18. Volcán en erupción, parte (I).

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Walkiris.

Miércoles dieciocho de enero.

Entré a la habitación. Abrí la puerta de uno de los armarios, y escondí la bolsa de regalo. Lo menos que deseaba era tener que explicarle a Deivi quién me dio el presente. No estaba de humor.

—Hola —dije cuando lo vi. Cerré la puerta del armario de inmediato.

—Buenas noches —saludó de mala manera, mientras terminaba de salir del baño.

— ¿Cómo te fue hoy en la universidad? —Me acerqué a él. Acaricié sus hombros, y percibí lo tenso que estaba.

—Normal. Me tocan los profesores más estrictos y aburridos los miércoles —respondió sin entusiasmos, al mismo tiempo que se alejaba de mí. Tomó unos cuantos libros de mercadeo y se dirigió hacia el escritorio que se encontraba en una esquina de la alcoba.

— ¡Me haces perder el control! ¿Qué te pasa ahora? —Interrogué molesta. Arrojé el libro en la cama.

—Te he dicho que no lances mis libros —se levantó; agarró el objeto, volví a tomar asiento, y retomó la lectura.

— ¡Te estoy hablando, Deivi! —Él continuaba ignorándome—. Te comportas como una esposa paranoica. ¿No me vas a decir por qué estás enojado?

—No tengo que darte explicaciones, Walkiris —expuso sin apartar sus ojos verdes del libro—, ya que tú tampoco lo haces.

— ¡Lo que me faltaba! —Sonreí con amargura—. A veces eres tan patético, Deivi. Estás montando todo un drama porque he estado saliendo.

—No quiero discutir —informó sin mirarme.

—No quieres discutir, pero me tratas con indiferencia, y ahora no me prestas atención —me paré a su lado esperando que me enfrentara.

—Nunca comprendes nada —me observó totalmente enojado—. El lunes desapareciste todo el día, ayer te marchaste en la tarde y llegaste a la media noche. Hoy haces lo mismo, ¿Y quieres que actúe como si nada está pasando?

— ¿No puedo salir a divertirme? —Cuestioné indignada—. ¿Qué vas hacer? ¿Me vas a prohibir salir? ¿O me vas a encadenar a la cama?

— ¡El punto no es que salgas! —Grito. Cerró el libro de un puñetazo—. La cuestión es que desapareces como por arte de magia, y no eres capaz de decirme a dónde vas. O enviarme un simple mensaje para informarme que estás bien cuando tardas horas fuera de la casa. Me preocupa tu bienestar.

— ¡Estoy harta de decirte que no soy una niña, puedo cuidarme sola! No me va a pasar nada —comencé a caminar para calmarme, mas fue en vano—. Deberías colocarme un GPS, y así vas a estar más tranquilo.

— ¡Por Dios, Walkiris! —Se puso de pie—. No es algo tan difícil avisarme que vas a salir, o enviarme un simple mensaje.

— ¡Claro que lo es! Admite de una vez que no confías en mí, y por eso me quieres mantener vigilada —le exigí.

—Eso no es verdad. Eres mi novia, se supone que es normal que me preocupe por ti —alborotó su cabello castaño a causa de la frustración.

—Siempre es la misma excusa —le recordé. Ya estaba perdiendo la paciencia—. Ya deja de justificar tus celos absurdos.

—Ya no voy a discutir más —aviso resignado. Se acostó, y cubrió su cuerpo con la sábana.

—Estoy hablando contigo, Deivi —no me hizo caso—. Ya me cansé de ti —al instante me arrepentí por haber confesado lo que sentía. Salí de la habitación, regañándome a mí misma.

«Cálmate. Cálmate. No puedes arruinar las cosas aún. Todavía nada es seguro», me aconsejé en voz baja, mientras salía del departamento.

— ¡Lidia! —La llamé, al mismo tiempo que tocaba el timbre varias veces.

—Perdón por tardar tanto, estaba en mi habitación —su larga melena negra estaba recogida con una simple cinta—. Pasa —dijo con mucha amabilidad. Sus ojos azules poseían un brillo misterioso.

—Lamento molestarte a esta hora —entré a su hogar—. Necesitaba salir de ahí lo más rápido posible —no entendía por qué, a pesar de que no me agradaba Lidia, siempre acudía a ella. Tal vez era porqué vivía justo al frente. O quizás la consideraba una amiga, y me negaba a admitirlo.

—No te preocupes, estaba chateando —me mostró su teléfono—. ¿Volvieron a pelear? —Indagó preocupada.

—Sí —fijé mi vista en la pecera—. Ya me tiene cansada. Estoy en mi límite —confesé. Tomé asiento al lado de Lidia en el enorme sofá blanco.

—Están discutiendo muy seguido —comentó, soltando un pequeño suspiro—. Deivi es un buen chico. Él te quiere mucho, y por eso se preocupa tanto.

—Eres una ingenua —declaré.

Deivi podía considerarse un hombre dichoso. La única razón por la cual lo consideraba, era porque me ayudó en un momento bastante difícil.

—No creo que pueda resistir estar con él por mucho más tiempo —anuncié, al recordar que mi plan estaba funcionando. Sin embargo, no podía cantar victoria.

— ¿Vas a terminar con él? —Cuestionó sorprendida.

—No —conteste de inmediato—. No era mi intención decir eso, lo que pasa es que estoy muy estresada por culpa de nuestras disputas diarias.

— ¿Estás segura? —Sus ojos azules se clavaron en mí.

— ¡Sí! —Respondí con el ceño fruncido—. Mejor me voy —informé, antes de salir prácticamente huyendo.

No podía creer que fui capaz de revelarle algo tan peligroso a Lidia. Debía ser cuidadosa, no podía destruir todo sin estar segura de que él ya estaba loco por mí. Desde ese momento me iba a mantener alejada de Lidia.

***

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[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora