Una semana más

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11 de Julio 2014
Miami

Camila

-Cariño deberías dejar de morderte los labios así, es un lugar público y solo deseo besarte de una forma incorrecta.

Las palabras de Bill en mi oído me hacían despertar de mis pensamientos, se cumplían varias semanas y aún no podía sacarla de mi cabeza.
Sonreí en su mejilla antes de dejar un suave beso, no podía soportar pensar en alguien más cuando estaba con él, últimamente la única forma de mantenerme cuerda era tener su contacto​.

-Ya no lo haré, voy al tocador, con permiso. Dije al resto de personas en la mesa, mi cuñada y su novio junto a otros dos muy buenos amigos de ambos, Jackson me regaló una sonrisa, ellos habían decidido invitarnos a tomar algunas copas. Desde luego Bill se había ofrecido a acompañarme pero me negué. No podía caminar de su mano pensando en que morderme el labio antes era por que necesitaba el contacto de otros. Por dios. Suspirar profundamente y seguir era lo que me quedaba.
Tomé unos largos minutos para relajarme dentro del baño y al salir me topé con Jackson.

-¿Estas muy rara Camila? Dime que te pasa.

Sonreí de manera nerviosa y le pedí mucha discreción.

-Dale, que tu novio ya se dió cuenta, de hecho lo comentó en el mismo instante en que dejaste la mesa.

En el baño había decidido dejar ese tema atrás y los mismos ojos verdes que me hacían recordar durante la madrugada lo que mi cuerpo realmente necesitaba.

-No pasa nada, estaré perfectamente en unos días.

Asintió y entró al baño de hombres sin insistir más, ya me valía con las quejas de Dinah durante el trabajo.
El resto de la noche paso sin problemas, al final el resto se quedó con la idea de ir a bailar un poco, pero yo me negué, quería dormir y olvidar todo el alboroto sobre mi cabeza. Bill intentó convencerme de dormir con el al menos esa noche pero ni siquiera lo intenté, tenía tanto miedo de no ser receptiva a el, de tocarlo y anhelar a alguien más. Simplemente no podía.
Llegué a mi departamento bien ubicado, maso menos a corta distancia de la playa y una vista hermosa. Mi trabajo permitía que pagará tal lugar. En un inicio había sido Dinah la que vivía ahí pero ella decidió comprar otro más y rentarme este cuando salí de la casa de mis padres.
Entré a la sala y dejé mis zapatos sobre la entrada, me sentía muy cansada y eso que faltaban dos días para el fin de semana. El piso de algún tipo de madera sonaba en cada paso que daba. Además del sonido del aire acondicionado se escuchaba mi respiración entrecortada. Había tratado de subir las escaleras y distrarme. Utilizaría el ejercicio como una buena excusa.
Caminé a mi habitación y miré el maldito anillo sobre mi mesa de noche. Había comenzado a desvestirme, mi ropa era innecesaria ahí si estaba sola. Quedé en ropa interior y una vez llegué a la cama lo tomé entre mis dedos. Era muy hermoso y debía valer bastante dinero. Por mi mente pasó la idea de venderlo y pagar buena parte de mi nuevo auto. Pero al pensar que algún día me encontraría a esa chica ¿Como le iba a explicar que lo tiré o que lo vendí para mi beneficio?
Nada de eso. Lo miré de cerca y miré dos iniciales en el reverso. LJ.
Debían ser sobre dos personas o solo de una pero ya no estaba preparada para seguir pensando. Con seguridad lo llevé a mi joyero y con cuidado lo dejé ahí. Quizás pronto sabría de quién era y podría devolverlo.
El dolor de cabeza comenzó cuando pensé en la boda, tenía un significado más profundo.
Nunca volverás a ver a esa chica, tranquila, no tienes planes de boda próximos. Puedes fácilmente tratar de olvidar y pensar positivo, el matrimonio no fué válido. Dije en mi cabeza.
Levanté las sábanas en mi cama y me metí ahí, apagué por fin las luces y todo quedó oscuro. Enfoqué mi vista en el techo.
Y de pronto pude recordar un poco más.
El techo era lo primero que había visto esa mañana.
Tenía una mano sobre mi vientre, era pálida y con las uñas muy bien cuidadas. Busqué la razón de ese tacto y la pude ver un poco más sobria. Era hermosa. Tenía su cabello negro expandido sobre la almohada y sus pestañas risadas chocaban con la piel de sus mejillas. Seguí viéndola y me saludaron sus deseables labios. Dios. Recuerdo haber gemido y temí despertarla pero no parecía muy receptiva al ruido. Seguí hacía abajo dándome cuenta de que estábamos enredadas con las mismas sábanas. Su respiración era lenta y cerca de llegar a sus nalgas no pude evitar tocar la curva de su espalda baja. Despacio y con cuidado. Finalmente miré sus piernas descubiertas, bien torneadas. Desperté de mi ensueño y me ví saltando de la cama muy asustada. Me había acostado con ella, yo lucía igual, desnuda y con el cabello alborotado. Busqué el baño y una vez lo encontré y abrí la puerta me arrepentí, había una mujer sobre el piso, desnuda al parecer y profundamente dormida. Mis amigos. Pensé. Los busqué ahí pero no había nadie.
Alguien abrió la puerta de golpe y era Dinah.

-Demonios, me asusté, tranquila ya se dónde estamos, vamos vístete tenemos que irnos ya.

Debió haber visto mi cara de angustia y se apiado de mi. Coloqué mi ropa de manera torpe y sin percatarme de nada más. La miré. Sentía unas ganas enormes de quedarme ahí y besarla una vez más, tal vez pasar más tiempo a su lado pero ganó mi miedo. No sabía quién era, sólo que era la mujer más hermosa que jamás conocía. Horas después, sobre el primer vuelo a Miami, miré el anillo en mi dedo.
Salí de mis recuerdos y golpeé mi  cabeza, se suponía que no pensaría más. Pero fallé cuando las cortas y repentinas imágenes​ volvían. Está vez de los momentos en que me había tocado. Jamás sentí algo así.
Sin pensar más quité la sábana de mi cuerpo y miré mis pezones erectos. No sabía que rayos hacía pero si que lo quería. Con entusiasmo arrastré mis manos hacía mis pechos y los apreté, justo al momento en que recordé como había quitado mi sostén y antes de lanzarme a la cama. También me besaba el cuello y llevé una mano al sitio. Acaricié con paciencia ambas partes de mi cuerpo y suspiré.
Era tan sencillo fantasear con ella, imaginar que sus manos me tocaban como aquella noche, los pequeños fragmentos en mi memoria me ayudaban bastante.
Mordí mi labio con insistencia imaginando que eran sus labios. Dios mío. Luego en una forma de callar todo eso me traté de imaginar a Bill tocándome pero fue inútil. No podía.
M

is manos llegaron hasta mis bragas y metí una de mis manos sin dudar. Quería relajarme, seguir pensando en ella y sus ojos.
Estaba demasiado caliente como para abandonarlo. Acaricié con mis dedos mi parte más íntima, estaba sensible y demasiado húmeda. Lista para ella. Me dije en la mente.
Pasé lentamente los dedos por los pliegues y llegué hasta mi clítoris, demasiado rígido y a la vez suave. Los minutos pasaban y ya no era consciente de lo que hacía. De un momento a otro introduje dos dedos en mi centro y comencé a moverlos desesperada, la veía a ella, ansiosa por besarme por tomarme y hacerme gritar.

-Hazlo cariño, córrete.

Fácilmente pude identificar​ esa voz ronca sobre mi oído.
Llevé mi otra mano a mis pechos y apreté, ella había hecho lo mismo. Llevarme al límite. Estaba sudando y quería que me tocará, quería sentir el roce de su piel desnuda junto a la mía. ¿Como era posible desear tanto a alguien?
Gemí fuerte al sentirme completamente llena. Mis dedos se sintieron atrapados y la imaginé besando mi cuello y susurrándome en el oído.
Todo era tan real que temía abrir los ojos por que sabía que todo era parte de mi fantasía. La más bella fantasía sobre la cama.
Estaba más relajada pero confundida como nunca lo había estado.
Necesitaba recordar su nombre para poder gritarlo cada noche que quisiera hacer eso. Para poder imaginar llamándola en la mañana y jugar con su cabello.
LJ. Las iniciales, me dejé llevar por instinto y decidí llamarla así.
LJ, solo esperaba poder verla una vez más.

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