14. Un beso exquisito.

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Jessica.

Carmen Simmons estaba sobre el escenario a punto de terminar un pequeño discurso de agradecimiento. También se quejó de forma graciosa de que su padre se adueñó de su fiesta e invitó a muchos de sus amigos.

Había luna llena. Recordé que hace unos meses hice el amor con mi ex-novio más reciente al aire libre, y que la misma luna llena fue testigo de nuestro maravilloso encuentro.

«Desearía que el amor y la pasión duraran una eternidad». Reí con ironía ante tal pensamiento, pues la monotonía se encargaba de destruir cualquier posibilidad de que mi deseo se hiciera realidad.

—Quiero un novio —miré el arreglo de rosas rojas en el centro de la mesa, estaban en un florero muy elegante.

—Yo estoy dispuesto a ser tu novio —al escuchar su insinuación fue que me di cuenta de que hable en voz alta.

—Ves ese árbol —señalé uno que estaba alejado de la pequeña multitud. Destacaba en medio del enorme jardín de la casa de Jeremy Simmons por su gran altura—. ¿Estás dispuesto a hacer el amor conmigo ahí?

— ¡¿Qué?! —Gritó muy fuerte, pero no había nadie en las mesas a nuestro alrededor: la mayoría estaban bailando al igual que Marlene y Taylor.

— ¿Estás dispuesto, sí o no?—Cuestioné, aguantando las ganas de reírme.

—Yo no...No puedo —expuso decaído.

—Estaba bromeando. Hemos hablado por teléfono, pero no te conozco bien como para acostarme contigo. No soy una cualquiera —no era capaz de hacer el amor con un extraño, sin embargo, me gustaba correr riesgos. El hombre que quería estar conmigo tenía que ser alguien que le gustara tanto el peligro como a mí. Lo que quería decir que había fallado esa prueba.

—Te pareces a Taylor —estaba más calmado.

—No me compares con ese idiota —él y mi amiga estaban saludando a algunos de los presentes en ese momento.

— ¿Lo odias? —Me sorprendió que él fuera capaz de hacer esa clase de pregunta sin ninguna pizca de duda.

—No exageres las cosas. El odio es un sentimiento muy intenso y mortal, por lo tanto, nos guía por un camino macabro. Nos convierte en individuos capaces de cometer actos terribles y no sentir remordimiento. No andes por ahí haciendo esa clase de preguntas —expliqué sintiendo como un escalofrío recorría mi cuerpo.

»Taylor no me agrada. Es un mujeriego, y creo que Marlene merece algo mejor. Pero a veces no sé qué pensar sobre él, se comporta de una forma tan contradictoria.

—Él es todo un misterio —Alfredo bebió de su copa, y yo hice lo mismo.

—Como ahora, está presentando a Marlene a todos sus amigos y saludando a los que ya conocen. Se está comportando como un hombre que ama a su novia y se siente orgulloso de tenerla, ya que la exhibe como si fuera su mayor tesoro.

—Él es extraño. Si yo no lo entiendo y lo conozco desde hace años, menos tú —la pareja volvió a la pista.

—Voy a dar una vuelta —informé, con una sonrisa traviesa antes de marcharme de prisa. Debía buscar al hombre indicado para molestar a Alfredo.

Caminé entre algunos de los presentes. En ocasiones tuve que detenerme a saludar a algún conocido. Cuando me encontré cerca del bufet, lo vi. Él estaba vigilando desde la lejanía a una joven que llevaba puesto un vestido azul marino. Dudé si acercarme o no.

—Si fuera su acompañante estaría con ella —me dije para alentarme—. ¿Quieres bailar? —Confirmé que era más alto que yo—. ¡Hola!—Sus ojos azules se encontraron con los míos.

— ¿Perdón? —Su rostro fue adornado con una hermosa sonrisa.

— ¿Quieres bailar? —Repetí. Él miró a la mujer por unos segundos. Ella estaba hablando con Jeremy Simmons.

—Por supuesto. No me atrevería a rechazar a una belleza como tú —le entregó su vaso de licor intacto a uno de los mayordomos. Luego tomó mi mano con mucha delicadeza y me guió hacia la pista. Sonreí al ver la expresión que se formó en el rostro de Alfredo.

— ¿Él es tu novio? —Colocó su mano izquierda en mi cintura, y nos movimos al ritmo de la música

—Aspirante —dije entre risas. Carmen Simmons estaba cerca de su padre y de la joven misteriosa animando el ambiente—. ¿Y ella?

—Si pudiera enviarla al espacio lo haría, ¿Eso responde tu pregunta?

—Entonces, ¿Por qué no le quitas los ojos de encima? —Llevábamos unos minutos conociéndonos, y hablábamos como si fuéramos grandes amigos.

—Estoy en medio de una misión secreta —miramos a Alfredo, que mantenía un semblante neutro—. Finge estar sereno, pero en realidad quiere asesinarme —bromeó, y ambos reímos. Nuestros cuerpos se pegaron mucho, ya que más gente se animaba a bailar—. Lamento decir esto, pero tengo que seguir haciendo mi trabajo, y tú deberías regresar.

Marlene y Taylor regresaron a la mesa. Decidí hacerle caso al desconocido.

— ¡Espera! —Agarré su antebrazo—. ¿Cuál es tu nombre? —Recapacité antes de que fuera muy tarde, de que por estar pendiente a incomodar a Alfredo no le había hecho una de las preguntas más comunes.

—Mucho gusto, mi nombre es Diego Owens —extendió su mano derecha.

—Es un placer conocerte, soy Jessica Cooper —correspondí su saludo riendo por lo que estaba sucediendo.

—Nos vemos en otra ocasión —se marchó. Me quedé en medio de la pista admirando su espalda.

— ¿Qué pasa? —Cuestioné, cuando Alfredo tomó mi mano y empezó a llevarme lejos del lugar de celebración —. ¿Estás loco?—me solté de su agarre.

—No tienes derecho a reprocharme nada. No soy idiota, sé que me estabas provocando —pasó sus dedos por su cabellera negra. Ya estaba menos agitado.

—Tal vez —estábamos alejados, y aún podía escuchar la música.

Alfredo pegó mi cuerpo al árbol que estaba detrás de mí. Al principio no comprendí por qué lo hizo; luego sentí su boca rosar la mía varias veces, pues dudaba si besarme o no, así que rodeé su cuello con mis brazos y presioné mis labios contra los suyos.

Después de besarnos durante varios minutos sin pausa, y de una manera tan apasionada que dejaba al descubierto lo mucho que lo estábamos disfrutando. Percibí como Alfredo levantaba la prenda que llevaba puesta hasta mi cintura, y posicionó sus manos sobre mi trasero.

— ¡Alto! —Lo alejé con todas mis fuerzas.

— ¿Por qué? —Su respiración estaba agitada.

—Era en serio lo que dije hace un rato —le recordé. Me di cuenta de que estábamos debajo de "ese" árbol—. No te conozco bien, por lo que no me voy a acostar contigo.

—Déjame acompañarte a tu casa —dijo, al ver que la fiesta había acabado y todos se estaban retirando.

—Te advierto que no vas a conseguir nada de mí —tomamos un taxi, pues Marlene y Taylor se fueron sin nosotros.

***

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