28. Felicidad efímera.

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Marlene.

Jueves ocho de febrero.

— ¡Listo! —Exclamé con mucho entusiasmo, al terminar de ponerme el delantal. Ya tenía todo lo que iba a necesitar medido y colocado cerca de mí.

Las empleadas hacían los deberes que les correspondían después del desayuno. Mercedes probablemente había salido a reunirse con sus amigas como todos los jueves, y Carlos debía estar a punto de llegar a su oficina.

Mezclé las dos tazas de harina, el bicarbonato y la sal, mientras la mantequilla se derretía en el microondas. Después de unos minutos de mover los ingredientes, dejé que reposara. Me coloqué los guantes de cocina, y saqué la mantequilla derretida del microondas para que se enfriara un poco.

Mi celular sonó. Leí el nombre de Taylor en la pantalla, y active el altavoz.

—Hola. —Contesté, al mismo tiempo que buscaba la batidora.

—Hola, hola, hola —respondió. Su lado infantil siempre salía a flote.

— ¿Tú los hiciste? —Indagué, refiriéndome a las fotos que me había enviado a las siete de la mañana en ropa interior, mostrándome los planos de la que iba hacer nuestra futura casa.

— ¡Por supuesto! No dormí toda la noche para poder terminarlos, y ahora tengo unas enormes ojeras —suspiró tan fuerte que logré oírlo a través del teléfono—. No olvides que estudié arquitectura.

—No lo olvidé.

Vacié la mantequilla derretida en el vaso, el azúcar, la canela en polvo, un huevo, una yema extra, y vainilla, para luego encender la batidora.

— ¿Y ese ruido? ¿Estás en la cocina? —Interrogó horrorizado.

—Sí. —Apagué el aparato cuando la mezcla se volvió suave y cremosa.

— ¿Ya evacuaron tu casa? —Inquirió entre risas.

—No te burles de mí. Tal vez no sepa mucho cocinar, pero hay algo que sé hacer muy bien. —Busqué la harina que había preparado, y le agregué la mezcla que acababa de hacer.

— ¿Galletas de avena? —Percibí lo feliz que estaba por el tono de su voz. Eran sus galletas preferidas.

— Ajá —también agregué avena y muchas pasas al recipiente—. Y por burlarte de mí, no te voy a dar.

— No eres capaz de hacer eso. Sabes que me encantan esas galletas, y más si son caseras.

—Tal vez te lleve algunas a tu departamento —dije, fingiendo estar todavía enojada.

—Por eso te amo. Si quieres puedes venir a partir de las seis. Voy a colgar para que te concentres más —escuché el sonido de un beso.

Después de colocar sobre la bandeja metálica la masa de forma estratégica para evitar que se pegaran. Las entré en el horno ya precalentado, y horneé las galletas durante catorce minutos.

***

Me escondí detrás de una pared, mientras observaba meticulosamente desde la distancia a la chica que tocaba varias veces el timbre. Pulsaba los botones para ingresar la contraseña, pero la puerta no cedía.

— ¿Vas a seguir insistiendo? —Taylor apareció.

—Necesitamos hablar —trató de acercarse, pero él retrocedió de inmediato.

—Ya te expliqué la situación —Taylor estaba enojado.

—Por teléfono. —La chica continuaba dándome la espalda. Por más que intentaba ver su rostro era imposible—. No me voy a ir de aquí hasta que conversemos como es debido —el tono de su voz era débil.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora