CAPÍTULO 45

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–¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO? –grita papá en el borde la cama, Sebas y él están aquí, las demás y Marco están fuera o de seguro están escuchando detrás de la puerta–. De verdad, no lo entiendo, acabas de salir de un coma, algo extremadamente grave, estabas en peligro de morir, llevas 2 días despierta y ya no estás en el hospital, ¿qué pasó por tu cabeza?, Cómo puedo tenerte confianza si no eres buena ni cuidándote a ti misma.

            En estos momentos no puedo concentrarme en papá, ni siquiera sé qué responderle o en qué pensar, no podría decirle que vine para ver a Marco, aunque estoy muy segura que él lo sabe.

–Suzanne, ¡contéstame!, al menos hazme entender por qué lo hiciste, hija.

–Ya no quería estar en el hospital –es lo primero que se me ocurre decir.

–Entiendo ese punto, pero no puedes salir así como así, estás saliendo de algo muy grave, ni siquiera sabemos si ya estás completamente bien, que ya no tengas los yesos y la férula en el hombro, no quiere decir  que ya estés bien, tus pies deben estar hinchados por el esfuerzo, lo que hiciste fue muy peligroso y muy estúpido, Suzanne.

            La mirada de Sebastián está perdida en el espacio, parece ido y únicamente mira a la pared, no sé si está consciente de lo que mi padre está diciendo, aunque estoy segura que está completamente en su mundo.

–Estoy pensando que es tiempo de que pases una temporada en la casa que te vio nacer –eso me saca un poco de mis pensamientos–. Estoy seguro que te recuperarás mejor y podré vigilarte más de cerca.

            Sebastián parece haber asimilado cada palabra, de inmediato cambia el semblante y se incorpora.

–¿Llevársela? ¿Quiere llevársela?

–Es la solución más factible que veo, solo sería hasta que se recuperara.

–¿Eso cuánto sería? –pregunta confundido.

–No lo sé, hijo, pueden ser 6 meses o 1 año en lo que todo se arregla y Suzanne deje de ser tan rebelde.

–Un año –dice en voz baja–, eso es demasiado tiempo –lo mira.

–Suzanne no me deja otra opción –me mira.

–Pero, yo no quiero irme, quiero quedarme con mis amigas y Sebastián.

–Yo la cuidaré –se ofrece–, más bien todos la cuidaremos, las chicas la vigilaran, no tiene por qué irse tanto tiempo.

–Lo siento, pero creo que he tomado una decisión –dice en toque queda.

–Oye, no, por favor, mi vida está aquí ahora, no puedes obligarme a ir.

–No empieces Suzanne, ¿qué garantía tendré de que te encuentres bien?

–Créeme, ya no hay razón para volver a escapar –miro la cama y después dirijo la mirada al rostro de Sebastián, quien me mira atento y un tanto desconcertado.

–Estará bien, puedo asegurárselo, por favor.

–Sebastián me has demostrado ser un buen muchacho en todo el tiempo que mi hija estuvo en coma, estuviste al pendiente de mi y de las amigas de mi hija, incluso de Marco, aun con las horas que pasas en tu trabajo, estás asegurándote que todos estemos bien.

–Eso es lo que se supone un novio tiene que hacer, señor, lo hago porque amo demasiado a su hija y quiero casarme con ella.

Mi padre lo mira, mete las manos en los bolsillos y suspira.

–Ustedes dos me recuerdan tanto a  Melanie y a mi cuando teníamos su edad –me mira y camina hacia donde estoy–. Una cosa más que hagas, solo una... –levanta el dedo índice–...Suzanne y estarás en el primer avión de vuelta a los Ángeles al día siguiente ¿me has entendido?

¿Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora