CAPÍTULO 11

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 Golpeé y golpeé la puerta, pero nadie contestaba del otro lado, yo quería hacer algo, salir y saber que le había pasado a papá, pero no podía hacer nada, tenía mucha impotencia y desesperación, se me había ocurrido saltar por la ventana, pero era peligroso y no quería empeorar las cosas en aquellas circunstancias, me senté al borde de la puerta y lloré mucho, me preguntaba si papá ya se había ido con mamá, eso me hacía llorar más, mis fuerzas estaban muy bajas y las lágrimas me hacían cerrar los ojos del sueño, no me explicaba como podía convertirse un día hermoso en una verdadera pesadilla, me acosté en el suelo, abracé mis rodillas y al pasar los minutos, me quedé dormida.

A la mañana siguiente, desperté en mi cama, no me explicaba cómo me habían llevado hasta ahí, había dormido al pie de la puerta, cuando me di cuenta, mi uniforme no estaba en la cama, se suponía que era miércoles, tenía que ir a la escuela, me dirigí a la puerta y estaba abierta, el pasillo estaba silencioso, las manchas del suelo habían desaparecido, el cuarto de mi papá estaba cerrado, mi tía no estaba en su habitación, bajé las escaleras y me dirigí a la sala, normalmente estaría mi tía trabajando, pero ese día no había nada, fui a la cocina y vi a Nora preparando algo en una pequeña cazuela azul, no me había visto, me asomé a la ventana y me di cuenta de que no estaban los autos, Nora me vio y me sonrió de manera dulce.

—Buenos días, pequeña.

—Buenos días, Nora, ¿Dónde están todos? —la pregunta salió presurosa.

—¡Oh! —palideció—, fueron a resolver unos problemas, tu tía me pidió que no fueras a la escuela, chiquilla —me dio la espalda para picar verduras.

—¿Qué clase de problemas?, ¿qué sucedió anoche? —quería respuestas, todo eso me asustaba.

—Su —se inclinó hacia mí—, esas preguntas no las puedo responder yo —seguía pálida—, tu tía me mataría —dijo más para sí misma que para mí, se incorporó y continuó cocinando—. ¿Tienes hambre? —soltó intentando cambiar de tema.

—¿Papá está bien?, Nora, tengo que ir a la escuela, saliendo Marco y yo íbamos a ir a la librería.

—Mi niña, yo no puedo hacer nada, de verdad perdóname, seguramente tu tía ya estará de regreso en un par de horas, ¿quieres que te prepare algo de desayunar?

—No, gracias Nora, no tengo hambre, iré a acostarme —dije con una voz muy baja.

—Está bien, de todas formas en un rato te iba a subir el desayuno —su tono era dulce, yo no podía comer, ni pensar en otra cosa que no fuera mi papá, mi tía no estaba, ni los trabajadores. Entré a mi cuarto y no tenía ganas de leer, ni de ver televisión, me dirigí hacia mi mochila, en donde tenía el collar en forma de llave que Marco me había dado, sentía la necesidad de usarla, me la puse, me subí a la cama, abracé la almohada y me dormí llorando.




—Mi amor —escuché una voz—, peque, vamos despierta —reconocí la voz de inmediato, abrí los ojos y era mi tía con la charola del desayuno.

—Hola —susurró.

—Hola —respondí, me incorporé, me di cuenta de que en mi sala estaba Marco leyendo un libro, tan tranquilo volteó a verme, sonrió, cerró el libro y se acercó.

—Hola, Suzy —dijo muy alegre.

—Hola, Marco —sonreí.

—Peque, aquí está tu almuerzo —dijo poniendo la charola sobre mis piernas.

¿Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora