Capítulo 38

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«La vida es polvo, puede esparcirse en un momento.»

Elizabeth Evans.

De nuevo en el aeropuerto a solo unos minutos de abordar el avión me entró un mensaje y sentí como una corriente de aire frío pasó por mi espalda, junto a este un dolor en el estómago.

Me tuve que sostener de la baranda de abordaje, suspiré, el teléfono seguía sonando y yo aún tenía el dolor en el estómago.

—Senhorita, ok? [1]—una chica morena hablando en portugués se acercó a mí, simulé que por el ok era bien... O algo así. Asentí y ella sonrió. Mi teléfono dejó de sonar.

—¿Habla inglés? —intenté que esta vez ella no me mirara raro como la señora del hotel cuando le pregunté lo mismo, tenía que intentarlo.

—Ah, una gringa. Sí, ¿se encuentra bien? —esta vez habló en inglés. Suspiré.

—Porfin alguien me entiende. —ella soltó una risita y asintió. —Sí, si me encuentro bien. Gracias.

—Genial, me dió curiosidad, está pálida y también está temblando. —no me había dado cuenta de que estaba temblando.

—Oh, es que me dió como una brisita muy rara. Lo cual es loco porque estoy completamente abrigada, pero no lo sé. —le sonreí y ella me devolvió una sonrisa.

—Y está completamente caluroso, tampoco entiendo porqué está abrigada, pero en fin, gringos, ustedes son raros. —reí y ella me siguió.

—Es que salí muy temprano del hotel y había frío.

Pasajeros del vuelo 27, Alabama, Florida.

Se escuchó por los altavoces, le dí una cálida sonrisa a la chica y agarré mi maleta y mi cartera.

—Este es mi vuelo, gracias. ¡Chao! —le grité cuando me alejé. Mierda, me iban a dejar. Ella sacudió su mano en forma de despedida, yo me giré y abordé.

Él feo sentimiento que sentía en mi estómago me preocupaba, era como cuando sabes que pasará algo malo, algo así, no sabía cómo describir estas sensaciones.

[...]

Cuando ya estaba en la camioneta de camino a casa mi teléfono volvió a sonar, ya harta de esto decidí ponerlo en altavoz, paré la camioneta a un lado de la carretera para evitar un accidente.

Nate.

⇨◇-◇-◇-◇-◇

—Bue... —me cortó antes de poder hablar.

—¿¡Dónde estás Elizabeth!? ¡Joder te he estado llamando sin parar!

—Nate, calm...

—¿¡Cómo quieres que me calme!? ¡Elizabeth la abuela acaba de tener un accidente! —dejé de escucharlo cuando oí lo que acababa de decir.

—¿Qué...?

—¡Sí Elizabeth, para eso te estaba llamando! ¡La abuela...!

Nate rompió en llantos y escuché había alguien a su lado, la desesperación estaba en mí, abarcando cada parte de mi ser.

—¿Nate? ¿¡Qué está pasando!?

—Elizabeth, necesito que tomes esto con calma, es más que todo por tu bebé, no puedes alterarte.

—¿¡Harper, qué está pasando!?

Escuché los gritos de mi mamá al fondo y me alteré.

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