63. Existencia arrebatada

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Herón pasó su pierna derecha por encima del cuerpo de Mila. Se reincorporó a pocos pasos, sentándose en el sillón opuesto.

Perturbado por la única condición del Ángel, Herón sostuvo su cabeza en ambas manos y comenzó a alborotar su cabello, disgustado. No le importaba ver las cosas de otra forma, porque solo tenía dos opciones.

Matar o matar.

—Herón. —Mila alisó su vestido e intentó sonreír, sabiendo que no era el momento para hacerlo, pero Herón debía entender muchas cosas sobre la vida misma; el verdadero significado de amar a alguien y, también, aprender a llenar su propio vacío con emociones provenientes de sus acciones.

—Jura que cumplirás tu palabra —habló Herón, la observó a través de los mechones de cabello que se esparcían por su frente.

—¿Sobre matarte o enviarte al infierno? —cuestionó el ángel.

—No volverá a ocurrir, no volveré a matar algo mío. Puede que en ese entonces no tuviera otra opción, pero ahora que puedo elegir y sé que la vida de Steven está resguardada por los ángeles, no tengo intención de hacerle daño. ¡Júralo, Selah! Tanto si desencadeno el propio infierno en este mundo, promete que cumplirás tu palabra.

—Herón, ¿por qué?

—Porque si no actúo, ustedes no harán nada. Ustedes me consideran alguien incapaz de hacer daño a los humanos como todos estos años. Viví en dolencia, ¿tienes idea de la cantidad de dolor que debo soportar cada día? No creo que sepas cómo me siento al ver las cosas que se pudren a mi alrededor; peor aún, saber que soy yo quien está podrido por dentro.

Selah lloró a través del cuerpo de la joven que usaba. No podía imaginar esa vida, pero si Herón sufría, ella también. Y no podía ver otra clase de sufrimiento.

—Solo quiero salvarte —balbuceó y se acercó a él para consolarlo. Le dolía verlo sucumbir en un mundo cruel, lleno de dolencia y ajeno a la felicidad.

—Entonces, mátame —suplicó el demonio, elevó la mirada hacia ella hasta encontrarse con sus ojos oscuros y húmedos—. Mátame antes de que termine de consumir lo único me impide convertirme en un verdadero demonio. ¡Mátame, Selah!

—Lo que pides...

—Lo que soy ahora, es y siempre será lo que odiaré. Antes de venir aquí, al mundo humano, tuve miedo, Selah, tuve miedo de lo que podrían causar los humanos en mí. Yo jamás envejeceré, yo seguiré vagando aquí sin ningún propósito, y no quiero terminar así.

—No es fácil para mí, Herón. Tú desaparecerás para siempre.

Él se levantó de su asiento, caminó en dirección a Selah y posó las manos en cada hombro de la joven.

—Matar a Steven es la única opción, ¿no? Tengo la sospecha de que quieres algo más que eso, es como si quisieras que revivieran los recuerdos del pasado. Amo el alma de Steven. No soy merecedor de su lealtad ni de su cariño, pero eso no significa que no pueda devolver esa lealtad. Puedo ser vil, pero jamás un traidor. Yo solo quiero lo mejor para él, una vida cerca de mí, pero sin involucrarlo en este infierno. Si debo protegerlo hasta de mí mismo, seré el primero en hacer cualquier cosa, cualquier cosa.

»Selah, soy más sincero contigo de lo que jamás seré con alguien. Si te confié mis más apreciados secretos hace muchos años, los que guardaste con mucho amor, ¿por qué desconfiar de ti ahora? Si estás aquí, si rectificaste todo lo que destruí; me da la esperanza de que podrás hacer lo mismo conmigo, poniendo fin a mi existencia.

Cuando Herón pronunció «fin a mi existencia», el ángel no se resistió y cerró el espacio entre los dos. No comprendía el dolor de Herón, no vivía en carne propia su sufrimiento, pero sí sabía el significado de sus palabras y sus verdaderos deseos. Tanto Selah como el resto de los ángeles, eran solo espectadores de los humanos y de Herón que erraba entre ellos; observando en silencio, sin hacer nada. Pero ella no anhelaba establecer un juicio inmediato, no importaba lo mucho que lo amara, no podía permitir cegarse ante el encanto de Herón.

Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora