Marlene
Lunes, doce de marzo.
Deivi introdujo la llave en la cerradura para abrir la puerta. El edificio era muy diferente a los que estaba a acostumbrada, pero poseía una vibra extraña que te hacía sentir a gusto.
—Gracias —le agradecí de nuevo antes de que abriera la puerta—. Es sencillo —pensé en voz alta cuando entramos al lugar. En la sala solo se encontraban tres sofás, una mesita entre ellos, y la televisión. Caminé hasta pararme entre los muebles; pude apreciar la cocina, y el pasillo que estaba al lado izquierdo de la sala y conducía hacia las habitaciones.
—Sí, es muy sencillo —admitió—. Como te conté antes, abandoné la casa de mis padres cuando tenía diecinueve años. Unos de mis tíos es dueño de este apartamento y me ofreció vivir aquí. Mis padres costean mis gastos universitarios, y mi mesada me ayuda bastante, aunque a veces tengo que trabajar —explicó mientras acariciaba su barba.
—Discúlpame. No era mi intención ofenderte —aclaré de inmediato—. Es inaudito que me atreva a quejarme, cuando me has permitido hospedarme sin quejarte —aun me parecía increíble el hecho de que iba a vivir con él hasta que supiera con exactitud qué debía hacer—. Es que al saber quiénes son tus padres y el negocio que manejan, pensé que vivías en un departamento más lujoso —comenté, y tan pronto como esa palabras salieron de mi boca quise golpearme. Había sonado como alguien superficial y materialista—. Perdón. No era eso lo que quería decir...
—Entiendo, Marlene. No he malinterpretado nada, sé a lo que te refieres —expuso para calmarme—. Ya cálmate.
—Gracias —dije, y Deivi sonrió. Le había agradecido tanto desde que lo conocí que ya parecía un disco rayado.
—Sígueme —demandó. Recorrimos el pasillo que conducía a las habitaciones, y de inmediato nos encontramos con dos puertas, una enfrente de la otra. Deivi abrió la puerta del lado derecho—. Esta va a ser tu habitación.
Asentí con la cabeza y entré a la alcoba.
—Cómo puedes notar, nadie usa esta habitación. Y solo la limpio una vez a la semana, pero debido a algunos inconvenientes no he sido capaz de hacerlo durante un tiempo —explicó sin poder ocultar su tristeza—. Hay un poco de polvo —informó mostrándome su dedo índice, que hace unos segundos se había deslizados sobre la superficie de una de las mesitas al lado de la cama—. Voy a salir para que puedas cambiarte de ropa, y después limpiemos un poco —indicó, observando el atuendo que llevaba puesto, y que había utilizado para ir a la universidad y no llamar la atención.
—No es necesario.
— ¿¡Cómo!? —Exclamó sorprendido, y sus ojos tan verdes como las hojas de un árbol se posaron sobre mí.
—No, no me refiero a eso —dije, entendiendo al fin que había interpretado mal las cosas—. Quería decir: que no necesito de tu ayuda para limpiar la habitación.
—Ah —suspiró aliviado—. ¿Estás segura?
—Sí —confirmé—. Puedo hacerlo —me molestaba que siempre me tratara como si estuviera discapacitada y no podía hacer nada, mas oculté mi disgusto. Él me había permitido quedarme en su casa, y no deseaba cuestionarle nada por ahora.
—Entonces, me voy —notificó—. Debes avisarme cuando estés lista para entregarte todo lo que vas a necesitar para limpiar —salió.
Busqué un enchufe, y puse a cargar mi celular. Eso era lo único que Jessica había logrado obtener sin que nadie se diera cuenta, y hace unas horas me lo entregó cuando nos encontramos en la universidad.
ESTÁS LEYENDO
[Completa] ¿Yo me opongo?
RomanceMarlene Baker está completamente enamorada de su novio, pero desde hace un tiempo su relación es un total desastre. La felicidad, el amor y el tiempo que pasaban juntos han sido sustituidos por lágrimas y mentiras...