CAPÍTULO 23

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–Sebastián, llevamos menos de un mes, como podría casarme contigo...ni siquiera nos conocemos bien –mi respiración se dificulta.

–Tenemos toda una vida para eso.

–No, no pienso en matrimonio aún, no sé qué pensar –balbuceo, coloco mi mano en mi frente y noto que mi cabeza empieza a punzar.

–Sé que es algo apresurado, amor, pero no nos casaremos mañana si aceptas, llevara tiempo, es una propuesta que quiero que se vuelva realidad en un par de meses o años –explica.

Me quedo en silencio, nos miramos, siento como mi corazón se acelera a mil por hora, Molly, Kevin, Tony y Marlon saben que está pasando, por eso no se asoman.

–Quiero irme a casa –logro articular–. No me siento muy bien –mis piernas me empiezan a temblar, las manos igual, la cabeza me duele y estoy mareada, conclusión "las impresiones me hacen daño".

–Lo que tú digas, amor –su cara relajada se convierte en un rostro preocupado–. ¡Marlon! –grita Sebastián.

Marlon sale apresurado. 

 –¿Qué pasa? 

–Me la llevaré a casa, no se siente bien –me señala.

–¿Qué tiene? –pregunta asustado.

–No lo sé, pero dice que no se siente bien, me la llevaré ¿está bien? 

–Claro, claro –dice asustado–. Avísame cualquier cosa, por favor.

–¿Puedes caminar? –Sebastián nota que tiemblo.

–No lo sé –mi voz es apenas audible, mi cabeza duele demasiado y todo se mueve, intento levantarme de la silla, mis piernas fallan y Sebastián me agarra rápido antes de tocar el suelo.

–Ohh, ok eso es un no –toma el anillo de mi mano y se lo pone en la bolsa del pantalón, de un solo movimiento me carga–. Molly, ¿puedes traerme la bolsa de Suzy? 

–Enseguida.

La luz me molesta y los ojos me pesan, me siento débil, escucho que suena la campanita de la puerta y entiendo que estamos saliendo de la cafetería.

–¡Carajo!, todo esto es mi culpa –susurra Sebastián–. Tranquila amor, estarás bien –el sonido de su voz es preocupante.

Pasan segundos y ya estoy acostada en la parte de atrás de la camioneta, me pone su suéter como almohada y coloca delicadamente mi cabeza sobre eso.

–Estarás bien –susurra.

Cierra la puerta y tarda unos cuantos segundos en subirse al asiento del conductor, avanzamos.

–Amor, no te duermas, sigue conmigo –su voz es débil y preocupante–. Lo siento, no quería ponerte así, nunca me imagine que reaccionaras así, amor ya vamos a llegar, quédate despierta –el pánico en su voz es evidente.

Las palabras de Sebastián cada vez se escuchan más lejos, segundo a segundo los sonidos se vuelven silenciosos, hasta que todo queda sordo.



Abro los ojos y todo estaría obscuro en la habitación si no fuera por una lámpara nocturna que se sitúa sobre mi cabecera, está no es la habitación de mi casa, miro con cuidado cada objeto y entiendo que estoy en una habitación de hospital, paredes azules, pisos blancos y ese olor tan peculiar que caracteriza a un hospital, me incorporo, de mi lado derecho hay máquinas las cuales están apagadas y de mi lado izquierdo hay un sillón, en el está Sebastián, dormido.

¿Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora