52. Plenitud.

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Marlene.

Miércoles, veintiocho de marzo.

Salí de la habitación dejando el teléfono sobre la cama y vibrando sin cesar mientras entraban todas las notificaciones y mensajes que había recibido durante las dos semanas que lo mantuve apagado.

Todavía se me hacía difícil creer que personas con las cuales no hablaba desde un largo tiempo, solo se dignaran a escribirme para estar al tanto del escándalo, y obtener información de primera mano.

Bajé las escaleras pensando en lo que sucedió el día anterior. Deivi tuvo que conducir un largo tramo para llevarme a la playa, y brindarme la oportunidad de calmarme y organizar todo lo que invadía mi cabeza.

Si guardar todo en el interior y dejar que se acumule hasta sentirte sin fuerza era malo, la hora de permitirle salir era mucho peor. Todo esa ira, frustración y dolor expulsadas al mismo tiempo fueron los causantes de que golpeara a Taylor dos veces, y que después de hacerlo, que deseara pegarle hasta deshacerme del inmenso dolor que me había provocado.

También descubrí que cuando me encontraba estresada o muy enojada solía hablar sin cesar. Y eso también era ocasionado por la gran presión que colocaba sobre mí, que al ser liberada, mi cuerpo por instinto deseaba deshacerse de todo lo que me provocaba fatiga para por fin poder sentirse verdaderamente relajado.

Aún estaba frustrada, sin embargo, lograba concentrarme en el momento. Ya no pensaba en cosas innecesarias que conseguían hacerme sufrir, y una sensación extraña de plenitud me confortaba.

Las sirvientas me miraban con curiosidad mientras caminaba hacia el área del comedor; y no las culpaba, cualquiera reaccionaría así después de lo que aconteció, pero tampoco estaba dispuesta a contestar sus dudas.

Abrí la puerta para acompañar a mis padres en la mesa. Después de llegar el día anterior casi a media noche, le expliqué a mi madre lo que pasó, y la convencí para no tomar ningún tipo de represalia contra Deivi. Luego me quedé dormida.

—Buenas tardes, papá —me senté en la mesa, al mismo tiempo que Carlos se atragantaba con el agua—. ¿Estás bien? —Interrogué, preocupada, al ver que su cara estaba cambiando de color.

—Qué... —se aclaró la garganta—. ¿Qué haces aquí? —Preguntó, sin ocultar su asombro—. ¿Cuándo llegaste? —Indagó, pero ahora su preocupación había sido remplazada por una demostración sin restricciones de lo enojado que estaba conmigo.

—Llegó ayer —intervino Mercedes—, después de medianoche. Ya estabas dormido.

—Y te presentas ante mí como si nada hubiera pasado —golpeó la mesa con su mano. Contuve el aire durante unos segundos a causa de la impresión, mientras Mercedes saboreaba el vino sin que la acción de mi padre le ocasionara ninguna impresión—. Nunca imaginé que fueras una sinvergüenza —declaró, dejándome sin habla como las pocas veces que se enojaba, pero que sabía que no debía llevarle la contraria. Además, desde su punto de vista y de todos los que estaban al tanto de la farsa, yo no era más que una ingrata que estuvo a punto de poner el apellido de la familia en vergüenza—. ¿¡No vas a decir nada!? —Gritó.

—Es suficiente, Carlos —demandó Mercedes, colocando la copa en la mesa con calma y elegancia—. Ella solo aprovechó la ocasión para distanciarse de Taylor durante un tiempo, y encontrar una solución a sus problemas. No escapó con ningún hombre —hizo énfasis en sus últimas palabras—. Después te explicaré todo, por ahora, solo nos vamos a concentrar en disfrutar el almuerzo. Recuerda que este es un momento sagrado —le recordó, y mi padre se calmó al instante. Mercedes tomó el cuchillo y el tenedor, y cortó un trozo de carne, pero antes de comer la porción, agregó—: Además, si en realidad Marlene hubiera escapado con ese sujeto nadie tendría derecho a reclamarle nada. Ella ha soportado toda la faceta de inmadurez y cambio de Taylor. Nadie es capaz de juzgarla si se cansa en algún momento —expuso, y entendí de inmediato la indirecta, pero no dejaba de sorprenderme que mi madre dijera algo así como si no fuera algo relevante, y sin perder la compostura ni su actitud desinteresada—. Que Marlene optara por separarse de él un tiempo bajo esos términos fue la mejor elección que pudo haber tomado —suspiró—. Espero que esto le sirva como lección, y termine de sentar cabeza.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora