32. Noche de chicos.

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Deivi

Viernes, veintitrés de febrero.

— ¿Qué hacen aquí? —Pregunté un poco confundido al ver a Diego y a varios de mis compañeros de la universidad en mi casa.

— ¿Cómo te atreves a preguntar eso? —Interrogó Gabriel muy ofendido. Lo conocía desde la secundaria, pero nunca pasamos de un simple saludo. Sin embargo, debido a que también estudiaba administración de empresas nos convertimos en buenos amigos—. Vinimos a consolarte —respondió fingiendo estar dolido. Me enojé de inmediato al escuchar su comentario, no iba a soportar que alguien se burlara de mí por ser abandonado.

—Imagino lo difícil que debió ser para ti tomar la decisión de abandonar la universidad —intervino Maicol. Era el chico con quien siempre competía por el primer lugar en la lista de calificaciones, y siempre quedaba en el segundo puesto, pero esto no impedía que nos lleváramos bien.

—Seguro está al borde del abismo —comunicó Grabiel—. Desde que inició la universidad ha estado obsesionado con estudiar, ser el mejor y graduarse sin dificultades —Grabiel depositó algunas cervezas sobre la mesa en medio de los muebles y Diego colocó algunos aperitivos—. Y como buenos amigos que somos hemos venido a consolarte —bajé la guardia al escuchar que no hablaba de Walkiris.

Diego, Maicol y Grabiel ocuparon el sofá grande dejando libre un espacio mínimo para mí. Por otro lado, dos de mis compañeros de clases ocuparon los dos muebles pequeños, y otro se sentó sobre la alfombra muy cerca de la televisión para ver mejor el juego de baloncesto.

Después de unos treinta minutos, ya habíamos acabado con casi todos los aperitivos, no quedaban muchas latas de cervezas, y Maicol y el joven que estaba sentado sobre la alfombra discutían respecto al juego de manera pacífica.

—Voy a llamar a algunas chicas —avisó Grabiel.

— ¡No! —Diego le arrebató el celular, y sabía por qué lo había hecho.

— ¿Por qué no? Él necesita un poco de diversión —me señaló con la mirada.

—Si invitas a algunas chicas van a pensar que estás en una fiesta, y se lo van a contar a las personas que conozcan, la noticia se esparcirá, y como consecuencia esto se va a llenar de gente —Diego guardó el teléfono de Grabiel en su bolsillo para asegurarse de que no lo hiciera.

—Hasta podríamos terminar en la cárcel —dijo Maicol. 

—Nunca he ido a la cárcel —confesó uno de los chicos que ocupaban los sofás pequeños.

—No sean tan exagerados —destapó una cerveza—. No es posible que pase eso solo por invitar a un par de chicas.

— ¡Sí es posible! —Gritamos todos al unísono. Nos miramos durante unos segundos, y después reímos a carcajadas por lo que había pasado.

Grabiel era muy conocido, ya que su familia era muy poderosa; él era el que más dinero conseguía entre todos. Algunos de sus tíos eran políticos, otros eran dueños de algunos centros comerciales o gerentes de algunos bancos. Y como si eso fuera poco, sus padres eran dueños de algunas islas que habían convertido en lugares turísticos, y hace poco habían firmado un contrato con una gran compañía para construir una prestigiosa cadena de hoteles.

— ¿Tienes algo de alcohol? —Interrogó Grabiel.

—Sí, abre la primera puerta de la despensa —le indiqué, al ver que se ponía de pie.

— ¡Está cerrada! —gritó desde la cocina.

—Vuelvo en unos minutos —anuncié al levantarme y salir de mi departamento, pues había recordado que Lidia había escondido la llave para evitar que me emborrachara.

— ¿Necesitas algo? —inquirió Lidia al abrir.

— ¿Dónde guardaste la llave de la despensa? —Mi pregunta la disgustó—. No te preocupes, no voy a ahogar mis penas con el alcohol. Diego y algunos de mis amigos vinieron a visitarme, y las cervezas están a punto de acabarse —le expliqué despacio para que entendiera que no iba a cometer una locura.

—Espera, voy a ir a buscarla —entró a su departamento, y regresó en menos de un minuto—. Toma —me entregó la llave.

—Gracias —caminé de regreso. Al entrar a mi casa me concentré en buscar unas botellas de licor.

—No vamos a poder conducir después de esto —expuso Maicol.

—Deivi y yo no solemos beber mucho, así que pueden estar tranquilos. Me encargaré de pedirles un taxi —informó, Diego.

Llenamos nuestros vasos. Continuaba sufriendo por Walkiris, pero debía admitir que me agradaba más beber acompañado por algunos amigos, que el hecho de sufrir solo.

***
Hola mis amores. 😘😘😘

Aquí les dejo un nuevo capítulo. Parece relleno, pero no lo es. XD

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