83. Tarde o temprano

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En el mundo humano ya casi entraba la noche.

Habían transcurrido varios meses desde el incidente, aunque en el mundo demoníaco todo permanecía invariable.

Herón tenía la innegable sensación de que algo andaba mal. Observaba sus manos con detenimiento, como si pudiera encontrar allí las respuestas que necesitaba para aplacar el gran vacío que lo consumía. Algo parecía faltarle.

En el bosque donde se encontraba habitaban: el lejano canto de los pájaros, la sacudida de los árboles y el fluir de una cascada ubicada a medio kilómetro de distancia. El demonio permanecía quieto, con los pensamientos dispersos, cuando, de manera repentina, una idea que anteriormente creyó inconcebible llegó a su mente. Fue un golpe espontáneo, precipitado y abrumador.

Herón se enfocó en el recién despertado recuerdo y todo a su alrededor perdió sentido, se volvió vacío y sin importancia.

¿Y si aún no salvaba a Selah?

¿Y si la pieza faltante era el alma del ángel? ¿El alma que jamás percibió en su cuerpo desvanecido?

Ese detalle había estado siempre frente a sus ojos, pero una anomalía le había parecido imposible y por eso no le prestó atención antes. Se había concentrado en lo obvio y por ello no notó lo que realmente había ocurrido.

Herón rememoró entonces la promesa que hizo con Azrael: salvar a Selah en todos los sentidos posibles.

Si lo que él sospechaba ahora era certero, entonces, en algún lugar de Grigor, el alma del ángel debería esperarlo. Posiblemente, en un cuerpo humano.

La resignación en la que el demonio se había sumido al pensar en que él se quedaría solo entre los humanos para siempre desapareció y fue sustituida por la ilusión de que el camino para cumplir con su promesa recién comenzaba.

Bajo la pena de haber quedado completamente solo, mantenía la esperanza de que su deseo podría cumplirse pronto.

Su propio final llegaría tarde o temprano.


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Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora