Desde una distancia prudencial, Aubrey distinguió al compañero de trabajo con el que había tenido un altercado ese mismo día. Verlo no solo la inquietó, sino que también sintió una inmensa curiosidad por saber qué lo llevó hasta allí.
Ella soltó un suspiro y se armó de valor para acercarse a Herón.
—¿Qué haces aquí? —preguntó tajante. Cruzó los brazos sobre su pecho con la bolsa plástica colgando de una de sus manos.
Herón, que se mantenía recargado contra una pared de ladrillos, se alzó hacia adelante para encarar a la joven.
—Pensé que podía hacerle una visita amistosa a alguien que gusta de mí —respondió.
A Aubrey se le desfiguró el rostro por un breve instante, abrió los ojos un poco ante la declaración de lo que creía haber mantenido oculto. De todas las personas que pudieran haberse dado cuenta, él no debía haber sabido nada de sus sentimientos.
Boquiabierta, Aubrey no pronunció palabra alguna.
—No creerás que tus sentimientos son un secreto, ¿verdad? —se mofó él con una sonrisa descarada.
Era clara su intención, al menos para ella. Aubrey estaba segura de que él planeaba humillarla usando sus emociones de la misma forma en que ella lo hacía con Steven, resultaba bastante mordaz. Quizás era la manera que él encontró para enseñarle una lección, porque con los sentimientos ajenos no se debe jugar.
Pero ella ya lo sabía; sus acciones y palabras en relación con Steven solo eran el resultado del enojo por no obtener la atención de Herón.
—¿Quieres usar mi corazón a tu favor entonces? ¿Quieres vengarte? —escudriñó ella.
Aubrey contuvo una sonrisa. Solo pensar que él había ido hasta donde ella vivía dejaba en claro cuánto debía apreciar Herón a Steven. Su gesto no tenía intención de burla, sino satisfacción porque Herón parecía tener un corazón, no era tan indiferente como aparentaba.
—¿Por qué no? Lo haces tú con Steven, el que yo quiera jugar contigo no es nada malo entonces.
Ella soltó un suspiro.
—Haz lo que quieras. Ahora que sé cuáles son tus intenciones, puedo alejarme de ti.
Herón soltó una risa burlona.
—El problema, Aubrey, es que jugamos juegos diferentes. A ti te gusta entretenerte con los sentimientos ajenos. A mí me gusta ser un poco más rudo al respecto. ¿Comprendes lo que digo?
—No. De todas maneras, es asunto mío y de Steven.
—Precisamente —contestó Herón, todavía sonriente. A medida que siguió hablando, su semblante ensombreció—. Porque decidiste jugar con Steven, yo debo intervenir.
—¿Eh?
—No me importa que tengas sentimientos por mí, las cosas insignificantes como esas no me interesan; pero debiste quedarte quieta. Que sean asuntos o no de Steven ya no importa, me diste razones suficientes para querer matarte. Si te dejo viva, perturbarías mi paz.
—¡Estás loco! —Aubrey refunfuñó.
Si antes creía que Herón era sumamente atractivo por el misterio que irradiaba su presencia y por su actuar tan frívolo, eso acababa de cambiar. Aubrey ahora solo quería alejarse por temor a que su locura la contagiara
—Me voy —finalizó, dándose la vuelta.
Dicho esto, comenzó a andar en línea recta. Estaba a tan solo tres casas de la residencia donde alquilaba un apartamento con su hermana. Se sentía confundida, acechada. Pero, al sentir que una mano suave envolvía su muñeca, casi se le olvidó hasta su propio nombre.
Fue un movimiento brusco que la hizo perder el equilibrio por un instante; lo recobró pronto con la ayuda de Herón. De un segundo al otro, ella se encontraba reclinada contra la pared de ladrillos, sujetando la camisa beige de él con fuerza, temiendo caerse si soltaba la prenda.
Herón curvó los labios en una media sonrisa.
—¿Segura? —susurró él, acercándose más—. ¿En verdad quieres marcharte?
Todo aquello era demasiado para Aubrey; la emoción la embargaba tanto como la repentina espontaneidad. La adrenalina que su cuerpo soltaba era suficiente para hacerla enloquecer. Esto era lo que ella había querido que él le hiciera en el pasado, era su más íntima fantasía. Y lo seguía siendo, claro, pero ahora tenía miedo.
—Podríamos —empezó a decir él—, hacer esto y lo otro.
A Aubrey se le dificultó respirar. Herón acercó más su cuerpo y ella percibió el calor que emitía y la leve fragancia de un perfume caro. Su cercanía resultaba más embriagadora que en sus sueños lúcidos. Herón se movió contra ella, como si la obligara a ir más allá, aunque a su espalda estaba inmovilizada por la inmensa pared de ladrillos.
Herón la atrajo por el cuello, la besó despacio, de forma tierna y bonita para incitarla. Fue un gesto lo suficientemente enloquecedor como para que Aubrey ansiara desatar su naturaleza salvaje. Fue ella la primera en tomar riendas, en succionarle los labios, en meterle la lengua con descaro en la boca.
Siempre había deseado este momento, quizá no en las mismas circunstancias, quizá no en la misma situación ni lugar, pero soñó muchas veces con tener a Herón así de cerca, lo había creído imposible. Pensó que solo podría pasarle a saber quién más, porque él era tan reservado que resultaba imposible imaginarlo con alguna mujer. Pero ahora, con sus cuerpos pegados, lo inimaginable estaba sucediendo.
Herón no hacía nada, había dejado de actuar. No la acariciaba, no hacía ningún movimiento. Era ella la que buscaba con desesperación la cooperación de su pareja. Estaba tan inmiscuida en sus fantasías que no percibió el cambio en Herón: en sus manos, en sus labios, en su rostro; no fue hasta que sintió cómo su cuerpo comenzaba a adormecerse que aspiró el hedor impregnado en el ambiente. Intentó hablar, pero la carne de sus mejillas se desprendió de su cráneo.
Herón se alejó, sin expresión alguna en el rostro. Se acomodó la ropa, ignorando el gemido de dolor por parte de la joven, que había caído sentada al suelo cuando él se apartó de manera brusca.
Aubrey no podía hablar, su lengua estaba podrida por haberla metido en la boca de él. Su cuerpo se pudriría poco a poco, tendría una muerte lenta, ese era el precio de jugar con Herón o con los suyos.
Porque por un beso o un simple toqueteo, Herón cruelmente asesinaba.
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Cuando los demonios lloran
ParanormalAl lado de Steven Shelton, Herón se convierte en una criatura indefensa y solitaria; pero para el mundo, es un monstruo cruel y despiadado. ¿Qué podría salir mal? ...