43. El amante.

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Jessica

Después de media hora de viaje en auto, debido a que el hotel donde se suponía que se iba a efectuar la ceremonia estaba un poco retirado de la cuidad, por fin nos encontrábamos enfrente de la mansión. Faltaba poco para que el sol se ocultara, y diera paso a la oscuridad que caracterizaba la noche. Sin embargo, todavía se encontraban familiares de los novios rondando por el jardín, varios hombres empacando la comida, y otros desmontando la lona blanca que cubría el área del jardín donde iban a estar los invitados, las decoraciones y todo lo demás.

Salimos del auto. Paloma le decía algo a Lidia, mientras yo trataba de localizar a Mercedes o Carlos. Marlene era el único fruto de su unión, debían estar muy preocupados, y utilizando todos los medios para dar con su paradero.

—Gracias por traernos —dijo Paloma.

—No fue nada —Lidia se encogió de hombros—. Además, yo también tenía que volver. Tengo tarea pendiente.

— ¿Eso quiere decir que ellos se van a quedar solos? —Interrogó mi amiga pelirroja.

—No —intervine—. Diego va a estar con ellos. No te preocupes —dije para calmarla. Paloma era muy intuitiva, y con solo ver a las personas era capaz de conocer sus intenciones, sin embargo, estaba demasiado preocupada por Marlene como para pensar claramente—. Gracias, Lidia.

Lidia se marchó. Mientras los presentes se dirigían hacia sus autos para marcharse, nosotras tratábamos de ingresar en la casa.

—Yo me encargaré de resolver todo o por lo menos calmar un poco las cosas —le indiqué a Paloma cuando nos encontrábamos en la entrada. La enorme puerta estaba abierta para permitir el flujo de los familiares de los novios, específicamente los que estaban relacionados con Marlene, que antes de irse se despedían de Mercedes—. Solo tienes que fingir que no sabes nada, que estás muy sorprendida con la noticia, y tal vez apoyarme un poco —no estaba segura de lo que iba a hacer, era una completa locura, pero eso era mejor que nada. Además, la satisfacción que sentía al pensar que le iba a dar una probada de su propia medicina a Taylor era la mejor parte.

— ¿Qué piensas hacer? —Cuestionó Paloma al verme respirando profundo varias veces.

— ¿A dónde se fue tu gran habilidad? —Bufé.

—No finjas ser una tonta. Soy intuitiva, no adivina, y mucho menos puedo leer la mente para saber qué estás planeando con tanta malicia —suspiró agotada.

—Déjame en paz, estoy tratando de entrar en el personaje —dije entre risas.

— ¿Qué personaje? —Inquirió confundida y desesperada.

—Ya verás —guiñé un ojos.

Entramos a la casa; ya eran escasos los invitados. En la sala de estar se encontraban presente los padres de Taylor y Marlene, Alfredo y dos policías. Cerca del área donde estaba el comedor estaban algunas primas de Marlene, y dos de sus tías con sus respectivos esposos subían las escaleras para ir a las habitaciones.

—Quisiera ayudarla más, pero no puedo —le informó el oficial de mayor edad, mientras el joven a su lado de aproximadamente veinticinco o veintisiete años permanecía en silencio—. Debe esperar que pasen cuarenta y ocho horas para poder reportar a su hija como desaparecida —le explicó el señor de cabello canoso al igual que ella, y regordete.

—Te estoy pidiendo que agilices las cosas porque como te dije por teléfono, ese hombre se llevó a mi hija en contra de su voluntad —Mercedes acarició su sien. Daba la impresión de que conocía al señor, no se estaba comportando con tanta altivez como siempre, y le hablaba con mucha confianza.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora