24. Estrés y deseo.

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Walkiris

Observé mi reflejo en el espejo llena de euforia, por lo bien que me quedaban los mechones rubios.

— ¡Es maravilloso! —Exclamé. Refiriéndome a la combinación perfecta entre mis rizos castaños y los mechones rubios—. Muchas gracias —le sonreí a la chica que había transformado mi cabello. Me fascinaba mi nuevo look.

—Gracias a usted por preferirnos —la joven también sonrió.

Tomé las bolsas que contenían la ropa que había comprado antes, y salí del salón de belleza. Miré a mí alrededor; el centro comercial era enorme, y no lograba decidir a qué tienda ir.

— ¡Walkiris! —Escuché mi nombre, y mi cuerpo empezó a enviar señales de alerta. Busqué de manera frenética al dueño de esa voz, temiendo que fuera Deivi. No me convenía que iniciara un espectáculo en un lugar donde asistían tantas personas importantes—. Walkiris —reconocí que era una voz femenina. Suspire aliviada al ver a Perla, y confirmarlo. Mi cuerpo que anteriormente estaba tenso, regresó a su estado natural.

—Hola —saludó. Su novio agitó la mano. No importaba cuantas veces lo viera, él continuaba pareciéndome intimidante.

—Hola —dije cortante. Hace mucho tiempo había decidido alejarme de ella. No soportaba que me opacara. Ella era muy bella, y los hombres caían rendidos a sus pies por ese simple hecho. Incluso en la agencia de modelaje conseguía más contratos que yo, pero eso pronto iba a cambiar—. Voy a comprar...

—Necesito hablar contigo —me interrumpió. Perla le dijo algo al oído a su novio, y luego se dieron un pequeño beso.

—Podemos hablar en otro momento. No es necesario terminar su cita —le sugerí. En realidad no quería hablar con ella.

—Es algo importante. Además, él tiene que ir a trabajar —el novio de Perla había desaparecido entre la gente—. Vamos a entrar a esa tienda —señaló.

—Bienvenidas —Entramos, y Perla fue directamente hacia donde estaban unos tacones que llamaron mucho su atención, mientras yo dejaba mis bolsas a un lado.

Visualicé su figura desde atrás. La chica morena delante de mí estaba embelesada viendo los zapatos, y yo viendo su larga melena negra, su figura esbelta, y lo suave que aparentaba ser su piel. Sin darme cuenta mis manos se convirtieron en puños.

—Deivi fue a buscarte a mi casa —se giró hacia mí—. Deberías terminar otra vez con él, pero de una forma que lo pueda entender.

—Lo haré —expuse decidida.

— ¿En serio? —Interrogó sorprendida, mientras se probaba los tacones.

—Sí. Iré a su departamento, y hablaré con él —debía solucionar las cosas con Deivi lo antes posible. No quería que arruinara mis planes.

— ¿Crees que es una buena idea? —Sonrió, al ver lo bien que le quedaban los tacones—. Lo mejor que puedes hacer es llamarlo —sugirió.

—No puedo. Mis joyas se quedaron en su casa —estaban guardadas en la mesita de noche al lado de donde solía dormir. Lo más probable era que Deivi no las había encontrado, pero era solo cuestión de tiempo para que lo hiciera.

—En un par de semanas tendrás suficiente dinero para comprar todas las joyas que desees. Ya olvídalas —le indicó a la empleaba que iba a comprar lo que se había probado—. Es desagradable encontrarte con tu ex, y más cuando su relación termino tan mal.

—No puedo olvidarlas. Son regalos de mi difunta abuela, y de mi padre —eran muy importantes para mí. Sin importar las dificultades que tuve que pasar cuando decidí convertirme en modelo, nunca pensé en deshacerme de ellas.

Salimos de la tienda. Un chico alto de ojos cafés, cabello negro, y bien parecido, pasó delante de nosotras.

—Lo estás desnudando con la mirada —dijo entre risas—. Debes aprovechar ahora que estás soltera, ya que si tu plan funciona, puedes ir despidiéndote del buen sexo —no le había contado mi plan a Perla, mas ella lo sospechaba.

Continúe admirando al chico, y sin darme cuenta mordí mi labio inferior. Perla tenía razón, después de unas semanas ya no iba a poder disfrutar del sexo en su máximo esplendor, pero no me atrevía a acostarme con un desconocido.

Mi cuerpo estaba acostumbrado a recibir una o dos dosis diarias de sexo, y romper esa rutina diaria me estaba provocando estrés, y cambios de humor. Era el primer día del mes, y me sentía terrible.

***

—Espera —le grité a la persona en el interior del elevador, mientras corría hacia él—. Gracias —dije una vez dentro del elevador, sin mirar a mi acompañante.

— ¿Walkiris? —Reconocí su voz al instante: era Lidia.

—Hola —me fijé en la bolsa llena de alimentos que llevaba.

— ¿Vienes a ver a Deivi? —Asentí—. Él todavía no cree que su relación se terminó. Se aferra a la idea de qué es una de tus bromas —informó un poco deprimida—. Aunque trata de ocultarlo, su rostro refleja lo devastado que está. En el fondo él debe saber que es el fin —Lidia estaba al tanto de qué no iba a volver con él, por lo que le revelé sin querer hace unos días.

Salimos del elevador, y recorrimos el pasillo en silencio. Estaba a punto de agarrar el pomo de la puerta, cuando la escuché decir—: Deivi es un hombre maravilloso. Es una pena que se haya enamorado de ti —sus ojos azules se posaron sobre mí, y capté lo enojada que estaba—. No voy a negar que seas una persona agradable, y que como todo el mundo tienes tus defectos, así que trata de no dejar que Deivi los vea —me dio la espalda—. No le muestres lo perra y cruel que puedes llegar a ser.

Entró a su casa. Había olvidado que Lidia era muy amable y simpática, pero también era muy directa y sincera.

Traté de obviar el asombro que causaron sus palabras, y giré el pomo de la puerta. La puerta no tenía seguro, y agradecí que fuera así, pues al marcharme le había dejado mis llaves a Deivi sobre la mesa de la cocina.

Entré al departamento. Deivi estaba sentado en el sofá, viendo un partido de baloncesto. Era de noche, pero lo único que proporcionaba luz era el televisor.

—Deivi —lo llamé. Él me miró durante un tiempo. Encendí la luz, y vi sus ojeras.

Se puso de pie, y me rodeo con sus brazos. Luego de unos minutos, separo nuestros cuerpos, y me besó, como si aún no pudiera creer que estaba a su lado.

—Me alegra verte de nuevo —me llevó hasta el sofá, y me arrojó sobre él. Se colocó encima de mí, y empezó a besar mi boca, y después mi cuello.

—Espera, Deivi —traté de alejarlo, mas no sirvió de nada—. Detente, necesito hablar contigo —continuaba ignorándome.

Levantó mi blusa, y un poco mi sostén para introducir uno de mis senos en su boca. Luego, bajó el pantalón corto que llevaba puesto hasta la mita de mis muslos, para poder acariciar mi entrepierna.

El placer se apoderó de mí ser, y sin ningún tipo de objeción, me dejé guiar por el deseo.

***

Voy a actualizar lo más rápido que pueda para que sepan lo antes posible como termina este encuentro.


[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora