53. Nosotros.

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Taylor

Tres semanas. Sí, era bastante tiempo. Veintiún largos días que se extendieron más de lo debido por la ausencia de Marlene.

Creí que su desaparición, y todo lo que incluía esta, era lo peor que había enfrentado o enfrentaría en mi vida. Sin embargo, en los últimos días comprobé lo equivocado que estaba.

Saber que se encontraba a pocos metros de mí, y no poder verla, era una tortura; no ser lo suficiente capaz de deducir si lo nuestro había acabado o no me hacía sentir muy incapaz. Y el mensaje que me envió horas antes fue el golpe final.

Saqué el celular del bolsillo de mi saco, al mismo tiempo que observaba el entorno. A Marlene le encantaba ese restaurante por la privacidad que le brindaba a los clientes: las mesas se hallaban muy separadas las unas de las otras, y aunque era un lugar grande que poseía una gran clientela; las personas hablaban casi susurrando ocasionando que el ruido fuera casi inexistente. Además, la poca iluminación del lugar se combinaba con el olor dulce del ambientador y las flores, brindándole un aire muy romántico.

Sin embargo, todo ese ambiente sumado a nuestra situación y el mensaje que recibí de su parte solo me ponía los nervios de punta. ¿Era tan grave y serio lo que me iba a decir que necesita tanta privacidad?

«Debemos hablar: no de ti ni de mí, sino de nosotros», releí su mensaje por vigésima vez durante los treinta minutos que llevaba separando su llegada.

—Treinta minutos, Marlene —susurré, pasando las manos por mi rostro—. ¿Acaso estás disfrutando torturarme? —dije, mirando las majestuosas lámparas que colgaban del techo con forma de cubo.

Una segunda oportunidad. ¿Tenía derecho a una? Definitivamente, no. Deseaba que pasara, poder redimir mis errores, ser capaz de hacerla feliz. No por unas cuantas horas o instantes, sino durante el resto de nuestras vidas. Ser el hombre que ella merecía y necesitaba. Poder estar a su lado siempre, ya que los últimos sucesos me ayudaron a comprender mejor su dolor, inseguridades, miedos, y quizás, su manera de pensar.

Por otro lado, no era capaz de pedir algo como tal. No era lo suficiente valiente ni egoísta para decirlo en voz alta. No deseaba que los mismos sentimientos que la obligaron a continuar a mi lado, la convencieran de volver conmigo solo porque estar sin mí la iba a hacer sufrir. No deseaba eso para ella. Y tampoco iba a tropezar de nuevo con la misma piedra; quería que fuera feliz, y no le iba a impedir seguir adelante.

Suspiré para no pensar en el dolor que me ocasionaba, y me provocaría, dejarla ser libre. Luego, sonreí sin gracia al darme cuenta de que Marlene continuaba tomando sin mi consentimiento muchas de mis primeras experiencias: el dolor que me ocasionó su abandono, los celos que no me permitieron concentrarme en mis deberes, la inmensa preocupación que sentí al no conocer su paradero y que me impidió conciliar el sueño. Y el temor de perder a alguien preciado para mí.

—Por aquí, señorita —el mesero le indicó la mesa.

Me quedé admirando su belleza mientras caminaba hacia mí, y la manera en que dominaba a la perfección el magnífico vestido rojo que solo llegaba a cubrir sus rodillas. Me pregunté si el moño alto y los largos aretes que estaba usando eran los causantes de que ese misterioso aire de superioridad la rodeara de nuevo, y diera la impresión de ser tan inalcanzable como cuando la conocí. ¿O tal vez era el hecho de que era un poco consciente de que la perdería?

—Buenas noches, Taylor —tomó asiento—. Discúlpame, te hice esperar mucho —hablaba en voz baja como los demás. La delicadeza y sensualidad que poseía su voz me desconcertó.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora