22. Pánico y desesperación.

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Deivi.

Sostenía la hoja con fuerza. Mi cuerpo no me obedecía, continuaba estático. Traté de leer el contenido de la nota, pero no lograba concentrarme. Las palabras parecían mezcladas sobre el papel, y no conseguía procesar el mensaje que transmitían. Mis manos comenzaron a temblar, y gotas de sudor recorrieron mi sien. Mi corazón latía mil veces más rápido de lo normal.

«Tienes que calmarte. No seas cobarde», pensé. Todo mi cuerpo se negaba a enfrentar lo que estaba sucediendo. Tomé una bocanada de aire, y leí el mensaje.

«Lo nuestro llegó a su fin.

Lo siento, Deivi, pero ya me cansé de ti. Aproveché tu ausencia para marcharme, y te aseguro que no pienso volver.

Lo mejor que puedes hacer es olvidarte de mí. Acepta que nuestra relación fue un fracaso desde el principio».

— ¿Eso es todo? —Grité. No podía creerlo. Era imposible que terminara conmigo de esa forma: a través de unas miserables líneas—. No es posible. Ella no haría algo como eso —dije para convencerme. La mujer que conocía no era capaz de hacer algo tan frío y cruel—. ¡Es mentira! —Volví a gritar. Mis ojos ardían.

Destrocé la hoja para liberar un poco mi frustración y hacer desaparecer cualquier rastro que me recordara que lo nuestro fue sólo una ilusión.

—No puede ser verdad —caminé hacia el dormitorio.

Abrí cada uno de los armarios, no había rastro de su ropa. Volví a buscar, y obtuve el mismo resultado. Pasé mis manos por mi cabello castaño, luego tiré de él. No podía aceptar lo que estaba pasando.

Tomé mi celular, y la llamé más de veinte veces, pero me enviaba directo al buzón. Entre más pasaba el tiempo, más me alteraba. Caminaba de un lado al otro en la habitación, mientras lágrimas salían de mis ojos sin permiso.

—Lidia —pensé en voz alta.

En cuestión de segundos me encontraba delante de su puerta. Sequé mis lágrimas, y toqué el timbre, pero no obtenía respuesta.

— ¡Lidia! —Grité lo más fuerte que pude, al mismo tiempo que tocaba el timbre varias veces—. ¡Lidia! —Grité otra vez, sin importarme que los vecinos estuvieran mirando.

— ¿Deivi? —Abrió la puerta—. ¿Qué sucede? —sus ojos estaban rojos y adormilados.

—Walkiris —miré el interior de su residencia, pero no alcancé a ver nada.

— ¿Walkiris? —estrujó sus ojos.

— ¿¡Qué dónde está Walkiris!? —Grité. Lidia se sobresaltó.

—No-no lo sé —contestó nerviosa.

Lamenté la forma en la que le hablé, mas mi desesperación no me permitía darle importancia. Regresé a mi casa, y tomé las llaves de mi auto para salir a buscar a Walkiris.

No aceptaba que ella no quería continuar conmigo. Me repetía una y otra vez que quizás era una broma, o uno de sus berrinches infantiles. Sin embargo, una pequeña voz en mi interior me decía que esa era la realidad y debía afrontarla, pero la ignoraba con todas mis fuerzas.

***

Después de estacionarme, crucé la calle, que como siempre se encontraba vacía.

Me desplacé a través de un pequeño jardín. Toqué el timbre de la casa de Perla dos veces, y nadie atendió. Confirmé que no estaba. Era fiestera como Walkiris; lo más probable era que llegara después de las dos de la madrugada.

—No —dijo alguien entre risas—. Espera que lleguemos —mis ojos enfocaron a la chica morena y a su acompañante, mientras se bajaban de la moto.

Yo aún continuaba delante de su puerta. Caminaron hacia mí, pero no me notaron hasta tenerme cerca.

— ¿Deivi? —Interrogó sorprendida.

— ¿Puedo hablar un momento contigo? —su acompañante frunció el ceño.

—Está bien —buscó en su bolso. Luego sacó unas llaves—. Entra, y espérame en la cama, amor —le dio un beso rápido—. No te preocupes. Es el novio de Walkiris —el hombre musculoso, y mucho más alto que yo, aceptó las llaves. Antes de entrar a la casa, me dedicó una mirada de advertencia para que no dudara que me iba a vigilar.

— ¿Qué quieres?

— ¿Sabes dónde está Walkiris? —Pregunté sin preámbulos.

—Debes estar bromeando. Vienes a mi casa casi a los dos de la madrugada sólo para eso —Perla dejó escapar una enorme carcajada. Fruncí el ceño, y se dio cuenta de que hablaba en serio—. No lo sé. No me ha vuelto a visitar desde el día que viniste a recogerla.

— ¿Qué? —Interrogué incrédulo —. Me dijo que salía contigo casi todos los días. Y que de vez en cuando iban a la agencia de modelaje.

—No pienso aclarar tus dudas. Me están esperando —entró sin despedirse para impedir que la detuviera.

La luna brillaba. Y a pesar de haber tanta luz a mí alrededor, sentía que la oscuridad se apoderaba de mí.

***

Espero haber transmitido adecuadamente las emociones de Deivi. :(


[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora