Después de que recibí los 2 mil dólares, papá me autorizó en conservarlos y me pidió que los guardara en un lugar seguro hasta que fuera el momento de gastarlos.
En enero volví a la escuela, estaba muy emocionada por volver a ver a mis amigos y contarles todas las cosas que me había traído Santa Claus el año anterior, ellos también se pusieron muy felices al ver que mi estado de ánimo ya estaba mejorando, mi apetito también había mejorado y que quien me recogía en la escuela todos los días, era mi padre y no John.
Cuando había un nuevo alumno en el salón, era el chisme de la semana, todos queríamos saber de dónde venía, quien era y si éramos afortunados, quizá ser amigo del "nuevo", en aquella ocasión, había dos niños nuevos y dos niñas nuevas, normalmente se sentaban en las mesas de enfrente para que la maestra los fuera conociendo. Yo me sentaba en las mesas de hasta atrás, para ser precisa en la penúltima fila y mi compañera de mesa siempre fue Janet, así que desde el punto en el yo estaba, no podía ver el rostro de los nuevos. Al momento que la maestra pidió que cada uno se presentara, primero fueron las niñas, la primera de ellas se llamaba Jacqueline y venía de España, era una niña rubia y con ojos ligeramente verdes, tenía 11 años y sus padres eran socios de una empresa de farmacéuticos y querían abrir campo en el país. La segunda niña se llamaba Olivia, tenía 11 años, llevaba una cola de caballo, ojos almendrados de un café muy bonito y cabello negro, ella nació en Los Ángeles y sus padres la cambiaron de escuela, porque en su antigua escuela era víctima de acoso escolar, así que en esta quería hacer muchos amigos.
Era el turno de los niños, el primero se llamaba Alonso, era un niño delgado, rubio y ojos cafés, cuando lo vi se me hizo un niño apático, pero mi amiga Maira no pensaba de la misma forma, ella se sentaba frente a mí, así que cuando lo vio, se dio la vuelta, nos miró a Janet y a mí y nos dijo entre susurros: "Es guapísimo", ambas nos reímos, se dio la vuelta y se la pasó mirándolo toda la clase. Alonso era de Canadá, planeaba quedarse un año con su tía, algo así como un intercambio; cuando logré ver un poco del último niño, mi instinto me dijo que yo lo conocía, traté de esconderme entre las espaldas de mis compañeras de enfrente, el niño se dio la vuelta para ponerse al frente de todo el salón, mi corazón dio un pequeño respingo y mi sonrisa fue de oreja a oreja.
—Hola, ¿qué tal?, soy Marco Coleman —dijo el último niño.
Al escuchar eso, Janet me miro.
—Oye, ¿qué no es Marco, el niño que nos contaste? —preguntó entre susurros.
—Sí, es él —respondí, mi cara estaba tan caliente, creo que estaba roja de la emoción o no sé de qué, me incorporé en mi asiento y cuando me acomodé para ver la presentación de Marco, él ya me estaba mirando, levantó una mano hacia mí para saludarme, yo tímidamente ante la mirada del salón y la maestra, le respondí el saludo, la maestra al ver nuestra reacción, le pidió a Marco que continuara con su presentación, como era natural, continúo encantado y cortés como siempre.
—Observé que saludaba a alguien, joven ¿conoce usted a alguien de este salón?
—Sí señorita, conozco a Suzy —soltó emocionado.
Todos mis amigos voltearon a verme y mi cara se calentó más de lo que ya estaba, supongo que me puse más roja.
—Bien, en ese caso, supongo que querrás sentarte cerca de ella —comentó la maestra.
—Realmente me gustaría, señorita, claro si eso fuera posible —dijo Marco amablemente.
—Está bien —soltó la maestra—, déjame ver donde te acomodo —le sonrió.
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¿Destino?
Romance"Todos nacemos con un lazo rojo, pero únicamente tenemos un extremo, el otro extremo lo tiene la persona a la que estamos destinados y por más lejos o tenso que esté, ese lazo jamás se romperá"...pero, ¿qué pasa cuando llega a ser alterado? ¿Cuá...