35. Agridulce.

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Marlene

Caí sobre la enorme cama respirando con dificultad. Él se posicionó encima de mí, y volvimos a besarnos. Era evidente que desde hacía exactamente dos meses no hacíamos el amor.

Me quitó la blusa en un santiamén, a continuación empezó a besar mi cuello, al mismo tiempo que desabrochaba mi sostén dejando mis senos expuestos para poder acariciarlos. Me estremecí al instante, cuando introdujo cada uno de ellos de forma alterna en su boca.

Se deshizo de mi pantalón y mi ropa interior. Cerré los ojos y me dispuse a disfrutar del placer que me ocasionaban los besos húmedos que esparció primero en mi abdomen, y luego sobre mis muslos, para después volver al punto de inicio y unir nuestros labios.

Nos pusimos de rodillas sobre la cama. Separé nuestros labios, y comencé a desabotonar su camisa, mientras sus ojos admiraban mi desnudez, y provocaba que mi temperatura se elevara y me excitara más. Arrojé su camisa y acaricié su pecho, al mismo tiempo que recorría con mi lengua una de sus mejillas. Su barbilla estaba recién afeita, y aunque me encantaba cada parte de él, prefería que continuara así, y no permitiera que su barba volviera a crecer en un largo tiempo.

— ¡Diablos! —Se quejó, cuando después de quitarle toda la ropa, abarqué su miembro con una de mis manos y comencé a moverla—. No deberías hacer eso —me empujó un poco para que me acostara de nuevo, y admiré su figura durante los pocos segundos que se mantuvo arrodillado encima de la cama, antes de colocarse en medio de mis piernas.

Volvió a besarme. Y los simples roces superficiales que provocaba su miembro cada vez que se movía mientras me besaba, hacían que mi cuerpo temblara. Casi podía comparar esa placentera sensación que no experimentaba hace meses, con el más dulce néctar. Era como si pudiera palpar la gloria a través de algo tan simple.

Sentir sus manos sobre mis senos, la suavidad de sus labios sobre mi abdomen, la humedad y calidez de su lengua al encontrarse con mis labios y moverse encima de uno de los puntos más sensibles de mi cuerpo, mientras acariciaba su cabello y mantenía su cabeza cerca de mi intimidad. Todas esas cosas simples estaban a punto de hacerme llegar al clímax, y no llevaba ni diez minutos tocándome.

— ¿Ya no quieres hacerlo? —Interrogó Taylor, cuando alejé su cabeza de mi entrepierna.

—Sí quiero —confirmé. Aunque aún no comprendía en qué momento cabíamos el menú, y en vez de ser un almuerzo en su departamento, terminamos devorándonos mutuamente—. Pero quiero que sea ahora mismo —expuse, un poco avergonzada. Pero necesitaba saciar mis deseos, o iba a morir a causa de la desesperación.

— ¿Ya quieres que te...? —Asentí varias veces antes de que terminara la pregunta, y esto lo impactó bastante. Estaba más ansiosa que él, y se supone que debía ser todo lo contrario—. De acuerdo. Tus deseos son ordenes —una sonrisa pícara se formó en su rostro.

Exhalé cuando se sumergió en mi interior. Rodeé su cintura con mis piernas para acercarlo más a mí, y sentirlo en lo más profundo de mi ser. Sus movimientos lentos me desesperaban, y por ello empecé a moverme para indicarle que acelerara el ritmo, y poder complacerme más.

Deslicé despacio mis manos sobre su espalda hasta llegar a la parte baja de la misma. Definitivamente extrañaba tenerlo tan cerca de mí.

El placer que lograba proporcionarme era exquisito, y mejor que cualquier cosa de este mundo, ya que todo mi cuerpo lo disfrutaba, y me estremecía tanto que era capaz de hacer que toda mi piel estuviera erizada, y que un espléndido cosquilleo hiciera temblar mi cuerpo.

Sin embargo, todo el éxtasis que sentía en ese momento no podía hacer desaparecer ese sentimiento de culpa que no me dejaba en paz. Todas mis inseguridades y dudas arruinaban el momento, al mezclarse con las diversas sensaciones que cada movimiento, o caricia, de Taylor, se transmitían por todo mi cuerpo.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora