Alfredo.
Eran la siete de la noche, cuando la vi por casualidad sentarse en uno de los muebles cerca de la escalera. Llevaba puesto un vestido ajustado del mismo color de sus zapatillas negras. Era hermosa, mejor dicho: su silueta lo era.
Yo estaba en una de las esquinas. Nos separaba una enorme distancia, ya que al igual que la pista de baile, el segundo piso era muy amplio, y, sin importar lo lejos que estábamos mis ojos captaron el momento en el que apareció. Desde entonces no pude dejar de seguirla con la mirada.
—Hola, Alfredo —saludó la chica delgada delante de mí, provocando que perdiera de vista por un instante a la mujer que espiaba. Sin pedir permiso ocupó el otro asiento.
—Damaris —correspondí su saludo con una leve sonrisa—. ¿Dónde está Taylor? —Cuestioné, ya que era extraño no verla pegada a él. Le mostré mi vaso a uno de los camareros. Él se acercó y lo tomó de inmediato.
—No soy su niñera —bufó mientras pasaba sus manos por su cabello teñido de rubio.
— ¡Hola! —Taylor se colocó al lado de Damaris. Apoyando todo su cuerpo sobre el mueble.
—Pensé que hoy ibas a trabajar hasta tarde —fruncí el ceño al pensar que había abandonado sus deberes. Sin embargo, recordé que él no era capaz de hacer eso. Poseía un gran sentido de la responsabilidad, por lo menos.
—Yo también —rodeó la cintura de Damaris, y la pegó más a él. El mesero regresó con mi vaso lleno y lo dejó sobre la mesa—. Terminé rápido —informó exaltando su eficacia.
—Deja de beberte mi trago —le ordené después que tomó mi vaso sin mi consentimiento. No acostumbraba a visitar clubes nocturnos, precisamente el día que decidí hacerlo, Taylor lo iba a arruinar.
—Lo siento —sonrió, y luego puso el objeto de vidrio vacío cerca de mí, lo miré de manera amenazante.
—Eres un genio —lo alabó Damaris refiriéndose a su desempeño en el trabajo. Mordió su labio inferior invitándolo a besarla. Ella había cambiado bastante, ya no la reconocía. Pasó de ser la chica simpática y dulce a una total descarada, y no podía evitar sentir pena por ella.
—Damaris, no me provoques —advirtió mi primo mientras acariciaba la parte de su muslo derecho que la falda que llevaba dejaba al descubierto.
—Si quieren quitarse la ropa y hacer sus cosas, les sugiero que se larguen de aquí —me quejé al notar la lujuria y deseo que brotaba de los ojos de ambos.
— ¿Puedes irte un momento? —Le preguntó Taylor con una sonrisa coqueta a Damaris. Típico de él, y lo peor era que las mujeres caían ante sus trucos baratos de conquista.
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[Completa] ¿Yo me opongo?
RomanceMarlene Baker está completamente enamorada de su novio, pero desde hace un tiempo su relación es un total desastre. La felicidad, el amor y el tiempo que pasaban juntos han sido sustituidos por lágrimas y mentiras...