49. El sabor de lo prohibido.

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Deivi

Viernes, veintitrés de marzo.

Mis fosas nasales captaban ese inusual olor que toman las cosas cuando están mucho tiempo guardadas, y que no lograba definir con una palabra, no era desagradable, pero tampoco podía describirlo como algo placentero; pero sí compararlo con el aroma inusual que poseen algunas prendas nuevas, que a veces tampoco hay un adjetivo que defina su fragancia. Y esa esencia misteriosa era la que caracterizaba a los libros de historia que se encontraban al fondo de la biblioteca, y que a pesar de que la señora Sofía, la encargada de la pequeña biblioteca, retiraba el polvo de todos los libros de manera superficial, esto no podía comparecer con que el libro fuera abierto y utilizado por alguien.

— ¿No estás mintiendo? —Inquirió Marlene, quien se encontraba a mi lado, y también buscaba algo que pedir prestado para leer.

—No —tomé un libro, y lo abrí en diferentes páginas al azar, para después colocarlo de nuevo en su lugar—. Si quieres puedes preguntarle a Sofía —le sugerí. Hace unos minutos le había revelado uno de mis mayores secretos, mientras caminábamos hacia el lugar que se encontraba a diez minutos de mi departamento. Ya que si Alberto se llegaba a enterar de que de vez en cuando trabajaba, y la razón de por qué lo hacía, iba a tener que soportar un largo sermón.

— ¿Por qué? —Indagó. Continuaba disfrazada con ropa ancha y muy casual, pero debido a reglas establecidas por el lugar tuvo que deshacerse de la gorra y los lentes de sol para poder entrar, y eso me permitía ver sus ojos verdes a la perfección—. ¿Por qué trabajabas aquí, Deivi? —Insistió.

—En ocasiones mi mensualidad no me alcanzaba, y esa fue la solución al problema —me limité a contestar. No deseaba explicarle que para poder complacer uno o dos caprichos de Walkiris tuve que trabajar ayudando a Sofía en la biblioteca. Y ella me pagaba muy bien a cambió, ya que según ella, más jovencitas se animaban a leer, y comprar los libros de algunos escritores locales y famosos que estaban a la venta en el lugar.

Y tampoco quería recordar a Walkiris, pues sentía un agudo dolor en mi pecho cada vez que recordaba su imagen.

Continué buscando un libro que no tuviera nada que ver con mi carrera. No necesitaba razones para sentir remordimiento por abandonar la universidad durante todo un semestre. Y Marlene pensaba igual que yo; no se acercaba a los libros de diseño o a los que estaban relacionados con publicidad.

— ¿Qué piensas acerca de la infidelidad? —Interrogó de repente—. ¿Le fallaste a alguien en ese aspecto? Y si tu respuesta es un sí. ¿Qué pensaste después de traicionar a la persona que te amó tanto? —Pasaba los dedos por la cubierta de los libros, y no me miraba. Esa era su manera de restarle importancia al bombardeo de preguntas que formuló.

Decidí ser sincero con ella, y no evadir el asunto, debido a que ese tema involucraba de forma directa a Taylor. Lo que quería decir que desde nuestra charla en el auto, estaba pensando y organizando sus ideas.

—Nunca me he detenido a pensar en eso —respondí con sinceridad—. Pero tampoco me atrevería a juzgar a una persona que ha sido infiel sin conocer sus razones —expliqué—. No podría decir si estoy en contra o a favor —confesé—. Sin embargo, en algunos casos es inevitable sentir indiferencia hacia esas personas que optan traicionar a su pareja por simple gusto —suspiré. Walkiris lo había hecho, pero no me atrevía a juzgarla—. Es un tema muy delicado.

— ¿Le fallaste a alguien en ese aspecto? —Repitió. Continuaba concentrada en los libros.

—Sí —respondí—. Cuando tenía diecisiete años tuve una novia —me vi en la obligación de explicarle. No quería que pensara mal de mí, aunque era consciente de lo que hice en ese entonces fue un acto inmaduro—, y ella me engañó con uno mis compañeros. Después hice lo mismo con una de las chicas que formaban parte de su clase. Ella se enteró, me golpeó, y terminé con ella delante de todos los espectadores —rasqué mi barba—. Juré que no volvería a caer tan bajo de nuevo. Me sentí bien por castigarla un poco, no lo voy a negar, pero eso no logró sanar la herida que provocó su traición, de hecho, fue todo lo contrario —agarré otro libro. Esperaba algún tipo de reacción, pero no obtuve nada hasta varios minutos después.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora