50 ½. Miedos e inseguridades.

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Marlene

Domingo, veinticinco de marzo.

Seguí a Deivi hasta la sala. Acaba de notificarme que tenía que salir. Y estaba pensando si proponerle que me esperara durante unos minutos, en lo que me despojaba del pantalón corto y la camiseta ancha que usaba para dormir, o quedarme en casa, y no ser un estorbo, ya que pasaba todo el día cerca de él.

—Lamento tener que dejarte sola —expuso, tomando las llaves de su auto—, pero acabo de hablar con mi madre, y quiere verme. Desde que vives conmigo no he ido a visitarla, y si no tiene noticias mías pronto, se va a aparecer aquí —besó mi frente—. Y no sabría cómo explicarle por qué estás viviendo conmigo —abrió la puerta—. Nos vemos más tarde —dijo, mirando el interior del apartamento por encima de mis hombros, y dudando si dejarme sola.

—Ya vete —sonreí—. No soy una niña, Deivi, deja de preocuparte tanto. Puedo quedarme sola en casa —rodeé los ojos. Me agradaba que fuera tan atento porque eso me demostraba que mi presencia no era una molestia. Y aunque deseaba no estar aburrida en casa, no podía retenerlo.

— ¿Estás segura? —Interrogó, inquieto—. Hoy todos están ocupados —apoyó su cabeza en el marco de la puerta—. Nadie va a venir ayudarte a lidiar con el aburrimiento.

—Lo sé —suspiré al recordar que todos tenían cosas que hacer, y que mi única compañía serían mis fastidiosos pensamientos—. Pero te aseguro que sobreviviré —fingí una sonrisa. Y después me cuestioné si me refería al hecho de estar sin compañía o a organizar mis ideas, y enfrentar a Taylor.

—Adiós —Deivi caminó hacia el ascensor, y cerré la puerta de inmediato.

Caminé sin ánimos hasta el sillón, y me dejé caer sobre él, abriendo los brazos y piernas como si estuviera a punto de ser crucificada.

Sí. Eso era lo que sentía exactamente: que estaba a punto de morir. Y lamentablemente no podía pensar en las cosas que pasaron entre Deivi y yo para distraerme, porque todo estaba resuelto.

— ¡Dios! —Exclamé, acostándome sobre el mueble, y colocando un cojín sobre mi rostro.

Permanecí en esa misma posición durante un largo tiempo. Escuchando el constante tictac del reloj que estaba colocado en la cocina, y que no había notado hasta ese momento. La gota de agua que impacta el fregadero porque la llave no cerraba a la perfección. Hasta que llegué al punto de concentrarme tanto en mi entorno, que podía captar como el aire frío salía por las hendijas del aire acondicionado.

« ¿Vas a escapar todo tu vida?», escuché la voz de Deivi que me hizo salir de mi transe.

Apreté el cojín que aún se encontraba en mi rostro, y lancé patadas al aire. Y volví a concentrarme en lo que me rodeaba.

Deseaba encontrar la solución a mi dilema. Pero Deivi logró que todo se convirtiera en algo tan difícil. Me asustaba tanto pensar en que también era mi culpa que mi relación no funcionara, que me aterraba tener que afrontar la situación.

La esperanza no es lo último que se pierde, sino los sentimientos. Me había apoyado en esa frase para justificar por qué continuaba con Taylor, ya que cuando inicié la relación con él nunca tuve la esperanza de que en verdad cambiara del todo. Pero mis sentimientos iban creciendo cada día por su causa, y se hacían más vigorosos sin mi aprobación. Y aunque mi esperanza era nula, mis sentimientos incrementaban, y esos sentimientos eran la supuesta y única razón por la cual no me podía desprender de él.

Sin embargo, existía la posibilidad de que una parte de mi subconsciente, tal vez la que involucraba a mi antigua yo, siempre estuvo al tanto de que mi forma de lidiar con los problemas no era la más indicada, y me mantenía cerca de él por eso. Tal vez con la ilusión de que algún día reaccionara.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora