Sin palabras

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1 de Enero 2017
New York

Lauren

Quería hablar lo juro pero estar frente a ella de pronto había hecho una impresión demasiado grande en mi. Ella tampoco dijo nada.
Salí de la habitación casi cayendo y en modo zombie caminé hasta el sitio donde Keana dormía. Mani caminó tras de mi y finalmente me alcanzó en ese sitio.

-Lauren, es ella, la chica de las Vegas, la que tiene tu anillo.
Dijo casi sin creerlo y Keana se sentó en la silla. El maldito anillo ya no me importaba. Sólo que estaba unida con alguien desde hace años y en medio de aquel tiempo no me había puesto a pensar en eso abiertamente. Yo sabía que lo estaba pero mi necesidad por llevar una vida diferente a la que me negué me encontraba sumida en un vacío demasiado grande. Como queriendo sentir que solo era yo. Que no había necesidad de conocer a una persona con la que pase una increíble noche y que había huido sin más, solo dejándome dudas de las que estaba segura haberme olvidado, no era así. Solo bastó tener su rostro frente a mi para recordar todos esos sueños ocultos, en una cama y los gemidos altos que ambas soltamos apenas tocarnos. ¿Quien era ella? ¿Porque aparecía ahora en mi vida?

-¿Que has dicho morena? Preguntó bostezando. Me gustaría poder dormir como ella, pero era imposible, había encontrado a la chica, estaba ahí y con un brazo roto.

-Que Lauren encontró a la chica con la que se casó hace años, está aquí en el hospital.
Mani no estaba menos asustada que yo, tenía la cara de impresión más grande de la historia aunque a fondo sabía que quería soltar una risa interminable por mí situación sorpresiva.

-Espera. Dijo Keana y abrió los ojos de golpe. -¿Es un hospital? Diablos. Buscó heridas en su cuerpo pero una vez nos vió a todas sanas se recostó otra vez.

-Solo tiratela Lauren, es tu esposa y recuerdo cuanto fantaseabas con ella.
Casi la pude golpear pero Mani intervino.

-Dios no es el momento, debes llenar todo lo que dijo la enfermera. Con las manos temblando me acerqué a la enfermera y llené algunos datos para la cirugía.

-Llevaran a su esposa a quirófano en unos minutos, ustedes pueden esperar en la habitación. Con un montón de dudas quise asegurarme de que estaba bien para la cirugía y caminé de nuevo a la habitación. Entré despacio y me miró de la misma forma. Yo preocupada por la salud de mi esposa, que tontería. Los años me habían enseñado a que yo era más feliz sola. Ahora...

Con algo de inseguridad me acerqué hasta la cama. La pude mirar mejor. Su cabello seguía igual de largo que hace años. Los mismos ojos y labios. Recordé cuanto la había besado. Sus manos y aquel aparato en su brazo. Debía ser algo grave para tener que hacer una cirugía.

-Se que no es momento, pero debo asegurarme de que mi amiga esta bien. Dijo sacándome de órbita. Su voz sonaba con miedo, claro ni ella ni yo nos conocíamos y de repente teníamos que lidiar con esto. Camila comenzó a hablar y yo me quedé sin palabras. Asentí y la miré más. -¿Puedes preguntar por ella? Por favor, estaba conmigo en el taxi y quiero saber que esta bien antes de entrar a quirófano.

-¿Porque no les dijiste de tu familia. Aclaré mi garganta. -Es decir, debiste contactar con alguien más. Sugerí tratando de sonar lógica y librarnos a ambas de estar juntas.

-Apenas he despertado y me han dicho que aquí estaba mi esposa, créeme estoy igual de sorprendida que tu.

Mordí mi labio ansiosa y dí varias vueltas en el sitio, quería decir tantas cosas al mismo tiempo pero no podía. Así que salí atendiendo a lo que me pidió. ¿Que más podía hacer?
Su amiga estaba en otra habitación y seguía inconsciente, nada grave pero tenía un golpe fuerte en la frente, según la enfermera que cuidaba de ella, despertaría en unas horas más.
Fuí a donde Camila otra vez. Cuando entré ella dejó de quejarse por el brazo y limpió sus lágrimas. Esto era tan extraño. Debía consolar o preguntar si podía hacer algo más por ella.

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