Prólogo

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27 de Junio 2014
Las Vegas

Su cabeza pedía clemencia, un vaso de agua o cualquier mierda con borbujas que la hicieran responder.
Estaba mareada, desnuda y con la vista pegada en el techo de una habitación de hotel desconocida.
El olor de alcohol y sexo invadía el lugar y unas bragas colgaban del ventilador.
Eran rojas de encaje, eso significaba que al menos se había acostado con una mujer sensual y con buen gusto para lencería.
El vibrador de su móvil llamó la atención y con sus ojos verdes realmente irritados verificó de quién se trataba. Su novia.
Era más que obvio que no iba a contestar, luego pensaría en una excusa perfecta por no atenderle.
¿Donde demonios estaban sus amigas? ¿Su ropa? ¿Su dinero? ¿El auto rentado por dos días? No lo sabía.
Se sentó con mucho esfuerzo y buscó su ropa sobre el piso. Nada. Miró al viejo sofá y ahí encontró su cartera, pantalón y la vieja cadena que siempre colgaba en el cuello.
Caminó descalza y con la poca dignidad que le quedaba se vistió. Sostuvo la cadena e intentó abrocharla. Listo. Al menos ya no estaba desnuda. Su garganta sufría consecuencias y dolía como la mierda.
Con la mirada distraída en otra cosa, buscó el anillo a tientas sobre su pecho y suspiró. No estaba. Desconcertada movió sus dedos para buscarlo. Tampoco. Hasta que fijó la mirada y la sangre se le fué a los pies. No estaba. El anillo no estaba.
El maldito anillo herencia de su tatarabuela no estaba. ¡Mierda!
Había perdido el poco color que quedaba en sus mejillas, su cuerpo ahora estaba despierto, a decir verdad, había pasado de un estado casi en coma a uno de alerta extremo.
Como si un león estuviera acechando. Las piernas las sentía como gelatina y su garganta se quejó. Se inclinó sobre el sofá para buscarlo, bajo de el y registro sus bolsillos. Nada. Necesitaba volver el estómago, las malditas náuseas.
Corrió a la primera puerta que vió y tropezó con algo en el piso. Normani, su mejor amiga dormía plácidamente, abrazada a sus propias piernas y olía terrible.
La saltó y alcanzó a llegar al inodoro. Las copas de vodka y tequila ahora estaban saliendo de su cuerpo, arcadas y leves mareos.

-Por dios. Suplicó.

Esto estaba terrible, el maldito fin de semana para descansar había sido un infierno, un error y una mala decisión.
Las pequeñas imágenes de la noche anterior la invadían y su conciencia ahora le reclamaba sin parar.

-¿Que diablos hice? Susurró una vez dejo de votar todo eso de su organismo.

Normani estalló en risas, a carcajadas.

-Lau, ¿Que hicimos? más bien.

Lauren no se sentía tan satisfecha como ella, estaba preocupada y el vacío en su estómago se hizo grande. Todo estaba mal.
El anillo no estaba en su sitio habitual. Era urgente encontrarlo y colgarlo a su cuello para sentirse mejor. No importaba que no sabían donde estaban, con quién, porque y ni haber perdido su dinero.

-Levanta el culo Mani, he perdido algo más aparte de mi dignidad.

-¿De que hablas? Su amiga se recargó aún sentada en la pared más cercana y cerró sus ojos.

-El anillo, Mani, el anillo que le iba a dar a Jade en unos días no esta.

Normani abrió sus ojos y pensó con dificultad.

-Venga debes buscarlo bien, quizás esta en el resto de tu ropa.

Con la mano en el pecho y miedo salió del baño para buscar el dichoso anillo.
Dos horas después de registrar cada rincón de esa habitación se dió por vencida. Mani la miraba preocupada.

-¿Cuanto dices que vale esa mierda?

Sostuvo su cabeza, el valor ni siquiera se medía en dinero, era algo mucho más significativo, se trataba de sentimientos y el mejor regalo que le había dado su abuela hace años.

-Demonios. Gritó desesperada.

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