Cuando mi padre habló con la tía Sara, ella sin dudarlo dijo que sí, era muy cierto que ella me adoraba porque era la única sobrina del único hermano que tenía, mi padre estaba encantado que yo viviera con ella un tiempo en lo que mamá se recuperaba, decía que los hospitales no eran sanos para los niños y yo estaba de acuerdo, eran muy aburridos.
Cuando la tía Sara llegó un 19 de febrero a las 2 de la tarde, mi padre ya tenía mis maletas listas, ordenadas y yo parecía una muñequita con un vestido muy lindo, mi tía al verme aprobó el vestido y le aseguró a mi padre que yo estaría perfectamente bien bajo su cuidado.
–¡Vamos, peque! —dijo con dulzura—, la casa nos espera para que empecemos a desempacar tus cosas y mañana mismo regreses a la escuela.
—¿Puedo despedirme de mi papá?
—Peque, lo volverás a ver mañana, solo dale las buenas noches, te espero afuera.
Acto seguido, se despidió de papá y le advirtió que no se preocupara, que si necesitaba algo solo la llamara, él asintió, se abrazaron y mi tía salió.
Mi padre me miró, camino hacia mí y me abrazó tan fuerte que yo empecé a llorar, él trató de tranquilizarme, pero mis lágrimas insistían en salir y con voz entrecortada le decía:
—No quiero irme, no quiero alejarme de ti.
—Preciosa —replicó acariciándome el óvalo de la cara—, con la tía Sara estarás mucho más cómoda que aquí.
—No me importa si duermo en el suelo o si en la tele no hay programas para niños, tampoco me importa si la comida es enlatada o si es pizza o ensaladas compradas, lo único que quiero es quedarme contigo y con mamá...—papá no me permitió terminar.
—Amor, a mí sí me importa todo lo que dijiste, esto no es sano para ti —vi en el hermoso verde esmeralda de sus ojos, el dolor que sentía al separarse de mí, pero no lo quería demostrar —. ¡Mañana volverás, pequeña!
Me dio un dulce beso en la frente, me tomó de la mano y me llevó con mi tía.
Mis padres eran dueños de una empresa de videojuegos muy exitosa en América, Europa y Asia, gracias a eso pudieron darme una vida de lo más cómoda posible, iba en la mejor escuela de Los Ángeles, mi familia contaba con chófer, cocinera, yo tenía una nana y mi propia cuenta del banco en la que mis padres me brindaban dinero para mi futuro y en alguna cosa que yo quisiera, siempre y cuando tuviera la autorización de mamá.
Mi casa era grande y amplia, teníamos 9 habitaciones de lo más cómodas, de las cuales 3 estaban disponibles para mí, en una tenía mi habitación, en otra un cuarto de juegos y en la última un cuarto de estudio con una biblioteca familiar en la que yo tenía una sección de novelas y cuentos infantiles. Contábamos con una piscina y un amplio jardín; el resto de la casa, era de mis padres, mamá gozaba hornear en la cocina y un pequeño despacho de manualidades que tenía, al igual, cerca del jardín mis padres tenían un gimnasio en donde se ejercitaban siempre que querían. En cuanto a mi padre, él contaba con su despacho de trabajo y una pequeña mesa bar dentro de este. Aunque era una casa muy grande siempre había una habitación en donde como familia nos reuníamos todos los días a ver una película, nos contábamos cómo nos había ido en el día, leíamos un libro, jugábamos videojuegos o algún juego de mesa, por más grande que fuera la casa siempre había ese calor de hogar, a mí en lo personal, siempre me gustaba ese pequeño momento, pero no todo dura para siempre.
Con todo lo anterior, mi padre creía que como la tía Sara también tenía una casa amplia y comodidades similares a nosotros, estaría cómoda en su hogar.
La casa de mi tía, era una casa grande y con un estilo colonial, elegante, tenía jardines, una fuente y garage, en el cual cabían 4 automóviles, por dentro era una casa muy amplia y espaciosa, tenía 10 habitaciones y solo ocupaba 6, las demás las utilizaba como bodegas o estaban vacías, esa casa era una herencia familiar que había pasado por varias generaciones hasta que llego a manos de mi padre, sin embargo, cuando mis padres se casaron y su empresa prosperó construyeron nuestra casa y esta casa pasó a manos de mi tía.
Cuando llegamos, mi tía me ayudó a bajar y por consiguiente le pidió a Patrick, el chófer que bajara mis maletas en lo que ella me mostraba la casa. Al entrar, su vestíbulo era muy grande con una mesa blanca en el centro y un lindo florero con rosas rojas, de fondo había una hermosa y elegante doble escalera, del lado derecho estaba una sala rústica con un televisor y una chimenea, del lado izquierdo, estaba una sala de visitas con una mesa de centro, hecha con madera de roble.
Mi tía me tomó la mano y me jaló con ella hasta la que sería mi habitación, en el camino para llegar a esta, me iba diciendo que durante mucho tiempo me había preparado una habitación para que siempre que quisiera quedarme con ella estuviera a mi disposición, me comentó que si algo no me gustaba, le avisara y haría que lo cambiaran hasta que me gustara.
Cuando abrí el dormitorio, me encontré una amplia habitación, tenía una cama grande con muchos cojines y una cabecera blanca, de cada lado de la cama, había unas mesitas de noche que hacían juego con la cabecera y en cada una, había una lámpara muy bonita. A los pies de la cama, había un cofre blanco de madera y del lado derecho de la habitación, había una pequeña sala con un librero vacío a sus espaldas, a un lado de este había una pequeña chimenea con una reja de protección, del otro lado, en la esquina, había montones de peluches y justo a su lado había una puerta en la que estaba un baño completo y un vestidor, ambos eran inmensos para la ropa que tenía en mis maletas, en la pared más lejana había un balcón grande con sillones de lectura y de fondo, tenía la vista del jardín y su piscina, todo era maravilloso y era tan parecido a mi cuarto original, a excepción del balcón, cuando lo miré, me encantó.
—Es muy lindo y espacioso, muchas gracias.
—No tienes nada que agradecer peque, te lo mereces y quiero que el tiempo que estés aquí, sea realmente cómodo para ti —me miraba estudiando cada una de mis expresiones, me sonrío y se acercó a mí para darme un abrazo.
—Muchas gracias, tía —le devolví el abrazo teniendo en el pensamiento, mi juicio habitual hacia ella.
—Bueno, señorita, pon tus cosas en sus respectivos lugares, acomoda tus libros en el librero y la ropa en el vestidor por favor. Nora, la cocinera, nos avisará cuando la comida esté lista, no tardes en bajar, lávate las manos y aunque ya lo dije, por favor no tardes demasiado, normalmente no se avisa dos veces —dicto.
—Sí, está bien tía —respondí casi de inmediato y con un poco de temor ante esa primera muestra de disciplina.
—Muy bien, te veré en un rato —dio media vuelta y abandonó la habitación, dejándome en lo que era mi espacio en esa enorme y solitaria casa.
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¿Destino?
Romance"Todos nacemos con un lazo rojo, pero únicamente tenemos un extremo, el otro extremo lo tiene la persona a la que estamos destinados y por más lejos o tenso que esté, ese lazo jamás se romperá"...pero, ¿qué pasa cuando llega a ser alterado? ¿Cuá...