Marlene.
Viernes, cinco de enero.
Estaba en el jardín. La brisa fresca de la mañana ocasionaba que las rosas y flores se movieran. Mi cabello castaño oscuro seguro estaba alborotado por culpa de la misma. Intentaba concentrarme en el libro que sostenía en mis manos, y no lo conseguía.
Sentí nostalgia. Deseaba ser como ellas, no tener ataduras y mucho menos órdenes que seguir. Era trágico que a mis veintidós años no conociera la verdadera felicidad, debido a que solo podía disfrutarla durante un lazo corto de tiempo. Siempre ocurría algo que arruinaba mis días más felices. Estaba incompleta, y sabía perfectamente porqué. Odiaba reconocerlo en voz alta mas no podía ignorar esa sensación.
Cerré el libro y me dispuse a entrar a la casa. Observé el césped mientras caminaba. Mi teléfono sonó, y lo tomé de inmediato al leer el nombre de quien me llamaba. Siempre me llamaba o aparecía cuando me encontraba pensando en él, era algo que todavía no comprendía.
-Hola -contesté dejando salir un suspiro. Él era una de las razones por la cual mi autoestima estaba por el piso. Por algún motivo una parte de mí me hacía pensar que no era suficiente, que quizás no poseía los atributos necesarios para hacer que nunca apartara sus ojos de mí.
-A penas son las diez de la mañana, y ya estás desanimada -intuyó al escuchar mi voz.
-No estoy desanimada -mentí. Continúe caminando, y meditando lo mucho que me conocía como para darse cuenta con tan solo escuchar mi voz de mi estado de ánimo.
-Marlene, te conozco. Algo te inquieta -comentó.
Sonreí con amargura por sus palabras. Él no me conocía a la perfección como creía, estaba cambiando poco a poco... Mis sentimientos estaban siendo transformados por culpa de su comportamiento, y él no lo notaba, ya que apenas compartíamos un mal día. Siempre estaba ocupado, y a veces no nos veíamos durante semanas.
-Estoy bien -fingí estar alegre. La verdad era que me estaba derrumbando por dentro.
- ¿Qué vas a hacer hoy? -cuestionó.
- ¿Me vas a invitar a salir? -pregunté con una pizca de esperanza. No podía negar que a pesar de todo continuaba amándolo. Era consciente de sus fallos, y que no dejas de amar a una persona de un día a otro. Deseaba poder deshacerme de todo lo que sentía por él, pero era imposible. No era nada fácil.
-No, sabes que estoy muy ocupado. Mi padre está abusando de mí - contestó.
Un nudo se formó en mi garganta. No estaba mintiendo, era consciente de que su padre estaba midiendo sus capacidades, y sobre todo, la manera en que se desenvolvía ante un problema y los socios. Sin embargo, anhelaba que ese proceso de prueba que estaba enfrentando terminara, y todo volviera hacer igual que antes. Necesitaba que tuviera tiempo para mí.
Ya teníamos dos años y algunos meses de "relación", y todo era muy diferente a cuando iniciamos a salir. Las cosas cambian, y lo sabía. Sin embargo, mi conciencia me gritaba que no era un simple cambio, sino que lo nuestro se estaba destruyendo poco a poco por su culpa, o eso creía. No me atrevía a decírselo, y mucho menos a admitirlo en voz alta. Solo guardaba todo en mi interior, sin saber hasta cuándo soportaría ese gran peso y angustia.
-Ya lo sé -me percaté de que me detuve y retomé mi caminata.
- ¿Estás enojada? -inquirió. Noté preocupación en su tono de voz. Lo malo era que esos pequeños detalles ya no causaban efecto.
-No, es sólo que... -no pude terminar la frase. Se había convertido en algo bastante complejo expresar mis emociones.
- ¿Qué? -preguntó un poco enojado. Él detestaba que le ocultara las cosas.
-Nada. Olvídalo -me detuve enfrente de una de las puertas traseras.
- ¿Qué vas a hacer hoy? -volvió a preguntar.
-No tengo planes.
-Vete de compras con tus amigas -sugirió, pero sonó más como un mandato.
-No quiero...
-Nada de peros -me interrumpió. -Debes divertirte. Si no lo haces, voy a enojarme contigo. Llamaré a tu madre en la noche para confirmar si saliste -advirtió. Estaba preocupado de nuevo, pero eso no era suficiente.
«Deberías llamarme a mí», pensé.
-Mi amor, quiero quedarme en casa -intenté persuadirlo sonando agotada.
-Espera un momento. Ya voy -le dijo a alguien-. Lo siento, Nicolás me está llamando. Hablamos luego, y recuerda hacer lo que te dije. Te amo -colgó sin dejar que me despidiera, aunque ya me había acostumbrado a eso: llamadas que duraban menos de diez minutos, que colgara de repente, y que no habláramos en varios días a causa de su falta de tiempo o cansancio.
Miré el aparato electrónico, y mis ojos se humedecieron, comprendía su situación, pero continuaba siendo complicado. Y más desde que descubrí que me engañó hace unos meses, no lograba evitar que todo lo que hacía, más el poco tiempo que me dedicaba, me afectaran hasta el punto de deprimirme y arruinar mi día. Y por esos motivos quería alejarme de él.
Entré a mi hogar y subí las escaleras. Estaba a punto de ingresar a mi habitación cuando observé a Mercedes, mi madre, acercándose a mí.
- ¿Qué haces con esa ropa? -Interrogó Mercedes después de analizar mi atuendo.
-Me siento cómoda con ella -miré mis jeans rasgados, la blusa de tirantes y mis sandalias.
- ¡Por Dios! Quítate eso. No es algo adecuado para ti -demandó.
Constantemente me recordaba que era la única representante de nuestra familia, y la novia del futuro presidente de una empresa prestigiosa. Debía mantener una apariencia adecuada la mayor parte del tiempo, sin embargo, en ocasiones mi pereza y desanimo no me ayudaban.
-Nadie me está viendo -me encogí de hombros. Como hija única tenía que ser una digna representante de mi apellido.
-Puede haber un paparazzi rondando por ahí aunque no lo veas. ¡Cámbiate! -Ordenó antes de marcharse.
Mi madre no entendía que no pertenecía al mundo del entretenimiento, y por lo tanto, nadie me seguía con frecuencia. No me permitía vestirme como quería. La mayor parte del tiempo usaba ropa extravagante; parecía modelo de pasarela. Eran bonitas y no me podía quejar, sin embargo, había días en los que quería estar con ropa más ligera. Al menos de esa forma me sentía libre.
En la tarde le envíe un mensaje a Jessica, una de mis mejores amigas y con la que más compartía. Estuvo dispuesta a salir conmigo. Fue entonces cuando decidí darme un baño y cambiarme la ropa.
***
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Espero que disfruten leer esta historia. 😘😘😘😊
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[Completa] ¿Yo me opongo?
RomanceMarlene Baker está completamente enamorada de su novio, pero desde hace un tiempo su relación es un total desastre. La felicidad, el amor y el tiempo que pasaban juntos han sido sustituidos por lágrimas y mentiras...