38. ¿Yo me opongo?

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Deivi

Jueves, ocho de marzo.

Conducía de regreso a mi hogar luego de salir del gimnasio. Me dolía un poco el cuerpo, estaba muy cansado, había perdido resistencia a causa del largo tiempo que tenía sin ejercitarme.

Aún era difícil para mí socializar con los demás, o salir de casa a divertirme. Pero necesitaba liberar todo el estrés y ansiedad que me ocasionaba pensar en lo que iba a hacer en unos días.

Al acercarme al edificio vi a Diego, y Lidia estaba con él, pero al lado de un hombre extraño que sostenía su brazo para mantenerla cerca de él. Me bajé del auto, y empecé a caminar hacia ellos.

— ¡Suéltame! —Le gritó Lidia al sujeto.

— ¿No escuchaste? —Vociferó, Diego—. Te dijo que la sueltes.

— ¿Quién diablo es eres tú? No tienes derecho de intervenir en nuestros problemas —dijo, el hombre con desprecio. Era musculoso al igual que Diego, sin embargo, mi amigo le ganaba por mucho en tamaño.

—Voy a contar hasta tres —Diego me miró por el rabillo del ojo, cuando me paré detrás de él, todavía ignorando lo que pasaba—, y si después de eso no la has soltado, te puedes considerar hombre muerto —advirtió, muy enojado—. Uno, dos, tres —Diego terminó de contar, y el hombre sonrió de manera burlona—. ¡Te lo advertí! —Diego se abalanzó sobre el tipo y lo derribó, y sin perder el tiempo, se colocó encima de él y comenzó a golpear su cara.

Lidia corrió hacia mí bastante alterada, y yo continuaba sin entender lo que estaba pasando.

— ¡Debes detenerlo, Deivi! —Ordenó Lidia, tocando mi hombro. El sujeto se defendía, pero Diego no le permitía tomar el control de la pelea—. ¡Lo va a matar! —Gritó Lidia, perdiendo los estribos. Y esto hizo que reaccionara.

— ¡Ya es suficiente, Diego! —Rodeé su abdomen con mis brazos, y lo alejé del desconocido.

— ¡Lo voy a matar! —Diego se removía, y tuve que utilizar toda la fuerza que no sabía que poseía para retenerlo, mi amigo estaba en mejor condición física que yo—. ¡Déjame! ¡Suéltame! —Su vista no se apartaba del hombre que se estaba levantando del suelo.

— ¡Por favor, cálmate, Diego! —Lidia apareció, y se colocó delante de él. Y mientras yo continuaba sosteniéndolo de la cintura, ella puso sus manos sobre el pecho de Diego para ayudarme a mantenerlo cautivo—. Te lo suplico, tranquilízate. Te puedes meter en problemas —explicó, con mucha calma, sin embargo, su labio inferior temblaba, y sus pupilas estaban dilatadas. Diego también se dio cuenta de esto porqué al instante dejó de luchar para liberarse. El sujeto aprovechó que mi amigo estaba tranquilo para huir.

Diego se sentó sobre el césped cuando lo liberé, y Lidia y yo hicimos lo mismo. Exhaló varias veces para terminar de controlarse.

— ¿Quién es? —Pregunté, mirando a Diego y a Lidia.

—Es mi ex —expuso cabizbaja—. Terminé con él hace dos años, fue mucho antes de mudarme aquí por eso no lo conoces. Parece que todavía no supera lo que pasó entre nosotros.

—Entonces, debes denunciarlo —sugirió, Diego. Pero sonó como un mandato.

—Es cierto. Si vino hasta aquí para molestarte, seguro lo va a seguir haciendo —observé como las personas que pasaban nos miraban, y más porqué Diego tenía varios moretones en el rostro, y su labio inferior sangraba—. ¿Te golpeó? —Pregunté, cuando Lidia levantó la cabeza, y vi su cara.

— ¿Por qué crees que lo quería matar? —Inquirió Diego.

—Vamos a la policía ahora mismo —dije, al mismo tiempo que me levantaba—. Te voy a llevar.

[Completa] ¿Yo me opongo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora