CAPÍTULO 31

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–¿Suzanne? ¿Por qué colgaste? ¿Vienen para acá? –Sebastián tiene la rodilla sobre la espalda del chico, quien se retuerce del dolor boca abajo, estoy congelada y no sé que hacer, ni que pensar.

–¡SUÉLTALO! ¡Le estás haciendo daño! –mis nervios empiezan a crecer.

–¿Estás loca? Intento atacarte ¡LLAMA A LA POLICÍA! –me ordena.

–¡SEBASTIÁN, SUÉLTALO! –lo empujo solo para que se mueva un poco y deje de poner su peso sobre el chico, pero de un manotazo me aparta.

–¡Quítate! puede tener un arma –me ordena–. ¡Ve a tu casa y trae a alguien! 

–¡TE LO DIGO EN SERIO! ¡SUÉLTALO! –le grito.

–¡NO! –me grita de igual manera y lo empujo con fuerza, lo único que logro es que pierda el equilibrio y caiga de sentón, el chico empieza a dejar de hacer fuerza, me pongo de cuclillas en la distancia de su cabeza, le doy la vuelta, tiene la cara ensangrentada y lágrimas en los ojos.

–¡ALEJATE DE ÉL! –Sebastián me grita pero lo ignoro completamente, saca su teléfono del pantalón y empieza a revisarlo.

El chico tiene los ojos entre cerrados y llenos de lágrimas, coloco mis rodillas completamente en el suelo y pongo su cabeza sobre ellas, él se toca la nariz y gime de dolor, al tenerlo en mis rodillas tengo mayor visión de sus facciones, mi corazón empieza a acelerarse y empiezo a observarlo, a este chico lo he visto en algún lado, ¿será?

–Tranquilo –mi mano temblorosa pasa por su frente–. Estarás bien.

Sebastián está hablando con la policía, da referencias de los lugares que ve.

–Yo...¡Aggh! –se revuelve de dolor, intenta hablar pero me imagino que algo le duele demasiado ya que esto le impide articular las palabras.

–No hables ¿de acuerdo? Creo que tienes rota la nariz –intento decirlo de la manera más tranquila y natural posible pero en vez de eso mi voz es nerviosa y temblorosa.

–¿Qué haces? ¡Puede ser peligroso! –Sebastián me toma el brazo para que me levante pero yo lo zafo con fuerza–. La policía viene para acá, llamaré a tu padre.

–¡Le rompiste la nariz! 

–¡Iba a atacarte! –abre las manos como forma de excusa–. ¡Qué querías que hiciera! ¿Lo conoces acaso? –empieza a checar el teléfono, estoy segura que lo conozco pero no sé de donde.

–Oye... –gime de dolor.

–Shhh...–le acaricio bruscamente la frente–. ¿Puedes levantarte? Ven, intentémoslo –lo tomo de los hombros y su espalda empieza a subir, me levanto y lo ayudo a que se ponga de pie, Sebastián me observa de cerca, por si el chico intenta hacerme algo, las gotas de sangre empiezan a manchar su sudadera gris–. ¿Puedes mantenerte de pie? –no suelto su brazo derecho.

Pone sus manos sobre sus rodillas y empieza a escupir sangre, se limpia con la manga de su sudadera, intenta parar la hemorragia llenando su sudadera de sangre, me pongo su brazo en mi hombro.

–¿Qué crees que haces? –Sebas me detiene.

–Llevarlo a casa, necesita agua y un baño.

–Pero la policía viene para acá.

–Perfecto, que den vueltas por aquí.

–Suzanne, ¿Qué tal si es un ladrón? 

–¡No lo es!

¿Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora