26. Entre mis brazos.

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Taylor.

Lunes cinco de febrero.

La reunión había concluido. Algunos de los socios salían despacio de la sala de conferencias. Nicolás Murray sonreía lleno de euforia al ver el contrato firmado en sus manos.

Aproveché que nos quedamos solos para aflojar mi corbata y deshacerme un poco de la presión a la cual había sido sometido.

—Estoy orgulloso de ti —mi padre colocó una mano sobre mi hombro, y me indicó que me pusiera de pie—. Felicidades —me abrazó durante un instante—. Después de escucharte hablar no dudaron un segundo en firmar el contrato.

—Gracias —las palabras de mi padre hicieron que me sintiera más satisfecho por lo que había logrado.

—No puedo pedir más de mi hijo. Ya no puedo dudar de tu capacidad —admitió—. A veces te comportas como un idiota, pero cuando se trata del trabajo lo das todo, y eso es lo que realmente importa —dijo entre risas.

— ¿Me estás elogiando? —Intenté sonreír.

—Por supuesto, hijo —se marchó. Pero yo continuaba dudando.

Giraba repetidas veces en la silla sin dejar de sonreír. Nunca me había sentido tan feliz un lunes. Cerré los ojos; imaginé el rostro de Marlene, y mi sonrisa se hizo más grande. Dejé de girar para poder buscar mi celular dentro de uno de mis bolsillos.

Ya lo había decidido, y nadie me iba hacer cambiar de opinión. Debía aprovechar que Marlene ya no estaba colocando un muro entre nosotros. Sabía que la noticia la sorprendería bastante al principio, mas no estaba dispuesto a retroceder. Además, era consciente de que ella deseaba lo mismo, aunque tratara de ocultarlo.

Dormir a su lado, después de la fiesta en la mansión de Jeremy Simmons, logró hacerme recordar la paz y armonía que solo ella me hacía sentir. Ninguna mujer conseguía hacerme tan feliz sin que el sexo estuviera involucrado.

Reí a carcajadas, cuando la imagen de una soñolienta y despeinada Marlene se apoderó de mi mente. Se movía demasiado mientras dormía, y el resultado de eso era que su cabello se volvía un total desastre. Cualquier hombre que la viera en ese estado no creería que era la mismas Marlene que conocía: una mujer sumamente hermosa, casi perfecta.

— ¿Te volviste loco? —Alfredo se sentó a mi lado. Luego miró curioso mi celular—. ¿Estás pensando en...?

— ¡Exacto! —Respondí, antes de que terminara de formular la pregunta.

— ¿Estás seguro?—Soltó un largo suspiro—. Nunca imaginé que llegaría este día—expuso, todavía incrédulo.

—Nunca he estado tan convencido de hacer algo —respondí, un poco molesto—. En vez de preocuparte por mí, deberías de tratar que Jessica se enamore de ti, antes de que consiga otro novio —Alfredo frunció el ceño, y sonreí satisfecho al darme cuenta de que mi ataque había causado efecto.

—Felicidades —dijo sonriendo al ponerse de pie—. Sabía que ibas a conseguir el contrato para construir esa cadena de hoteles —sus palabras me impactaron, no estaba acostumbrado a escuchar elogios de su parte.

—Gracias —respondí sinceramente—. Era predecible que lo conseguiría. No olvides que soy el mejor.

—No tienes remedio —comentó, antes de irse.

Continué revisando la página de la joyería. Lo primero que haría al terminar la jornada de trabajo, era ir a comprar lo que necesitaba para realizar mi propuesta.

***

Después de conducir durante unos minutos mientras admiraba como la brisa jugaba con el cabello de Marlene, su cabeza reposaba sobre el asiento, y sonreía al mirar los lugares por donde pasábamos. Estacioné el automóvil entre un montón de árboles.

Lográbamos ver una pequeña parte de la ciudad. Las luces de las casas parecían pequeñas estrellas desde la lejanía. Marlene no paraba de reír, no era la primera vez que visitábamos ese lugar.

— ¿Vinimos hacer lo que estoy pensando? —Interrogó, al mismo tiempo que levantaba sus cejas una y otra vez.

—Sí —me limité a contestar. Me encantaba verla feliz, y la forma en que sus ojos verdes brillaban.

Pasamos a la parte de atrás del coche. De inmediato atraje a Marlene hacia mí, y sin darle tiempo a que se opusiera, me apoderé de sus labios.

Nos besamos con intensidad, mi cuerpo se estremeció al percibir su calor, había pasado un mes desde la última vez que estuvo tan cerca de mí. Aún no comprendía cuándo Marlene se había convertido en una necesidad para mí. Temía que si ella decidía darse por vencida, y continuar hacia adelante sin mí, mi mundo se derrumbaría, y no pudiera vivir sin ella.

—Te amo —dije, mientras depositaba besos cortos sobre sus labios.

—Yo también te amo —le quité la camisa y el sostén sin dejar de besarnos.

Besé su cuello, y luego pase mi lengua lentamente por sus senos. Volví a apoderarme de sus labios, y desabroche su pantalón con una mano.

— ¡No! —Gritó, antes de que entrara una de mis manos en sus jeans. Me impactó tanto su reacción que me detuve al instante—. No puedo —me alejé dolido de ella, y busqué el helado de fresa mientras ella se colocaba el sostén y la camisa.

—Toma —le ofrecí el helado. No la había invitado a salir para acostarme con ella, pues solíamos ir a ese lugar solo a disfrutar del silencio y la compañía del otro, mientras comíamos helado, pero que continuara rechazándome provocaba que un gran nudo se formara en mi garganta.

—No es que no quiera hacerlo, es que no puedo —se justificó.

—Ya no importa —murmuré. Mi vista estaba perdida a través de la ventana, a pesar de no poder visualizar nada a causa de la oscuridad que nos rodeaba.

—Es en serio, Taylor —agarró mis manos—. De verdad quería hacerlo, pero no puedo.

— ¿Por qué? —Cuestioné, por fin mirándola a los ojos. El sexo no me importaba tanto, lo que realmente me enojaba era que me rechazara, y continuara tratándome con desprecio durante todo un mes sin decirme por qué.

—Ya sabes —respondió, casi susurrando.

— ¿Qué? —No me gustaba que se tardara para decir algo.

—Tengo el periodo —destapó el helado, y comenzó a comer.

— ¿Eh? —Dudé por unos segundos, al creer que era otra de sus excusas. Luego recordé que día era, y que aún estaba en sus días. Una enorme sonrisa se formó en mi rostro al saber que no me estaba evitando.

—Te comportas como un niño —expuso, Marlene, después que besé su mejilla—. ¡Oye!—Se quejó, cuando me comí el helado que estaba a punto de llevarse a la boca.

Busqué la otra cuchara, para que al igual que antes, disfrutara el comer un simple helado, juntos. Definitivamente no quería separarme de ella. Deseaba tenerla siempre entre mis brazos, disfrutar del calor de cuerpo, y el maravilloso olor de su melena castaña, aunque eso me hiciera un egoísta.

***

Yo amo a Taylor, pero un poquito más a Deivi. Aunque me encanta la personalidad de Taylor. 😍😍😍😍

¿Y a ustedes quién les gusta más?

El próximo capítulo también lo narrará Taylor. Trataré de publicarlo el viernes. 😇😇😇

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora