo lo usual pero cuando las salidas aumentaron al igual que las llamadas ya no era lo mismo. No quería salir si no salía con ella, no quería llamar a otras que no fueran ella, no quería ninguna otra cosa que no fuera con ella. Me enamoré pérdidamente de una chiquilla de quince años. Tiempo después nos volvimos inseparables, no salía si no era con ella, iba a todas mis presentaciones, no salía con otras chicas que no fueran ella,nada. Todo esto fue a escondidas, su padre no la dejaba salir, por eso se escapaba conmigo.
Se fregó el rostro con las manos y suspiró muy profundamente, estaba al borde de lágrimas lo notaba por su mirada cristalizada.
—Ambos estábamos enamorados pérdidamente el uno del otro, y entonces... Sucedió. Hicimos una promesa de amor, nunca nos separaríamos el uno del otro, nuestro mor sería verdadero y duraría para siempre. Sellamos nuestra promesa con un pacto de amor. Ella se entregó a mi en cuerpo y alma y yo me entregué a ella. Esa noche hicimos el amor como dos locos. Pero olvidaba algo muy importante, la protección. Ella quedó embarazada de mí.
Y ahí estaban las lágrimas saliendo sin vergüenza alguna.
—Seria papá, estaba asustado, pero a la vez emocionado. Me había propuesto conseguir un trabajo, para darle lo mejor a mi hijo, a ella. Pero pasó aquella desgracia. Sus padres notaron el cambio en ella y sin dudar le preguntaron de quién estaba embarazada, ella respondió con voz firme y sin tibutear que era mío. Su padre no lo aceptó, era una vergüenza para la sociedad que su hija fuera madre sin haberse casado, una deshonra.
Sus puños se apretaron.
—No sabía esto, me enteré después de que pasó todo. Su padre la obligó a practicarse el aborto donde murió mi hijo y también el amor de mi vida.
Una lágrima bajó por su mejilla y él no se molestó en quitársela.
—Los médicos preguntaron que quién había sido el culpable de esto. A lo que el padre contestó que había sido el novio, yo, quien la había obligado a abortar. Con su maldito dinero compró a los jueces, hizo todo lo posible hasta que logró encerrarme aquí detrás de las rejas.
Mi cerebro no asumía tanta información, era una historia condenamente triste. Pero algo rondaba en mi cabeza.
—¿Como se llamaba la chica?— en los papeles no salía, y esto se me hacía misterioso.
—Natasha, Natasha Spinelli. —respondió.
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Estereotipos
RomanceElizabeth Evans: ella no es más que una mujer como cualquier otra, pero tiene algo que la hace diferente a las demás, ¿su físico? Quizás sí, pero no sólo es eso, son sus sentimientos, su manera de pensar, de actuar, su manera de demostrarle al mundo...