Marlene.
Viernes, doce de enero.
Estaba acostada sobre mi cama. Había colocado el libro con el que estaba estudiando para mi próximo examen, en su lugar. La carrera de publicidad no era tan fácil como Carlos, mi padre, decía cada vez que se tocaba el tema.
Taylor me comunicó que llegaría en media hora porque tenía que ducharse y cambiarse de ropa, ya que acababa de salir de la empresa. Había pasado una semana desde la última vez que hablamos. Estaba desesperada. Necesitaba verlo con urgencia, no podía dejar de amarlo y eso era lo que más me molestaba.
Dicen que "el amor lo puede todo", sin embargo, hay límites. No es justo que algunos individuos se aprovechen de lo que sientes para herirte o crean que vas a aguantar y soportar que te hagan sufrir solo por el afecto que le tienes. Y, a pesar de ser consciente de esto, no era capaz de romper las cadenas que me mantenían atada a él. No lograba ser libre, me sentía incompleta por pisotear mis ideales.
Miré el reloj, ya había pasado casi una hora desde nuestra conversación. Comencé a sentirme inquieta al imaginar que tal vez no llegaría. Podía compararlo con cualquiera de los vicios, ya sea el alcohol o el cigarrillo, sabía que me hacía daño, que afectaba mi bienestar, pero no conseguía dejarlo.
Me incorporé cuando escuché el sonido de la puerta de mi habitación al ser abierta. Taylor apareció, y suspiré aliviada para luego sonreír. Me percaté de su raro comportamiento.
— ¿Qué pasó? —Interrogué, al verlo caminar hacia mí rascándose la nuca. Aún no comprendía cómo era capaz de aparecer cuando precisamente estaba pensando en él.
—Mercedes me regañó —se sentó en el borde de la cama—. Me dijo que no debería utilizar este tipo de ropa para salir —llevaba puesto unos jeans y un abrigo blanco. Acaricié su espalda, y percibí lo fina que era la tela blanca.
—A ella le encanta dar órdenes —me coloqué a su lado—. No lo hace con mala intención —le recordé. Mi madre era así, siempre tomaba la batuta, quería que todo estuviera en orden, y hacer que los demás cumplieran las reglas.
—Lo sé —contestó sonriendo—. Lo que pasa es que tengo que usar traje mientras trabajo y cuando salgo con mi padre. No me voy a vestir formal en mi tiempo libre —explicó la razón de su vestimenta casual.
Volví a sonreír. Me gustaba ese lado de él. No le importaba abandonar su papel de hijo ejemplar y futuro presidente de una empresa y pasar tiempo sin creer que era superior a los demás. Además, al igual que a mí, le gustaba optar por algo simple de vez en cuando para sentirse cómodo y libre.
—No tienes que explicármelo —dije, entendiendo su posición por completo.
—Se sintió raro que teniendo veinticinco años me regañen —pasó de rascar su nuca a su barba.
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[Completa] ¿Yo me opongo?
RomanceMarlene Baker está completamente enamorada de su novio, pero desde hace un tiempo su relación es un total desastre. La felicidad, el amor y el tiempo que pasaban juntos han sido sustituidos por lágrimas y mentiras...