Al día siguiente en la escuela, todos me dieron la bienvenida, las maestras me preguntaron por el estado de mi madre, mis compañeros me compraron unas galletas como un regalo de bienvenida, todo era genial, pero más genial fue volver a ver a mis amigos después de unas semanas de ausencia.
En la escuela nunca fui la más popular, pero tampoco una chica invisible, unos días eran completamente aburridos y otros días eran los más divertidos, aprendí a platicar con otros niños que se hicieron mis amigos, era una persona muy querida o al menos eso me decían.
Mi grupo de amigos era reducido, pero siempre fue el mejor. Janet y Ana fueron las primeras personas que conocí en la escuela, Fernando, Francisco, Jorge y José los conocí después, ellos eran los más divertidos. Aydee y Maira eran amigas, la primera vez que hablamos con ellos nos volvimos inseparables, éramos una pequeña familia. Siempre estábamos juntos y crecimos juntos.
Después de la escuela, mi tía me llevó al hospital para ver a mis padres. Cuando entramos a la habitación, papá me estrechó en sus brazos y yo estaba muy emocionada de verlo, solo había sido un día y los extrañaba demasiado, caminé hacia dónde estaba mamá y le di un beso en su mano, en ese momento recordé que mi padre me había dicho que si yo hablaba, ella me escucharía, así que le conté como había sido mi regreso a clases, lo de las galletas, las preguntas de la maestra, las compras de los libros, ropa y lo divertido que fue, le conté de Marco y que me había dicho rara; el tiempo se me paso muy rápido hablando con ella hasta que sentí una mano en mi hombro, era papá que me sonreía.
—¿Cómo te la pasaste ayer con la tía Sara, cielo? —me colocó un mechón de pelo tras la oreja.
—Estuvo fantástico, la tía Sara me compró muchos libros y ropa, también platicamos de muchas cosas —sonreí.
Me levantó en sus brazos y me dirigió hacia el sillón café de cuero, donde estaba mi tía sentada, mi padre se sentó a su lado y me colocó en sus piernas, le agradeció a mi tía por todos los libros y la ropa que me había comprado, le dijo que le pagaría, mi tía dejó un papel que tenía en la mano y lo miró.
—¡Tonterías!, tú no me debes nada Mariano, tu hija es mi única sobrina, déjame consentirla un poco, es una niña encantadora y muy educada, así que le quise comprar toda esa ropa y todos los libros que quiso, no me importa el dinero, puedo permitírmelo.
—Tía, ¿en qué trabajas? —mi padre me miró.
—Tu tía trabaja en algo importante, preferiría que no preguntaras, son cosas privadas —mi tía al escucharlo lo reprendió.
—Mariano, déjala, ella quiere saberlo, aparte no tiene nada de malo mi trabajo —me miró—, pero pequeña, debes prometerme que si te lo digo...Nunca, nunca se lo dirás a nadie, mi trabajo es como un secreto y si se sabe, podría tener muchos problemas, confío en ti —dijo con extrema seriedad.
—Lo prometo —alcé la mano derecha como constancia de la promesa.
—Mi amor, no debes decírselo a nadie ¿está bien? —nombró mi padre.
—Bueno, en ese caso peque, me imagino que sabes que es una espía... —suspiró—...No te explicaré de rangos, ni nada de eso, solo te diré que mi trabajo es ser algo así como una detective o una espía —declaró sin más.
Me quedé muda, sabía lo que hacían los espías, al menos en la literatura había leído cientos de libros acerca de sus movimientos, secretos y mensajes ocultos, jamás me imaginé que mi tía era una de ellos.
—Ves pequeña, por eso es importante que nadie lo sepa, mi identidad estaría descubierta —sonrió y me guiñó el ojo.
—Guardaré el secreto —reí.
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¿Destino?
Romans"Todos nacemos con un lazo rojo, pero únicamente tenemos un extremo, el otro extremo lo tiene la persona a la que estamos destinados y por más lejos o tenso que esté, ese lazo jamás se romperá"...pero, ¿qué pasa cuando llega a ser alterado? ¿Cuá...