56. ¿Dónde estás?

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Marlene

Apenas estaba empezando el mes de mayo, y las cosas no podían estar de peor manera.

Caminaba de un lado a otro en la sala, mientras Diego y Lidia me observaban, tratando de comunicarme por cuarta vez con Deivi en ese día. Pero al igual que las veces anteriores mi llamada fue dirigida directamente al buzón de voz.

—Sigue apagado —informé, alejando el celular de mi oreja. Aunque todos éramos conscientes de que Deivi había desaparecido y no quería que dieran con su paradero.

—Nunca pensé que él fuera capaz de hacer algo tan cruel —Se quejó Lidia, al mismo tiempo que sollozaba. — ¿Acaso no pensó en la posición que estaríamos si desaparecía justo después de su muerte? —Empezó a llorar, y sin ninguna explicación corrió hacia su departamento.

Estaba igual o más preocupada que Lidia, pero no quería llorar, no tenía derecho a hacerlo. Solo me sentía culpable por no poder ayudar a Deivi lo suficiente como para que no decidiera marcharse de repente. Me conformé con acatar sus órdenes cuando nos echó de su casa hace unos días, y eso me estaba matando lentamente.

Él había sido tan bondadoso y amable conmigo cuando era prácticamente una desconocida, sin necesidad de comportarse así. Me ayudó y estuvo siempre disponible para mí en uno de los momentos más críticos y decisivos de mi vida. Sin embargo, yo me conformé con darle el supuesto espacio que necesitaba y llamarlo todos los días. Y era obvio que eso no había servido para nada.

Me senté en el sofá grande. Aunque no deseaba hacerlo porque mis pensamientos negativos se aprovechaban de mi calma para hacer de las suyas. Pero mi cuerpo demandaba un descanso. Me la pasaba caminando de un lado a otro durante gran parte del tiempo, y no descansaba hasta que mi cuerpo me lo exigía con urgencia.

Enlacé mis manos sobre mi regazo. De inmediato me empecé a sentir inquieta. Todos nos encontrábamos nerviosos y en espera de ver a Deivi atravesar la puerta; por esa razón nos reuníamos cada día en su casa, ya que por suerte Diego poseía una llave de repuesto. Hasta Jessica y Paloma formaban parte de la reunión hasta cierto punto, sus deberes no le permitían pasar mucho tiempo con nosotras.

Además de la preocupación, nos unía un pensamiento. Aunque nadie se atrevía a decirlo en voz alta. Manteníamos la esperanza en que Deivi no tomaría una decisión equivocada.

—Nosotros también deberíamos irnos —expuso Diego. Se encontraba sentado en uno de los bancos que formaban parte de la barra que separaba la cocina de sala.

—Son apenas las cuatro —comenté con el ceño fruncido, después de haber visto la hora en el reloj que se encontraba en la cocina.

Lo miré con cautela por el rabillo del ojo. Diego era un chico amable y carismático. Mas, su comportamiento y personalidad había cambiado drásticamente en los últimos tres días. Cada día llegaba, ocupaba el mismo banco y nos observaba en silencio. Se limitaba a decir frases cortas o utilizar su cuerpo para responder a nuestras preguntas.

— ¿Qué estabas pensando hace un momento? —Inquirió. Me estremecí por la forma tan tenebrosa con que me miraba.

—Estaba... —medité mis palabras. Diego era el mejor amigo de Deivi y por eso tenía que tener cuidado al expresar mi inquietud—. Me siento culpable —tuve que admitir. —Tal vez si hubiera actuado de otra manera Deivi estaría con nosotros. Me atormenta saber que pude hacer algo más por él, y solo me conformé con seguir sus mandatos —acaricié mis piernas con mis manos; estaba nerviosa. —Me duele no haber podido ayudarlo.

— ¿Eres estúpida? —Interrogó sin una pizca de remordimiento—. No podías hacer nada. Entiende que ninguno de nosotros era capaz de obligarlo a permanecer rodeado de personas cuando estaba tan afligido —explicó con rostro inexpresivo. —Cuando estás triste y al borde del abismo lo que menos quieres es personas que te motiven a seguir adelante, ya que esas personas no entienden tu dolor —suspiró. —Intervenir en sus acciones y decisiones era algo que no podíamos hacer —comentó, apoyando su mentón en una de sus manos.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora