31. Nada es eterno.

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Lidia

Miércoles, veintiuno de febrero.

Salí del ascensor cargando las bolsas, que contenían todo los alimentos que había comprado hace unos minutos en la tienda ubicada a unas cuadras del edificio.

— ¡Acosadora! —De inmediato reconocí su voz. La expresión en de mi semblante cambio; estaba muy disgustada.

—Mi nombre es Lidia —le recordé, al acercarme a él—. Si me vuelves a llamar así, te juro que lo vas a lamentar.

—Deivi me dijo que eras muy simpática y agradable, pero creo que se equivocó —observé sus ojos azules y su cabello castaño—. Eres muy agresiva.

—Me parezco a ti. Estuviste a punto de golpear a Deivi ayer, y gritabas como si estuvieras loco.

— ¿Estabas espiando? Y después te quejas cuando te llamo acosadora.

— ¿No conoces la definición de la palabra acosar? —Cuestioné, un poco molesta—. Y no, no los estaba espiando. Solo me aseguraba de que no terminaran peleando.

—Es lo mismo —comentó, entre risas.

—Piensa lo que quieras, no me importa —solté un largo suspiro, y empecé a caminar.

— ¡Espera! —Agarró mi antebrazo—. ¿Cómo está Deivi? ¿Sirvió de algo que hablara con él?

—Está mejor. Ya no se ve tan decaído. Te agradezco mucho que hayas hablado con él. Ya me estaba empezando a preocupar —confesé. Estaba muy agradecida.

Ambos eran de la misma edad, pero Diego aparentaba ser su hermano mayor debido a su físico, pues era más musculoso que Deivi, y a su comportamiento sobre protector.

Después de lo que sucedió entre Walkiris y Deivi la última vez que se vieron, me pidió mi número. No visitaba a Deivi frecuentemente, pero me llamaba muy seguido para saber cómo estaba, y asegurarse de que lo visitaba todos los días. De vez en cuando se aparecía en mi casa sin previo aviso.

— ¿En serio me estás dando las gracias? —Preguntó un poco confundido.

—Sí —confirmé. Y comencé a caminar.

— ¡Alto! —Se colocó enfrente de mí para impedir que continuara.

— ¿Ahora qué? —Nuestros cuerpos estaban muy cerca, así que retrocedí un poco.

— ¿Estás tratando de seducir a Deivi? —Inquirió, mirándome fijamente. Sus ojos eran igual de azules que los míos.

— ¿¡Qué!? —Cuestioné incrédula.

— Estás aprovechando esta gran oportunidad, verdad ¿Por eso te pusiste esa ropa? —Me miró de arriba a abajo. Llevaba puesto un pantalón corto, una blusa de tirantes un poco gruesos, y el cabello recogido.

—Es ropa de verano. Hoy hace mucho calor —traté de cruzar, pero se interpuso en mi camino. El pasillo no era estrecho, sin embargo, el peso de las bolsas me restaba velocidad.

—Sé que Deivi te gusta, y seguro tu objetivo ahora es conquistarlo —explicó. Diego era muy alto, así que noté de inmediato que estaba mirando la parte de mis senos que la franela no lograba ocultar.

— ¡Deja de mirarme así! —Demandé indignada—. No tengo que darte explicaciones. Y si ese es el caso, a ti no te importa —intenté avanzar, pero volvió a impedirlo—. Te lo advierto, si no me permites pasar voy a empezar a gritar —me cedió el paso, y lo escuché gruñir.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora