Al lado de Steven Shelton, Herón se convierte en una criatura indefensa y solitaria; pero para el mundo, es un monstruo cruel y despiadado. ¿Qué podría salir mal?
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Las manos le recordaban a Herón cuán maldito era él entre los humanos. Cada hecho del pasado, comenzando con la muerte de Adam, desencadenó barbaridades. Usurpar un cuerpo y aguardar dentro del ataúd le mostró cuánto podía utilizar a los muertos y asustar a los vivos en el proceso.
Cuando Steven sobrevivió a su tacto solo por la casualidad de que Herón había olvidado expulsar el cuerpo de Adam del suyo propio, numerosas teorías surgieron en la mente del demonio. Parecía que usar un cuerpo humano servía para evitar asesinar con su roce. Por ello había comenzado a trazar un nuevo plan que incluía cadáveres, lamentos y miedos.
Muchos acontecimientos acaecieron en varios lugares y en poco tiempo. Aunque la situación fuese bastante repetitiva para Herón, para los locales y para la policía se trataba de hechos imposibles de descifrar. Tres meses y dos días habían pasado desde las primeras apariciones en la avenida Pentue y en la colonia Nueva Bitro. Ahora ocurría en todos lados.
Numerosas atrocidades le esperaban la ciudad de Grigor solo por tener a Herón como ciudadano. Muchos casos se reportaron para ser clasificados entre el montón de sucesos sin resolver. Tanto los cadáveres de las morgues como los de los hospitales y las funerarias eran robados sin dejar pista alguna para dar con el culpable.
Todos los rincones de Grigor, algunos territorios cercanos y pequeñas colonias aledañas, tuvieron la desgracia de recibir cadáveres putrefactos en sus calles.
Herón deseaba crear pánico entre sus habitantes.
Durante esos meses de usurpación de cuerpos humanos, Adam se limitó a obedecer como un perro fiel las indicaciones de Herón. La cesantía o despojo de cuerpos pronto se convirtió en una rutina exasperada, pero también en el regocijo más cercano que el alma sin cuerpo pudiera establecer contacto físico y ser visto.
La línea que separaba a la realidad de la ficción era tan delgada que traspasarla era una tarea fácil para alguien como Herón, para un demonio que nació con el objetivo de crear caos y de ser un imán para el pecado.
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