«No quiero irme nunca de tu lado.»
Connor Spinelli.
Yo limpié las lágrimas de Elizabeth y la abracé más fuerte. Fuí yo, jodidamente yo quien la tomó en sus brazos y la estrechó contra sí.
Mis emociones mezcladas en mi pecho me tenían jodidamente incómodo, era un idiota. Hoy más que nunca, en este momento me arrepentía de todo lo que dije he hice.
Pero la ayudaría, yo la ayudaría, así como ella me arregló, arregló todos y cada uno de mis pedazos, ella me enseñó que el dinero no lo es todo en la vida. Que no necesitamos un montón de lujos, riquezas, nada, aveces un abrazo te llena más que todo eso.
La lagrima traicionera que bajó por mi mejilla hizo que ella me mirara.
—¿Por qué lloras? —me preguntó, la abracé más fuerte y limpié la jodida lágrima.
—Por nada. Por idiota.
—¿Por idiota? Uno no llora por nada, Connor.
—Me siento impotente, ¿vale? Porque nunca pensé en tí, Elizabeth. No pude ayudarte, me fuí, te dañé y cuando volví lo único que hice fue tirarte en cara tus errores, me burlé de tí, me reí en tu cara, te dañé, te rompí. —ella se levantó de mi regazo y una sensación de vacío se instaló en mi pecho.
—Eh, calma vaquero. No quiero herir tu ego de macho pecho peludo, pero no me dolieron tus palabras, ¿Sabes por qué, Connor? Porqué aprendí de mis errores, y eso fue lo primero que aprendí en la vida, nadie me puede romper. Absolutamente nadie, y soy así porque quiero, porque puedo. ¿Sabes que detesto? A una persona que le gusta dar lástima. Sí, esas que siempre andan dándose golpes de pecho. O sea, no. Las odio, mierda, no las soporto. Yo soy gorda porque me gusta comer, me encanta, lo adoro, y estoy consciente de que soy así, no por eso andaré dándome golpes de pecho queriendo dar lástima con "Nadie me quiere" "¿Quien podría querer a una gorda?" "Me doy asco" ¡Ahrrrr! ¡Detesto a ese tipo de persona! ¡Mierda! Todas las jodidas personas en el mundo tienen problemas, pero no por eso van a andar dando lástima, no dándosela de suicidas. No, demonios no, si no estás feliz o conforme con algo de tu cuerpo deja de tragar y ya, cámbialo, ¿Pero porqué dedicarse a dar lástima? Ya suficiente problemas tienen las personas como para que vengas tú con tus estúpidos complejos de mierda. ¡Ya basta! Si nosotros mismos no cambiamos nuestra forma y manera de pensar nadie lo hará. El mundo no es jodido cuento de hadas, hay gente mierda, gente sin ningún tipo de sentimientos, gente que querrá jugar contigo, convertirte en su juguete personal, y no, no Connor. No podemos permitir eso, tenemos que ser fuertes, levantarnos. ¿Qué ganas con hacer esas estupideces? ¡Cambiate! Demuestrale al mundo que eres increíble, que no eres ni menos ni más que nadie, todos somos iguales. La vida es una sola, no podemos vivirla siempre sufriendo, llorando, tristes, ¡No! ¡Demonios no! ¡Grita! ¡Gritale al mundo lo que no te gusta, ayuda a los demás, si están tristes hazlos reír! ¿Que ganas con andar con una cara de culo todo el tiempo? Nadie tiene culpa de tus problemas. Tienes que ser tú, siempre. Andar con mente positiva, que nada te afecte, que nada te dañe.
Yo no lo podía creer.
—Soy un jodido suertudo de mierda. —dije mientras la veía.
—¿Porqué? —preguntó bajando sus hombros.
—Tengo a la mujer más imperfectamente perfecta del mundo a mi lado.
—¡Ahrrrrrrrr! —gruñó y jaló su cabello. La miré con una sonrisa.
—¿Que te sucede?
—¡Haces imposible odiarte!
Reí suavemente, un llanto agudo se escuchó y Elizabeth rápidamente corrió escaleras arriba. Yo la seguí, ambos entramos a su habitación.
Mi pecho se infló de nuevo y sonreí mirando la escena. La pequeña Stella había despertado, Elizabeth la tenía en sus brazos dándole de comer.
Me acerqué a ellas y suspiré, joder estoy enamorado de nuevo.
Mi hija... Dios, incluso sonaba hermoso, ella era hermosa. Su piel era extremadamente blanca, podría apostar que incluso más que la de Matías, sus ojos eran azules claros, veían con entretenimiento a Elizabeth mientras le daba de comer. Su cabellera rubia corta, su muy largas pestañas. Toda ella era una perfecta cosita hermosa.
—Ven. —me dijo Elizabeth, me acerqué un poco más confiado y las miré, después de un rato Elizabeth quitó su pecho de la boca de Stella y me la tendió, la pequeña niña me miró con los ojos bien abiertos.
La tomé en brazos y la miré, santo Dios, me metería en muchas peleas, bueno al menos Matías me ayudaría a alejar a los hijos de puta que se quieran acercar a mi pequeña.
Ella me miraba muy entretenida, una sonrisa salió de sus mejillas, me miró y giró la cara como si estuviera sonrojada. Reí lleno de ternura.
Ahora sí estaba completamente enamorado.
Y arruinado.
Empecé a jugar con ella, ella me daba sonrisitas o reia. Después de un rato al parecer se cansó y sus ojitos se empezaron a cerrar muy lentamente, mi hija era demasiado perfecta.
Elizabeth me la quitó de los brazos y la volvió a acostar en su cuna. Luego me miró...
¿Y ahora que?
—Es súper tarde. —me dijo ella y yo asentí. —Y supongo que no has comido. —negué. —Y también supongo que tampoco has hecho reserva en un hotel. —Volví a negar. Ella soltó una risita. —¿Qué voy a hacer contigo, Connor Spinelli?
—¿Darme amor? —pregunté dudoso, era volvió a reír. Luego negó. Auh.
—Vamos a aclarar antes de irme a dormir, tengo demasiado sueño. Y vas a quedar acá en este tiempo, no te prohibiré ver a los niños porque tiene todo el derecho, te prepararé algo y te puedes quedar en la última habitación.
Asentí sonriendo.
Tenía un plan que pensaba cumplir, tendría a mi familia conmigo, tendría a Elizabeth, arreglaría mis errores y le demostraría al mundo que tengo a la mujer más imperfectamente perfecta que pueda existir.
Rompería los Estereotipos.
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Estereotipos
RomanceElizabeth Evans: ella no es más que una mujer como cualquier otra, pero tiene algo que la hace diferente a las demás, ¿su físico? Quizás sí, pero no sólo es eso, son sus sentimientos, su manera de pensar, de actuar, su manera de demostrarle al mundo...