CAPÍTULO 49

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Una voz grave me hace lanzar un grito ahogado, me sorprendo y me llevo una mano al pecho, miro al sendero y veo una sombra negra acercándose lentamente al kiosco, en primera instancia creo que es Dale, pero la luz lo va reflejando y descarto que sea Dale, estoy segura que es Sebastián por su físico.

–Eres un tonto, Sebastián, me espantaste.

No hay respuesta y me entra el temor, el hombre se acerca y me doy cuenta de que no es Sebastián, pero no se detiene, así que sin pensar, me echo a correr entre la penumbra, hasta llegar a unos metros de la fiesta, pero en el trayecto, el hombre toma mi mano y me jala hacia él tomándome por la cintura, lanzo un grito pero nadie puede escucharme ya que aún me encuentro lejos de la fiesta, me forcejeo y le doy un pisotón con él tacón, suelta un grito, me dispongo a correr y me vuelve a tomar por la muñeca.

–Hart, tranquila, soy yo, Marco.

Dejo de pelear al mismo tiempo que el mundo se congela.

–¿Marco? –lo miro aún tomándome de la muñeca y doblándose por el dolor en el pie.

–Sí, Hola –se limita a contestar y veo en la penumbra que sonríe.

–Eres un bobo –lo empujo–, me diste un susto de muerte, no podías contestarme que eras tú o decirme algo, me asustaste.

–Quería ver como reaccionabas –dice adolorido–, y me pude percatar que tu tacón es muy fino, eres una salvaje.

–Si no me hubieras asustado así, no te hubiera pasado nada, tú eres el salvaje.

–Esto duele, Hart –se sienta en el césped–.  Siempre que me encuentre contigo, ¿saldré lastimado?

–Lo siento –ahora me siento un tanto culpable, me agacho y le quito el zapato, él hace un gesto de dolor–. Pero si fueras un poco más sutil con tus encuentros, no te pasaría nada.

–Veo su calcetín y se ilumina muy tenue con una lámpara que tenemos justo delante de nosotros, tiene una ligera mancha oscura, creo que está sangrando y me empiezo a sentir muy mal.

–Estás sangrando, hay que curarlo –digo preocupada.

–No, estaré bien, solo me duele el golpe –se coloca el zapato y se levanta.

Me entra una cierta confusión.

–Y ahora que recuerdo...¿qué estás haciendo aquí? –pongo mis manos en jarras y lo miro.

–Eric me invitó como parte de sus amigos –noto que encoge los hombros y se limpia el pantalón de restos de pasto.

–No me refiero aquí en la boda, me refiero a que se supone que estarías en Italia.

–Créeme, en este momento no hay ningún lugar en el que quiera estar, más que aquí.

Eso me hace sonrojar y agradezco que esté oscuro para que no lo note.

–¿Cómo me encontraste? 

–Llevaba unos 20 minutos observándote pero estabas con Sebastián, cuando se fue, decidí acercarme pero solo vi como te escabulliste y se me hizo fácil seguirte.

–También se te hizo fácil asustarme –lanzo un suspiro.

Quisiera hablar más con él, más a profundidad sobre lo de sus abuelos, el que ha pasado y como se siente, pero creo que no es ni el momento, ni el lugar, como bien dijo Mey, es una fiesta y hay que estar felices

–Tenemos que regresar, Sebastián y las chicas deben de andarme buscando, ya he tardado bastante, si quieres podemos platicar en mi mesa.

–¿Y estar a un lado del celoso de tu novio?...Que simpática.

¿Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora