36. Sonrisas falsas.

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Diego

Domingo, cuatro de marzo.

Me deleité escuchando el sonido que producían las olas al chocar con las piedras de la orilla. La oscuridad no me permitía ver la playa, ya que la luz de los faroles se concentraba en la carretera. Después de unos segundos, visualicé las palmeras y flores que adornaban la acera por donde caminaban varios turistas y otras personas que vivían por los alrededores.

La luz del semáforo cambió a verde, y aceleré.

— ¿Cómo puedes asegurar que Grabiel está ahí? —Inquirió Deivi. Lo miré por el rabillo del ojo durante unos segundos, topándome con sus ojos verdes—. Él todavía no contesta tu mensaje.

—Llámalo —le ordené. Aunque no dudaba que lo encontraríamos de inmediato al llegar al lugar.

—No contesta —avisó Deivi, después de unos minutos.

—No te preocupes, esa es una buena señal —suspiré, al no poder avanzar. Me inquietaba quedarme atascado en el tránsito, más, porque pasaba siempre que tenía prisa—. El único motivo por el cual Grabiel no contestaría su teléfono, es una chica. El problema en sí, es que tenemos que llegar antes de que se escape con ella —expliqué, sin apartar la vista de la carretera.

Tardamos unos minutos en llegar. Y después de que estacioné el auto, ambos salimos del mismo. Visualicé el enorme letrero resplandeciente donde se podía leer a la perfección el nombre del club nocturno: Magic Night.

Caminamos hacia la entrada, y vimos la enorme fila de personas que deseaba entrar al lugar. No me sorprendió, pues ya se había convertido en algo común, y más siendo domingo.

—Son muy guapos —comentó una chica. La miré disimuladamente.

—Y el de los ojos azules es un bombón andante —escuché hablar a otra joven cuando nos acercamos a la entrada.

Sonreí al escucharlas, y más cuando me percaté de que varias muchachas más estaban fascinadas con nosotros, sin importarles que sus acompañantes las vieran. Sin embargo, Deivi estaba demasiado perdido en sus pensamientos como para poder ver que existían mujeres más bellas y mejores que Walkiris, que anhelaban poder estar con él sin conocer su apellido, o la familia de la cual provenía.

El guardia llevaba unas gafas negras como siempre, y al vernos apartó la cuerda roja que nos impedía pasar.

—Debe estar en el segundo piso —dijo Deivi, al analizar a cada una de las parejas que se movían al ritmo de una canción lenta en la pista de baile. Todavía faltaban algunos minutos para la diez de la noche.

Subimos las escaleras. Luego comenzamos a buscar a Grabiel en cada par de muebles de cuero, cuyo color era rojo, mas la escasez de luz limitaba nuestro campo de visión.

—Ya lo encontré —Deivi señaló a Grabiel con un dedo.

Miré el lugar que Deivi indicó.Y al instante observé a la mujer al lado de Grabiel, y aparentaba estar muy enojada.

—No quería ofenderte —oímos a Grabiel, cuando nos aproximamos—. Pero debes admitir que eres demasiado interesada —él sonrió de forma coqueta—. Solo llevamos juntos tres semanas, y tan rápido me estás pidiendo que te compre un auto de manera indirecta —la chica agrandó los ojos—. Debes dejar de ser así, o no vamos a poder seguir saliendo.

Disfrutaba del pequeño espectáculo, mientras Deivi observaba a Grabiel incrédulo. Sin embargo, no era una pelea tan feroz, como para llamar la atención de los presentes que estaban muy ocupados saboreando sus bocas.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora