21. Provocar a los ángeles

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Steven no podría haber imaginado que Herón torcería sus palabras.

Herón no concebía que su idea de regresar a su hogar se hubiese acercado en un parpadeo. En realidad, existió un momento en su vida donde perdió las esperanzas y pensó en su condena como algo permanente. Mucho antes especulaba que la única manera de llegar hacia el creador era mostrando su vulnerabilidad, doblegándose ante él; sin embargo, en ningún momento había considerado hacerlo. Quizá tenía la intención, pero no contaba con la fuerza de voluntad necesaria para llevarlo a cabo.

Quizás, escuchar las palabras salir de la boca de Steven estaba escrito en el destino, para darle a él el empujón que necesitaba.

«Si no puedes llegar a los ángeles, haz que ellos te encuentren», pensó Herón, incapaz de contextualizar sus pensamientos en palabras. «Solo debes provocarlos».

Aquellas palabras retumbaban en su cabeza como un pálpito. Lo habían dejado pensativo. Sus ansias se intensificaron hasta el punto de formular un nuevo plan. Su designio con Adam no era más que el simple deseo de conseguir felicidad a su costa. Herón era cruel, despiadado, y hacía las cosas sin remordimiento.

Y no le importaba hacer lo que fuera necesario para hacer enojar a una fuerza superior. Estaba dispuesto a provocar al Creador. Provocar a los ángeles.

***

Sábado, 18 de octubre, 2014

Varios días pasaron.

Sentando en un sillón reclinable, Herón observaba sus manos con repugnancia, arrugando la nariz a cada rato sin saber de dónde provenía el hedor. Su estómago se constriñó. El aire olía a putrefacción, algo en su casa poco a poco moría.

Todo apestaba a cadáver.

***

—¿Cuál fue su diagnóstico, doctor?

El profesional miraba con extrañeza al niño que descansaba en una cama matrimonial. Antes de responder a su cliente, retiró el estetoscopio fuera de su cuello y lo guardó en un pequeño maletín que siempre llevaba consigo a todas partes. Sin saber cómo describir el estado de su paciente, miró a la señorita sentada en una silla de ruedas.

Y tras varios segundos de suspenso, finalmente, comunicó:

—Este es un caso... extraño

La joven le dirigió una mirada incrédula. Sin embargo, el doctor le hizo caso omiso, concentrándose únicamente en lo que tenía frente a sus ojos. No comprendía cómo podría su paciente lucir tan mal. Tenía el aspecto que el cuerpo adquiría cuando llevaba varios días de haber muerto.

Y, por si fuera poco, aquel niño con vida olía a cadáver.

Y, por si fuera poco, aquel niño con vida olía a cadáver

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Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora