Marlene.
Mi cuerpo estaba tenso y frío. Sabía hacia dónde íbamos. Entré a la limusina creyendo que Jessica y Alfredo ya estaban ahí.
—Deberíamos regresar a buscarlos —fuimos de los primeros en retirarnos del lugar. Existía la posibilidad de que ellos todavía estuvieran en la mansión del señor Jeremy Simmons.
—No te preocupes. Mira —me mostró su celular. Estábamos sentados uno al frente del otro.
Alfredo: Acabo de dejar a Jessica en su casa. Estoy en un taxi camino a la mía.
Al parecer su celular estaba en silencio, pues no se dio cuenta de que antes de apartar el teléfono de mi rostro: apareció el nombre de Damaris en la pantalla. Él bloqueó el aparato sin mirarlo, y yo no me atreví a decirle que ella lo estaba llamando.
«¿Es una de sus amantes?». Esa pregunta estaba plasmada en mi mente y no me dejaba tranquila.
Agradecí que no estuviéramos en el mismo asiento. No quería que descubriera lo incómoda que estaba.
— ¿No vas a salir? —Taylor ya estaba de pie en la acera. Estábamos en el edificio donde se encontraba su departamento.
Salí de mi trance, y tomé la mano que me ofreció. Mientras caminábamos hacia la puerta de cristal, la solté. Taylor presionó el botón del séptimo piso cuando estábamos en el elevador. Luego, caminamos hacia su departamento.
—Entra —me invitó a pasar sosteniendo la puerta. Lo hice, aunque eso no era lo correcto.
— ¿Tienes hambre? —Se quitó el saco. Yo continuaba parada al lado de la entrada.
—Comimos en la fiesta, Taylor —jugaba con mis dedos. Quería salir corriendo.
—Cierto —rascó su nuca. La tensión se podía palpar en el lugar—. Si quieres puedes darte una ducha y cambiarte. Hay mucha ropa tuya en mi armario.
—Taylor —lo llamé en voz baja, cuando comenzó a llevarme hasta su habitación. Encendió la luz y abrió uno de los armarios.
—Mira, es una de tus pijamas —me enseñó la prenda.
—Taylor —mordí mi labio inferior con fuerza—. ¡Taylor!—A ambos nos sorprendió el tono elevado de mi voz—. Quiero irme a casa. No me siento cómoda aquí —expuse con calma.
—Otra excusa —sonrió con amargura. Tenía razón, y decidí no llevarle la contraria.
—Lo siento —salí de su alcoba. Sabía que si pasaba la noche con él, iba a flaquear, y eso era lo que menos deseaba. Casi un mes de esfuerzos iba a ser desperdiciado.
—Por favor, quédate conmigo —suplicó en voz baja. Estaba a punto de salir—. Cada vez que me evitas siento como si me clavaran una daga en medio del pecho —tomó mi mano y me giró hacia él. Sentí como un nudo se formó en mi garganta. Mis sentimientos me convertían en alguien débil.
Me mantuve alejada de él para que no me lavara el cerebro con sus palabras. Definitivamente había fallado, no conseguía evitar caer en su red.
—Taylor, no puedo... —colocó uno de sus dedos sobre mis labios sin soltar mi mano, y acortó la distancia entre nosotros.
—Te lo ruego —el tono frágil de su voz logró conmoverme—. Te prometo que no te voy a tocar, sólo vamos a dormir. Lo juro.
Era tan fácil de convencer. Ver sus ojos marrones cristalizados, sumado al tono triste de su voz; bastó para que los esfuerzos de casi un mes estuvieran en peligro de ser deshechos.
Odiaba esa parte de mí que se aferraba a él con locura, se negaba a ser libre y romper las ataduras. Se negaba rotundamente a vivir sin él. Prefería mil veces sufrir y sucumbir a su lado.
—Sabes que cumplo mis promesas —besó brevemente mis labios.
—De acuerdo, pero si te atreves a tocarme, me voy a ir sin importar la hora que sea. Y hablo en serio —Taylor asintió.
Caminamos de nuevo hacia su habitación. Cuando entramos, observé la enorme cama, su Laptop estaba sobre ella. Desde el treinta y uno de diciembre no visitaba su apartamento. Estaba disgustada con él por el asunto de la foto, pero acepté porqué era su cumpleaños.
Puse mi pequeño bolso sobre una de las mesitas al lado de su cama para tomar el pijama que me estaba ofreciendo. Me percaté de que había mucha ropa que me pertenecía en su armario.
—En el baño hay toallas limpias —se quitó el pantalón de tela fina. Tuve que desviar la mirada cuando se quedó sólo con sus boxers y la camisa blanca desabrochada—. ¿Qué esperas para ir a bañarte? También quiero hacerlo —me regañé por no poder contener las ganas de observarlo.
Saqué mi teléfono del bolso y me dirigí hacia el baño, mientras él se arrojó sobre la cama y tomó su Laptop.
Jessica: Gracias por dejarme tirada. Alfredo y yo tuvimos que tomar un taxi. Esta es la última vez que te ayudo. ¿Estás con Taylor?
Yo: Lo siento. Luego te explico lo que pasó. Y sí, estoy con él.
Jessica: ¿Ya están teniendo sexo?
Jessica: Acabo de hacer una pregunta incoherente. Si estuvieran haciéndolo, no me escribirías.
Jessica: Te daré un consejo. ¡Huye! ¡Escapa de ahí rápido!
Yo: No puedo. :(
Jessica: No te preocupes por la hora. Yo te puedo pasar a buscar, pues supongo que no quieres llamar a tu casa tan tarde.
Yo: No es necesario. Voy a pasar la noche aquí. Taylor me prometió que no iba a tocarme.
Jessica: ¿En serio le creíste? Lo mismo le dijo mi padre a mi mamá. Y ahora tienen una hermosa hija llamada Jessica.
No puede evitar soltar una carcajada que resonó dentro del baño. Por eso quería tanto a Jessica, era capaz de animarme sin importar lo mal que me sentía.
— ¿Marlene? —interrogó Taylor. Su voz fue acompañada por un pequeño golpe en la puerta.
—Lo siento. Ya me voy a bañar —agarré mi cepillo de diente. Abrí la puerta por unos segundos, y dije: —. Tenemos que cambiar los cepillos.
Yo: Hablamos mañana. Te explicaré todo cuando nos veamos.
En menos de diez minutos salí del baño, pues obviamente, antes de ir a la fiesta de cumpleaños había tomado una ducha. Sólo quería refrescarme e imaginaba que Taylor también.
Me acosté rogando que nada pasara, y que Taylor cumpliera su promesa.
***
Recuerden: votar y comentar.
¿Creen que Taylor va a cumplir su promesa?
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[Completa] ¿Yo me opongo?
RomantizmMarlene Baker está completamente enamorada de su novio, pero desde hace un tiempo su relación es un total desastre. La felicidad, el amor y el tiempo que pasaban juntos han sido sustituidos por lágrimas y mentiras...