Esa misma noche, después de trasladar a Steven hasta la casa, Adam preguntó:
—¿Tanto te preocupa ese chico?
—Steven para mí es más que un amigo —contestó Herón, seguro de sus palabras.
Estaba recostado sobre la mecedora, mirando los arboles a través de los grandes ventanales de la casa. Había extrañado la calma que podía gozar ahí, en especial después de haber tenido un mal momento hacía unas horas atrás.
—Eres patético.
—Hablando de cosas patéticas —dijo Herón con la cabeza ladeada—, viene a mi memoria un recuerdo. Tú sí que eres patético.
Herón fingió que le hacía gracia acordarse de la imagen que tuvo de Adam ese día que se atrevió a ver a través de sus recuerdos. A pesar de la hostilidad que desarrolló a su lado, existió —y todavía existía— algo que Herón no lograba quebrantar. Adam había amado muchísimo a una mujer en vida y, ahora que estaba muerto, seguía pensando en ella y buscando la forma de volver a su lado. «Patético» no era exactamente la palabra que usaría Herón para describir la situación.
—Jamás lo entenderías. —Adam dejó de sonreír, pensando que nunca había conocido a alguien más odioso.
Herón se comportaba de una manera despectiva. Adam quería alejarse, aunque dudaba poder hallar una oportunidad para escapar de sus garras. ¿Cómo podía salir del pacto sin arriesgar a toda su familia o su propia alma?
—¿Por qué crees que no lo entendería? —preguntó Herón con amargura.
Adam se volvió hacia él.
—¿Quieres seguir burlándote de mí más de lo que ya has hecho?
—Si no aguantas unos comentarios, entonces sería mejor que te quedes callado.
Adam se guardó sus palabras. Observó a Herón con malos ojos mientras se preguntaba si existía forma de matarlo, pero todas esas ideas se desvanecían en su mente recordar la forma monstruosa que usaba el demonio en raras ocasiones. No existían puntos débiles que Adam pudiera usar para atacarlo, no había ningún punto ciego que lo ayudara a destruir a Herón. ¿Cómo podría matar a un demonio?
Adam lo odiaba, escapar del pacto era su más grande deseo. Resignarse sería un acto cobarde que no estaba dispuesto a aceptar. Usar a Steven para hacerle daño había sido una mala jugada desde un principio y, a juzgar por cómo habían terminado las cosas, no volvería a cometer el mismo error. Steven era especial, era tratado de una manera diferente. Herón lo apreciaba. Si ese humano sufría, Herón también lo haría, sin duda. Lo había comprobado. Ese momento cuando Steven comenzó a comportarse extraño y a rechazarlo, Herón se mostró receloso, reservado.
—Jamás dejaría que te acercaras a él, Adam. ¿No crees que deberías descargar tu odio contra mí?
Estupefacto, Adam tragó saliva. ¿Le había leído el pensamiento?
—Por desgracia, Adam, siento y leo tus emociones. No dirijas tu rencor a quien no debes, jamás te lo perdonaría. No querrías que yo dirigiera mi enojo por tus recientes acciones hacia tu familia, ¿no es así?
—¡Déjame libre!, solo quiero eso —repuso pronto, apretando los dientes.
—Por supuesto. Te dejaré libre cuando tu alma también se pudra igual que el resto.
Fue un comentario que lo dejó pasmado, sin habla. Durante varios minutos, ninguno de los dos pronunció nada. Herón miraba por la ventana, ignorando la amargura que surgía en Adam que, cuando consideró haber aclarado su mente y despejado la crueldad de sus pensamientos, decidió preguntar:
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Cuando los demonios lloran
ParanormalAl lado de Steven Shelton, Herón se convierte en una criatura indefensa y solitaria; pero para el mundo, es un monstruo cruel y despiadado. ¿Qué podría salir mal? ...