«Los placeres de la vida son tan mínimos que aveces no nos damos cuenta.»
Elizabeth Evans.
Connor se levantó con una sonrisa gigante, me moví y me senté. Él empezó a quitarse las bermudas, las bajó lentamente por sus piernas, el bóxer blanco salió junto con estas. Trague saliva fuertemente, era jodidamente grande.
—Acuestate y abre las piernas. —me instruyó. Tal como él lo dijo lo hice. Me acosté y abrí las piernas. Connor se movió y se acostó sobre mí. Entre mis piernas.
Empezó a besar mi cuello, mi mandíbula, mi cara, mis pechos. Pasó las manos por mi estómago y lo acarició, se detuvo donde tenía una pequeña estría, la miró y pasó la mano por encima de ella, se inclinó, haciendo que lo sintiera levemente, y besó la estría. En ese momento sentía mi corazón golpeando fuertemente contra mi pecho.
—Eres hermosa. —musitó contra mi barriga, besó cada una de ellas, no eran muchas, dejó un beso sobre cada una de ellas. Volvió a subir y me miró a los ojos, nuestros ojos se perdieron entre sí y él cerró los suyos por un buen tiempo.
Abrió los ojos y me miró. La ternura de ellos me tomó por sorpresa.
Escondió la cabeza en la curva de mi cuello y hombro y respiró hondo. Esperé silenciosamente. ¿Se habrá arrepentido? Mierda, ya decía yo que era muy bueno para ser cierto.
—Voy a dar lo mejor, lo haré especial para tí. Te lo juro, Elizabeth. —Fue todo lo que dijo. Su cálido aliento contra mi piel me hizo temblar, y su cuerpo imitó al mío. Se echó hacia atrás y me miró. Sonreímos.
Nunca dudé que lo haría. Sabía que me dolería al principio. No ignoraba cómo funcionaba esto. También sabía que probablemente no alcanzaría un orgasmo esta vez. Pero no se trataba de eso. Quería a Connor dentro de mí. Quería sentirme más cerca de él de lo que nunca había estado con nadie. Eso era todo lo que quería.
Connor presionó sus labios contra los míos suavemente, luego bajó su cuerpo hasta que sentí que la cabeza de su polla presionada contra mí. Me emocionaba tanto como me asustaba.
Levanté mis caderas para tranquilizarlo y se deslizó dentro de mí. Cuando llegó a la barrera sus ojos clavaron en los míos mientras mecía sus caderas en un empuje rápido.
No grité por el dolor, fue solo una quemadura. Se deslizó totalmente dentro de mí y se quedó quieto.
—Estás tan jodidamente apretada. —dijo con un gemido ronco.—Maldita sea. Se siente como... —jadeó, agachó su cabeza y tomó una respiración profunda. —como otro jodido pedazo de cielo. Dios, Elizabeth, no creo que pueda controlarme.
La forma en que jadeaba sobre mí sonaba como si esto se sintiera bien para él. Era más de lo que esperaba. Estaba llena. Connor se hallaba dentro de mí y me sentí completa. Lo quería aquí.
—Tengo que moverme, pero maldita sea, tengo miedo. —dijo mientras lentamente se retiró de mí entonces se hundió de nuevo en mi interior. Un sonido bajo salió de su pecho, el cual envió placer circulando a través de mí. Solo verlo con tanto placer por estar dentro de mí fue una excitación mayor.
Separé mis rodillas y se hundió más profundo en mí y soltó una maldición que parecía arrancada de su pecho.
Mi clítoris palpitaba de solo escuchar su voz. Me di cuenta que llegaba a la liberación y me hizo querer rogarle que se moviera más. Más fuerte. Cada vez que me llenaba se frotaba contra mi clítoris y masajeaba algo dentro de mí. No estaba segura de lo que era, pero se sentía muy bien.
—Jodidamente increíble —gruñó antes de cubrir mi boca en un beso voraz.
Nunca antes me besó así. Perdía el control de la misma manera que yo lo hice cuando me besaba entre mis piernas. Alcanzaría ese punto con él. Verlo reaccionar de esa manera hacía a mi cuerpo responder de una manera que no sabía que podía.
—Se siente bien ahora —le aseguré.
Se puso tenso, y luego se movió hasta bajar la cabeza al rincón de mi cuello y hombro.
—¿El dolor ha desaparecido por completo? —preguntó con un gemido estrangulado.
—Sí —respondí. El leve pinchazo que todavía seguía allí fue suprimido por el placer.
Se levantó y su mirada se cruzó con la mía. Los músculos de su cuello flexionados, sobresalían mientras su mandíbula se puso rígida, como si se estuviera aferrando algo tan fuerte como podía.
—Esto es... esto es más que... —Cerró los ojos y una mirada de dolor se apoderó de su rostro—. No puedo aguantar mucho más. Estoy muy cerca.
Sus palabras fueron todo lo que necesité para enviarme en espiral a ese lugar al que sabía que me enviaba. Le oí gritar mi nombre mientras yo gritaba el suyo, levanté mis caderas para encontrarme con su último empuje. Envolví mis piernas alrededor de su cintura para mantenerlo allí. Quería sentir cada espasmo de éxtasis con él dentro de mí. No quería que se moviese.
Grité libremente mientras me aferraba a él.
—Nunca fue tan jodidamente increíble. Me arruinaste. Me arruinaste completamente. No puedo dejar de tener esto —dijo en mi oído mientras respiraba con dificultad y su cuerpo se sacudía contra el mío.
Accedí. Quería esto. Nunca me imaginé que esto era lo que me perdía. No iba a dejarlo ir. Necesitaba más. Mi miedo a la verdad fue apartado. No podía parar esto. No ahora.
“Durante aquella noche solitaria dijimos que esto no sería amor, pero sentíamos la urgencia que nos hizo creer que éramos sólo nosotros, convencidos de que estamos rotos por dentro.”
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Estereotipos
RomanceElizabeth Evans: ella no es más que una mujer como cualquier otra, pero tiene algo que la hace diferente a las demás, ¿su físico? Quizás sí, pero no sólo es eso, son sus sentimientos, su manera de pensar, de actuar, su manera de demostrarle al mundo...