20. Volcán en erupción, parte (II).

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Deivi.

Sábado veintisiete de enero.

El sol estaba empezando a salir. Era más fácil respirar, el aire se sentía puro y ligero. No acostumbraba a levantarme tan temprano, pero desde ese momento decidí hacerlo.

— ¿Ya lo vas admitir? —Interrogó Walkiris, un poco enojada. Ambos estábamos estirándonos.

Nos encontrábamos en un parque que estaba situado a unas cuadras de donde vivíamos. Me sorprendió el hecho de que a pesar de lo temprano que era, el lugar estaba repleto de personas. Algunos estaban corriendo, otros paseaban a sus mascotas, y el resto se estaba estirando igual que nosotros.

— ¿De qué estás hablando? —Empezamos a trotar.

—Tú siempre vas al gimnasio, y de repente vas a dejar de ir para hacer ejercicio conmigo. Es obvio que lo haces con la intención de vigilarme.

—Ya deja de inventar cosas, Walkiris —mi propósito era pasar más tiempo con ella. Que siempre estuviera a la defensiva provocaba que imaginara muchas cosas.

—Mi mamá quiere que vayamos mañana a visitarla —le informé. No quería discutir, pues cada vez que lo hacíamos, daba la impresión de que éramos enemigos en vez de novios.

—No voy a ir —se detuvo. Sus ojos marones se clavaron en mí.

— ¿Por qué? —por un momento me distraje mirando la fuente en el centro del parque.

—No quiero hacerlo —dijo sin rodeos.

—No lo entiendo. A ella le agradas —esa no era la primera vez que se negaba a ir. Comprendía que tal vez se sentía incómoda porqué mi padre no la aceptaba. Pero si de verdad me quería, debía de restarle importancia a lo que él pensaba, ya que yo continuaba a su lado a pesar de todo.

—Matilde es una buena persona, aunque no le agrade me va a tratar bien como lo haría con cualquiera —explicó, mientras reía sin gracia.

—Eso no es cierto...

— ¡Cállate de una vez! —Vociferó. Era consciente de qué curso estaba tomando la conversación—. ¡No voy a ir, y punto! ¡No me da la gana! —Gritaba más fuerte—. ¡No me puedes obligar a ir! ¡Déjame en paz!

— ¡Walkiris! —Grité para que hiciera silencio, lo que provocó que se sobresaltara—. Tú eres la que debe callarse —todos los presentes nos estaban mirando.

—Ya no voy hacer ejercicio. Me voy —inició a caminar, y la imite sintiendo la mirada de desprecio de los curiosos.

—Walkiris —la llamé varias veces, y ella no contestaba. Caminaba delante de mí, y lograba percibir su enojo—. Walkiris —repetí.

—No estoy de humor, Deivi. Supongo que no quieres discutir, ¿verdad? Así que no me molestes —aviso sin mirarme.

La seguí sin volver a pronunciar una sola palabra. Vi como la brisa despeinaba su cabello castaño, y a ella no le importaba. Dudaba mucho que la rabia le permitiera pensar en algo.

***

Sostenía su cabeza para que no pudiera escapar. Nuestros labios estaban enlazados, y juntos formaban un beso cargado de pasión. Deslicé la mano que tenía libre por su espalda, su cuerpo tembló, pero no me detuve hasta llegar hasta su trasero descubierto.

Ambos continuábamos enojados, sin embargo, un beso nos condujo a otro, y una caricia le dio paso a la otra, y sin darnos cuenta nos dejamos guiar por nuestros deseos carnales.

Arrojé su cuerpo desnudo sobre la cama aplicando mucha fuerza, creí que Walkiris se iba a quejar, mas no lo hizo. Estaba demasiado excitada para darle importancia a algo como eso.

Por otro lado, yo no pude evitar sentirme mal por lo que había hecho, aunque estaba furioso con ella por su irrazonable comportamiento, seguía amándola. Lo que menos que deseaba era hacerle daño. Ella se había convertido en parte de mi vida, la amaba demasiado, y era incapaz de herirla.

Me deleité viendo su cuerpo desnudo tendido sobre la cama. Ella abrió sus piernas invitándome a penetrarla, y en vez de hacer eso, empecé a esparcir besos sobre sus muslos hasta llegar a su entrepierna.

Saboreaba sus labios. Luego comencé a mover mi lengua y a succionar uno de los puntos más sensibles de su cuerpo. Walkiris se retorcía, sostenía mi cabeza y gemía. Los sonidos que emitía ocasionaron que me excitara más.

—Deivi —jadeó. Ella acariciaba sus senos, y apretaba sus pezones sin importarle que notara lo mucho que me necesitada—. ¡Ah! —Gimió, cuando me sintió en su interior. Suspiré al sentir lo húmeda y caliente que estaba.

Los dos deseábamos llegar al clímax de inmediato, así que inicié con movimientos intermedios. Walkiris jadeaba cerca de mi boca.

—Más rápido —recorrió con sus manos mi espalda, y me pegó más a ella.

Aumente la velocidad de mis movimientos. Gotas de sudor recorrían nuestros cuerpos, pero eso era lo de menos. Los gemidos de Walkiris eran cada vez más fuertes, y mi corazón latía de forma descontrolada. Cuando llegamos al clímax, ella vociferó con ímpetu, y yo sentí como mi cuerpo se tensaba.

Caí agotado a su lado. Mi respiración se estaba estabilizando, pero mis pensamientos me inquietaban. Sólo nos entendíamos a la hora de hacer el amor, después Walkiris se enojaba por cualquier tontería, y discutíamos hasta que uno de los dos se cansaba.

Trataba de comprenderla, y no lo lograba. Cada vez que buscaba una razón lógica que explicara su actitud, la misma respuesta me atormentaba sin ningún tipo de compasión: se cansó de mí. Sin embargo, me negaba a aceptarlo, era imposible que ese fuera el caso.

***

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