42. Confusión, parte (II).

249 27 3
                                    

Marlene

Eran aproximadamente las tres de la tarde. Era una casa con vista al mar, y por esta razón solo se podía ver la playa desde la terraza y el pórtico; el pórtico, el lugar donde todos nos encontrábamos reunidos.

La brisa fresca impedía que sintiéramos los efectos del calor, y provocaba que mi vestido se pegara a mi cuerpo. El sonido que producían las olas al chocar con las rocas de la orilla era lo único que se escuchaba entre nosotros, pues a pesar de que la residencia estaba separada por una considerable distancia del agua, no era un lugar muy habitado, y las construcciones estaban muy separadas las unas de las otras. Era el sitio perfecto para relajarse y disfrutar de la tranquilidad, pero en esta ocasión esa escasez de ruido empeoraba las cosas.

Mis dos amigas, que todavía estaban vestidas con la ropa que les correspondía usar en la ceremonia, al igual que el chico, ocupaban las tres mecedoras que se encontraban allí. Mientras el hombre de ojos azules con apariencia de celebridad, la chica de larga cabellera negra con lentes oscuros y un extraño sombrero, aunque esto no opacaba su belleza, nos manteníamos de pie formando un semicírculo delante de las tres personas que estaban sentadas, y no los dejábamos apreciar el paisaje detrás de nosotros.

Observaba a los individuos situados a cada uno de mis costados, y podía asegurar que los conocía o por lo menos los había visto, sin embargo no sabía cuándo nos habíamos conocido ni dónde.

—Ya no soporto este silencio —se quejó Jessica—. ¿Qué esperan para explicar lo que pasó?

—Ya te lo expliqué, Jessica —le recordó el chico de ojos azules.

—A mí nadie me ha explicado nada —dije, dejando en claro que necesitaba respuestas—. Y creo que merezco una explicación clara y concisa —miré al sujeto de ojos verdes, sus ojos estaban algo inflamados, daba la impresión de que su alma ya no habitaba en su cuerpo.

—Debes hablar, Diego —Jessica suspiró—. Dudo que nos podamos ir de aquí como si nada hubiera pasado, y mucho menos sin haber aclarado las cosas.

¿Diego? Recordé de inmediato que lo vi en la mansión del Señor Jeremy Simmons. No tuve la oportunidad de hablar con él, pero Jessica y él estuvieron juntos en la pista de baile, y al otro día ella se la pasó hablando de él.

—No intentamos raptarte —aclaró Diego—. Deivi es el antiguo novio de Walkiris. Ella lo abandonó y destruyó su pobre corazón, y por esa razón, y otros motivos personales decidió irrumpir en su boda —Diego observó a Deivi esperando que se defendiera, pero él estaba ausente—. Deivi —Diego exhaló—. ¡Deivi! —Gritó, sorprendiéndonos a todos y haciendo que Deivi saliera de su trance.

— ¿Qué? —Interrogó sin ánimos, y confirmando con esto que no había escuchado nada de lo que dijimos.

—Te recomiendo que dejes de pensar en Walkiris, y te preocupes más por ti —aconsejó Diego—. Es tu deber aclarar todo y evitar un problema mayor.

—Como mencioné antes, tú nunca fuiste nuestro objetivo —inició a hablar, pero su voz era tan tenue que tuvimos que guardar silencio—. Walkiris Rogers era mi novia —me miró—. Ella terminó conmigo hace poco tiempo; todavía la amo y por esa razón no pude aceptar que se casara con otro hombre —agachó la cabeza—. Por eso intenté impedir que terminara en los brazos de otro hombre.

—Es algo difícil de creer. Sugiero que llamemos a la policía —expuso Paloma.

—Esa es la verdad —intervino Diego—. Nuestros padres no son multimillonarios, y mucho menos nadan en dinero como sus familias, sin embargo, no seriamos capaces de encerrar a alguien y pedir una recompensa —explicó un poco enojado—. Si hubiéramos querido hacer algo así, ella no estuviera libre, y mucho menos las hubiera traído hasta aquí.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora